Gabriel García Márquez: Homenaje: 85.45.30*
Juan Gossaín analiza lo que dejó para el país el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura para Gabo
Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, 1982./eltiempo.com |
¿Para qué sirvió el Premio Nobel? Sirvió para todo: para que el tambor
de la cumbiamba se tomara las calles heladas de Estocolmo en aquel
diciembre, para que Macondo llegara hasta los arrozales de China, para
que los compositores peruanos sacaran canciones nuevas, para que en
Panamá abrieran un restaurante de pescado que se llamaba "Mariposas
Amarillas", para que a los muchachos nacidos en esa época les clavaran
el nombre de Aureliano, aunque, viéndolo bien, hubiera sido peor que
les pusieran Gerineldo. (Vea: Recordando el paso de EL TIEMPO....85 años de Gabriel García Márquez).
Pero el Nobel sirvió, sobre todo, para quitarles el complejo de
inferioridad a los escritores colombianos. Hasta ese momento ninguno se
atrevía a publicar sus obras en el exterior porque, agobiados por el
sentido del pudor, les parecía que esos honores estaban reservados a
unos sabios españoles y, si acaso, a algún poeta chileno.
Extremistas, como siempre hemos sido, en medio del estropicio jubiloso
que produjo la noticia, los colombianos nos pasamos de un brinco para
el otro costado: todo el mundo comenzó a pensar que su primo
novelista era un genio, o que ese vecino suyo tan inteligente también
se merecía el Nobel. Entonces se sentaron a esperar que los editores
internacionales llegaran a descubrirlos y enlazarlos con sus contratos.
Hay algo de espíritu deportivo en esa actitud, como en todas nuestras
grandes alegrías, que no son muchas. Nadie podía haberlo dicho mejor
que aquella mujer callejera. Nadie: ni la prensa, ni los académicos, ni
los propios escritores. El día de la noticia, que fue un amanecer de
octubre, salí para el centro de Bogotá, grabadora en mano, porque
quería entrevistar a la gente. En la Avenida Jiménez detuve a una
nochera pintarrajeada, con el colorete marchito y un traje desflecado
de lentejuelas. Se notaba a leguas que el día la había sorprendido
donde no debía estar.
-¿Ya sabe usted que un escritor colombiano ganó hoy el Premio Nobel de Literatura?--, le pregunté, a quemarropa.
-Sí -contestó ella, revoleando en el aire su cartera brillante-. Me lo acaba de decir el último cliente.
--¿Y qué piensa usted de García Márquez?
Masticó con paciencia el chicle, alisó las lentejuelas y, antes de reiniciar la marcha, me dijo:
-Que es el Pambelé de la literatura.
Entonces pensé que aquella cortesana anónima había aprendido
psicología en las camas ajenas. Ella no lo sabía, pero diez años atrás
había ocurrido exactamente lo mismo con el campeonato mundial de boxeo
que ganó Kid Pambelé. Antes de su victoria abundaban en Colombia los
grandes boxeadores caseros. Pensaban ellos, como los novelistas, que el
campeonato mundial era cosa inalcanzable a la que solo podían aspirar
gringos y venezolanos. Pero a partir del triunfo de Pambelé, lo
primero que hacía cualquier mascapepas que ganara un combate de
pacotilla, era gritar a los cuatro vientos, sin haberse bajado del
cuadrilátero, con voz de trueno y los guantes en alto:
-Que me traigan al campeón mundial.
Lo que quiero decir es que García Márquez y Pambelé nos enseñaron que
nosotros también podíamos ganar. Si pudiera ver de nuevo a aquella
mariposa nocturna con su traje brillante y el pelo teñido de tres
colores diferentes, le pediría permiso para parodiar la frase: Pambelé
fue el García Márquez del boxeo. ¿Qué habrá sido de ella?
Esa misma mañana, desde la cabina de radio, entrevisté a Luisa
Santiaga, la madre de Gabo, que vivía en Cartagena y era el narrador más
fascinante que ha producido esa familia. Tuvo que recibir mi llamada
en la casa de una vecina. Le pedí que me dijera para qué sirve el
Premio Nobel.
-Ojalá sirviera -contestó, sin inmutarse- para que me arreglen el bendito teléfono.
Muchos años después se me presentó la ocasión de hacerle la famosa
pregunta al protagonista verdadero de esta historia. Estábamos en una
terraza de Cartagena, frente al mar, y, como si fuera al desgaire, le
pedí que me contara para qué le había servido el Premio Nobel. Yo
esperaba que saliera del paso con uno de esos lugares comunes que son
tan útiles ante un periodista impertinente: sirvió para ver mi nombre
escrito en chino, o para salir de la pobreza, o para conocer el mundo.
En vez de eso, se quedó un rato en silencio. Luego me puso una mano en
el hombro.
-Sirvió -me dijo- para que mis amigos me quieran más.
Epílogo
Todavía recuerdo la brumas lechosas de Estocolmo, que parecían motas
de algodón regadas por la calle, y las gaviotas de pluma gruesa volando
entre los edificios, cerca de la playa, mientras Rafael Escalona
acompañaba con los pies las canciones que cantaban los vallenatos. "No
toco las palmas porque esté contento", aclaró Escalona. "Es para no
congelarme". Alfonso Fuenmayor, entre tanto, con una bufanda de lana que
había sido de su abuelo, rastreaba en los museos el origen de los
navegantes vikingos.
Han pasado treinta años. La embajadora de Suecia en Bogotá, María
Anderson, está organizando para el próximo mes de noviembre un homenaje a
García Márquez en Cartagena. Se trata de rememorar la epopeya del
premio con todos sus cuentos y anécdotas.
Como decía Úrsula Iguarán cada vez que veía pasar a los hombres en sus
caballos, rumbo a la guerra civil, me parece que esta también es la
historia que se repite y empieza a dar vueltas en redondo, pero en esta
ocasión está girando al revés: hace treinta años la cadera sudorosa de
una bailarina de bullerengue se apoderó de las esquinas frías de
Suecia. Ahora son ellos, los nórdicos, quienes vienen para acá,
perseguidos por el frío del Polo Norte, a buscar el calor en las
tierras del Caribe. De manera, pues, que quedamos en paz.
Juan Gossaín
Especial para EL TIEMPO
Cien años de soledad o El Embrujo de la Palabra en la Novela Total
*85 años de Gloria. 45 años de la publicación de Cien años de soledad. 30 años del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura. Café Literario Bibliófilos: Cien años de soledad o el Embrujo de la Palabra en La Novela Total. Sábado 20 de Octubre: 3pm. Biblioteca Pública Virgilio Barco. BibloRed.Bogotá. Colombia
*85 años de Gloria. 45 años de la publicación de Cien años de soledad. 30 años del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura. Café Literario Bibliófilos: Cien años de soledad o el Embrujo de la Palabra en La Novela Total. Sábado 20 de Octubre: 3pm. Biblioteca Pública Virgilio Barco. BibloRed.Bogotá. Colombia