Una exposición, centrada en la mirada urbana de Tomás Carrasquilla,
sirve como pretexto para pasar revista a parte de la obra de uno de los
escritores más importantes del país
La muestra recibe, en el primer piso, a los visitantes del Archivo de Bogotá, ubicado en el centro de la ciudad. / Óscar Pérez /ElEspectador.com |
Un hombre sabio.
—¿A usted nunca le provocó intervenir en política?
—Nunca. Me ha parecido muy buena y divertida para verla de lejos. No tengo temperamento de apóstol ni de batallador.
Un
hombre de libros y lecturas, que no terminó de pasar por una
universidad. Un señor escritor, pleno de palabras simples para
cuestiones complejas; el habla popular para engañar al diablo. Tomás
Carrasquilla.
Lector. Sastre. Secretario de juzgado. Empleado del
Ministerio de Obras. Burócrata. Un hombre sabio igual: “Nuestra labor,
que consiste en registrar toda nota, telegrama y papelucho que venga al
Ministerio, no es cosa ni para gastar mucho ni para romperse la
calavera. Hay que tener abierto el local de 8 a 11 y de 1 a 5”.
En
dos ocasiones don Tomás subió por la cordillera desde su natal
Santodomingo (Antioquia) para instalarse en Bogotá, lugar en el que
publicó completa su primera novela, Frutos de mi tierra, pues algunos
fragmentos ya habían visto la luz en algunos diarios, entre ellos El
Espectador.
La capital como punto de reunión de la diáspora,
cualquiera de las muchas de un país que en los albores del siglo XX
continuó con el eterno negocio de hacer la guerra. Bogotá como punto
relevante en el mapa editorial del país. Este es el espíritu de la
exhibición que se abrió esta semana en el Archivo de Bogotá: una
colección de fotografías de época, acompañadas de las palabras de
Carrasquilla, un escritor que apenas hace cuatro años ya había sido
adaptado al formato exposición con motivo de los 150 años de su
nacimiento.
La muestra es la mirada urbana de un escritor tal vez
no costumbrista, aunque sí profundamente arraigado a la tierra, la
patria única de las letras desde la cual se ve el desorden de los
hombres. “Bogotá es la ciudad de los contrastes y las contradicciones;
parece un rebrujo de cosas lindas, nuevas y preciosa, y de vejeces,
basuras y porquería. El mismo abigarramiento y diversidad se nota en el
gentío que circula por las calles: junto al grupo de damas elegantísimas
y lujientas, la montonera de chinos andrajosos y mugrientos…”. El año
era 1895.
Debajo de la muestra misma, la exposición es una
invitación a la lectura de Carrasquilla, una obra juiciosa y abundante
mezcla de humor, sarcasmo y una colección de voces populares para hablar
de la vida, el universo y todo lo demás.
“El progreso puede
existir en todo, menos en eso de colmarle al hombre la medida de sus
anhelos. Mientras más goces le proporcione, más le exige; que este
corazón humano, tan limitado, sólo es infinito en sus antojos. En este
sentido, es el progreso tan ineficaz y deficiente como la barbarie”.