sábado, 24 de marzo de 2012

Minicuentos 27


Sueño de conciencia

Jorge Arturo Castañeda

Fueron las tres de la mañana cuando despertó con una angustia inmensa provocada por una pesadilla, tardó poco en incorporarse y sentado sobre la cama, se llevó las manos al rostro como queriendo borrar de su mente aquellas tormentosas imágenes; un cuarto blanco y él flotando al centro, moviendo las manos con desesperación como tratando de alcanzar el techo.

Volteando hacia abajo, un mar de sangre y una serie de escenas que lo aterraban, por la violencia con que se desarrollaban. Cada instante que pasaba, bajaba más y más, la sangre casi lo alcanzaba, las imágenes cobraban vida y su angustia era mayor.

En un instante se encontraba con los guerrilleros en aquella selva espesa, llevando un machete y ropa verde olivo, caminaba y caminaba tras un grupo de los que siempre consideró terroristas y malvivientes, pero el miedo de perderse y quedarse solo en aquel lugar, lo hacía instintivamente seguir a aquel grupo.

Llegaron a un claro y descansaron en la obscuridad, de sorpresa una serie de luces los alumbraban y comenzaron disparos de metralleta, sólo escuchó que uno del grupo le gritaba: ¡Compa, corre y sálvate, estos sardos nos van a matar! Al momento, sus piernas se movieron sin dirección y se alejaba del lugar.

Se encontró en una población desconocida, en una pequeña choza, los habitantes le ofrecieron agua y comida, él platicó lo acontecido en aquel lugar y nuevamente escuchó gritos de desesperación:¡Compañero, huya de aquí con nosotros, vayamos a la selva a refugiarnos!... Corriendo y volviendo la mirada atrás, veía, cómo con lanzallamas, los sardos quemaban a los niños y mujeres, sin piedad, sin miramientos de ninguna índole.

Ya en la selva nuevamente, caminaba y caminaba, al paso encontraba víboras y los mosquitos lo devoraban, su tensión era enorme.

Platicando con los habitantes de aquella choza, le contaban que la causa que perseguía era la mejor, que no importaban las vidas que se perdieran, con tal que desaparecieran aquellos opresores, aquellos asesinos. En el recorrido cayó en una zanja que se abrió a su paso y volvió a flotar ensangrentado en aquel cuarto blanco, se elevó vertiginosamente dando vueltas, hasta estrellarse con el techo y despertó.

Después de las tres de la mañana y al sacudirse la angustia, durmió profundamente.

En la mañana, se dirigió al trabajo con una actitud decidida y firme. Llegó a su oficina y …

¡Buenos días mi general, quiero presentar mi baja!

Sueño

Edmundo Valadés

Sentada ante mí con las piernas entreabiertas, columbro la vía para cumplir mi sueño de cosmonauta: arribar a Venus.

Trabajo asegurado

René Avilés Fabila

Al morir, los arpistas van directamente al Cielo en donde nunca padecen desempleo.


El club de los despectivos

Chaval*

Situado detrás de la estación de Austerlitz, este club reunía socios despectivos. Las reuniones eran los lunes y se desarrollaban en un profundo desprecio. El procedimiento era siempre más o menos el mismo: el Presidente lanzaba una mirada despectiva sobre los socios; éstos lo miraban riendo burlonamente, o le volvían ostentosamente la espalda, o escupían al suelo. El Presidente alzaba los hombros y leía muy rápidamente y sin cuidado un texto trivial que luego arrugaba entre las manos. Estas reuniones no podían durar más de unos minutos a causa de la hostilidad que no cesaba de crecer entre los socios, a quienes sólo un mutuo desprecio les impedía pelearse. La situación no podía durar y, en efecto, sólo duró cuatro años, que no es poca cosa.

*Traducción: José de la Colina

Información

Guillermo Farber

Y ahora, el estado del tiempo: Se espera un brusco ascenso de la temperatura en la meseta central del panorama político, con fuertes nublados en la perspectiva económica y chubascos aislados en el Congreso, la Federación Sindical y los gobiernos estatales. Se recomienda no salir a la calle sin paraguas, credencial del Partido y chaleco contra balas.