Una biblioteca francesa descubre una primera edición de las obras del bardo olvidada durante 400 años
El bibliotecario Remy Cordonnier, junto al Primer Folio. / Michel Spingler ./elpais.com |
La biblioteca de Saint-Omer, en el norte de Francia, descubrió hace
una semana que albergaba, sin que nadie se hubiese dado cuenta en 400
años, un ejemplar de uno de los libros más importantes (y valiosos) de
la historia de la cultura Occidental: el Primer Folio, una primera
edición de las obras de Shakespeare.
"La identificación de esta copia, hasta ahora desconocida, será un
motivo de celebración nacional entre nuestros colegas franceses
shakespearianos", aseguró el investigador Paul Edmondson a uno de los
diarios más autorizadas para hablar de este asunto, el Stratford-upon-Avon Herald.
El hallazgo ha vuelto a poner de actualidad el libro, publicado en
1623, que reúne 36 de las 38 obras conocidas del dramaturgo y que, como
todo lo que rodea al bardo, está rodeado de preguntas sin respuesta.
No se ha encontrado ningún manuscrito original de Shakespeare –de
hecho solo se han hallado 14 palabras de su puño y letra, de las que
seis son firmas en las que, además, escribió su nombre de manera
diferente–; y apenas existen retratos fiables del escritor –uno de ellos
es el que sirve de portada al Primer Folio–. Como escribe Bill Bryson en su delicioso ensayo Shakespeare
(RBA): "No sabemos si dejó alguna vez el Reino Unido. No sabemos
quiénes fueron sus compañeros ni cómo se divertía. Su sexualidad es un
misterio inescrutable. Sólo un pequeño número de días de su vida sabemos
con certeza dónde estuvo. Y no tenemos ningún documento sobre sus
andanzas durante los ocho cruciales años en los que dejó a su mujer y a
sus tres hijos en Stratford y se convirtió en un dramaturgo en Londres".
Sin embargo, prosigue Bryson, ninguna obra literaria ha sido examinada
con tanta devoción: "Su obra contiene 138.198 comas y 15.785 puntos de
interrogación; sus personajes hablan de amor 2.259 veces y de odio solo
226. Nos dejó 884.647 palabras que forman 31.959 diálogos en 118.406
versos". Y todo esto, el misterio de su vida y la certeza de su genio,
han llegado hasta nosotros gracias a la edición encontrada en Francia.
Tampoco se puede decir que las cosas estén muy claras en torno al
Primer Folio. Los actores John Heminge y Henry Condell lo publicaron por
primera vez siete años después de la muerte de Shakespeare con un
prólogo de Ben Jonson al precio disparatado de una libra –el equivalente
a unos 3.000 euros actuales–. Ni podemos decir cuántos ejemplares se
imprimieron (entre 700 y 1.000 es lo más probable) ni cuántos han
llegado hasta nosotros: la cifra baila entre 220 y 240 porque algunos
ejemplares están muy incompletos y los expertos mantienen abierto un
debate sobre lo que es, o no, un Primer Folio. Lo que sí se sabe con
certeza es lo que vale ahora: se pagaron cuatro millones de euros por un
ejemplar en una subasta en Sotheby's en 2006.
El historiador británico Peter Ackroyd define así el libro en Shakespeare, la biografía
(Edhasa): "El que al principio se incorporara la lista de actores
demuestra que no sólo fue una celebración literaria, sino teatral.
Quizás se convirtió en tema de discusión entre Shakespeare y sus colegas
antes de que le llegara la muerte e incluso es posible que algunos
textos se imprimieran a partir de la transcripción corregida por el
propio dramaturgo. Sea como sea, la mayor parte de los títulos están
escritos por Ralph Crane, un amanuense profesional que con frecuencia
trabajó para las compañías teatrales".
Hasta entonces, además de los sonetos, sólo se habían publicado 16
obras de Shakespeare y de forma muy chapucera –transcripciones de lo que
se declamaba en el teatro sin el control del autor–, lo que era
relativamente normal en la época dado que las piezas eran para ser
vistas y escuchadas (tampoco ahora se editan la mayoría de los guiones).
Gracias al Primer Folio se conocen Macbeth, La tempestad o Julio César,
de hecho, gracias a esta edición Shakespeare es Shakespeare y no un
dramaturgo más de la era isabelina. Así lo explica Luis Astrana Marín
(1889-1959), el traductor clásico del bardo al castellano, en su
preciosa edición de las obras completas de Aguilar: "Ninguna de estas
ediciones lo fue con el consentimiento de Shakespeare, sino que fue el
trabajo de editores piratas que se movían en torno a los autores
teatrales, de copias tomadas al oído durante la representación y
plagadas de yerros".
Cuatrocientos años después de todo esto, el pasado septiembre, según reveló el pasado miércoles el diario local La voix du Nord,
el bibliotecario Remy Cordonnier se topó mientras preparaba una
exposición con un libro que, aunque había perdido la portada, se parecía
mucho a uno de aquellos ejemplares. La biblioteca de Saint-Omer fue una
de las más importantes de la Europa medieval y alberga innumerables
tesoros, como una Biblia de Gutenberg. Se puso en contacto con Eric
Rasmussen, un experto estadounidense en Shakespeare, que viajó hasta la
ciudad francesa y que autentificó la semana pasada el libro.
Edmondson, director del Centro Shakespeare en Stratford-upon-Avon,
citado de nuevo por el diario local, explica que el hallazgo va mucho
más allá de que el número de primeros folios disponibles haya pasado de
220 a 221 (o de 240 a 241): "A causa de la forma en que se imprimía en
el siglo XVII, cada copia es única". Bill Bryson relata en su libro una
visita a la biblioteca Folger de Washington, que alberga la mayor
colección del mundo de esta edición (una de cada tres de las que se
conservan), que han examinado hasta con microscopio. "Lo que no deja de
sorprenderme es lo mal que estaba hecha. Hacen falta muchos primeros
folios para tomar decisiones sobre el texto definitivo", le explicó uno
de los conservadores. Cada avance en el conocimiento de Shakespeare es,
en el fondo, un nuevo paso hacia el interior de su misterio.