Roberto Rubiano.Escritor colombiano.foto:tallerliterario.org.fuente:Antología de cuentos cortos.A partir de hoy y todos los domingos se publicarán cuentos cortos, breves, brevísimos, minificciones, microcuentos. Por el placer de degustar un excelso texto literario que hace honor a la más sublime imaginación de los autores
Für Elise
Desde que bajé del autobus comencé a escuchar los acordes del piano. Los escuché mientras daba vuelta a la manzana buscando la entrada de la mansión.
En el sendero del jardín escuché, con mayor intensidad, los arpegios, las escalas y los bemoles. Entonces vi por primera vez a la señora Elisa. Estaba de pie, junto a la puerta de la casa con los brazos cruzados. Parecía estar de mal humor por mi demora.
Me había contratado para que le hiciera un retrato al óleo. Mientras me conducía al estudio de pintura, pasamos por desolados aposentos recargados con adornos coloniales, utensilios de cerámica prehispánica, cuadros de pintores contempráneos, bibliotecas con todas las partituras de Beethoven y los libros de la enciclopedia Británica. Sin embargo en ningún lugar había un ser humano.
Ella parecía habitar solitaria ese extenso jardín que ningún pie hollaba, esa colección de muebles donde nadie descansaba, esos salones que permanecían vacíos. Entonces pasamos junto a la puerta de la sala de música. Me detuve un instante a ver al anónimo pianista que tocaba con los ojos cerrados, mientras deslizaba sus dedos por el teclado con una facilidad envidiable. El músico abrió los ojos y regresó a mirarme suplicante, como un condenado a muerte en espera de un milagro.
En ese instante la señora Elisa dio dos golpecitos en el piso con su zapato y me hizo seguirla hasta un estudio situado al norte de la casa donde me aguardaba el caballete. Era un lugar agradable con una claraboya por donde entraba la luz de la mañana.
Abrí mi estuche con los óleos, los pinceles, la paleta y olvidé al pianista cuya música continúo sin interrupciones hasta el anochecer.
Trabajé todo el día en el retrato. Doña Elisa posaba frente a mí en silencio, cosa que agradecí, pero a medida que avanzaba, escrutar su impenetrable rostro resultaba cada vez más difícil.
No me dió respiro ni siquiera para comer y a las seis de la tarde me llevó al dormitorio de huéspedes.
El pianista venía en ese momento por el corredor y escurrió un papel entre mi mano sin que la señora Elisa lo notara.
Sentado en la cama leí el mensaje. Era escueto y alarmante, contenía cinco palabras: Estoy atrapado, ayúdeme por favor.
A la mañana siguiente, mientras escuchaba la primera sonata del día, traté de encontrar algún sentido a esa nota de auxilio. Al poco rato vino la señora Elisa a buscarme para continuar mi labor.
Cuando pasamos frente a la sala de música, doña Elisa cerró la puerta. Me pareció escuchar un error en la interpretación, pero tal vez fue sólo imaginación mía. En todo caso fue lo último que percibí antes de ser encerrado en el estudio de la torre norte, rodeado de pinceles, óleos y lienzos, bajo la hermosa claraboya por donde todas las mañanas entra la luz del sol.
Esto sucedió hace algunos años. Sin embargo lo recuerdo con toda nitidez porque desde entonces no he hecho otra cosa que intentar satisfacer a doña Elisa, sin éxito. Y pintar y pintar esclavo de este caballete, escuchando, a toda hora, una sonata de Beethoven interpretada por otro esclavo.
Roberto Rubiano Bogotá, 1952. Narrador, fotógrafo y realizador. Sus libros más recientes son: Cincuenta agujeros negros (2008), Necesitaba una historia de amor (2006) y Alquimia de Escritor (2006). Ha publicado otros tres libros de cuentos: Vamos a Matar al Dragoneante Peláez (1999), El Informe de Gálves y otros thrillers (1993), Gentecita del montón (1981), la novela El anarquista jubilado (2001), dos novelas cortas para lector juvenil: Una aventura en el papel (1988) y En la ciudad de los monstruos perdidos (2002), y el libro de poemas Relato del peregrino (2005).
Obtuvo en dos ocasiones (1981 y 1993) el premio nacional para libro de cuentos. En el 2001 obtuvo (entre 8.000 cuentos participantes) el premio nacional de cuento corto otorgado por el diario El Tiempo de Bogotá. En 1991 el Premio Nacional de cuento Gobernación de Caldas y en 1975 el Premio Nacional de Cuento Diario del Caribe, de Barranquilla.