sábado, 15 de octubre de 2011

Minicuentos 14


El boli

Jaime de Nepas

En el sótano de la fábrica F hacen monómeros a partir de derivados del petróleo, los cuales se transforman en polímeros o resinas sintéticas cuando interviene un catalizador. Las resinas sintéticas se suben a la planta principal y se dividen en la cadena A y en la B. En la primera se le añaden elementos termoestables, se calientan, se moldean y producen tubitos de plástico endurecido, recto, hexagonal de 7 milímetros de diámetro y 13 centímetros de longitud, y ligeramente biselado al final. En la cadena B los polímeros se convierten en un poliestireno flexible, que por inyección se transforma en un tubo que cabe en el interior del primero. En la cadena C se acoplan ambos, se pone en la punta un cono metálico dorado con una bolita diabólica y se rellena el interior de tinta (un disolvente mezclado con negro de humo, azul de Prusia, amarillo de cromo u otros pigmentos), se coloca una tapa y un capuchón también de plástico, y ya está hecho el bolígrafo. Parecen todos iguales, pero cada, miles de ellos sólo valen para que los muerdan por atrás los niños, los estudiantes y los oficinistas; otros miles van a parar en exclusiva a las orejas de los comerciantes; también hay miles de ellos que reposan eternamente sin hacer nada en bolsillos de chaquetas o camisas; algunos de estos últimos, rebeldes, eyaculan por su cuenta, destrozan las blusas y son arrojados a la basura; los hay a millares que no hacen más que quinielas; otros muchos se pierden y, en fin, la mayoría de ellos tiene tinta sin misterio. Pero uno entre cien millones lleva en su interior media novela; busca, trabaja con dos de éstos y ya la tienes completa.

Cada cosa en su lugar

Luisa Valenzuela

Hay dramas más aterradores que otros. El de Juan, por ejemplo, que por culpa de su pésima memoria cada tanto optaba por guardar silencio y después se veía en la obligación de hablar y hablar y hablar hasta agotarse porque el silencio no podía recordar dónde lo había metido.

El drama del desencantado

Gabriel García Márquez

...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.

Adicción

David Jofré

Ella es la que en realidad aguarda impaciente. No se decide; es que es débil de espíritu. Primero, floja, como que si como que no. Luego ya le gana el vicio; no tolera la presión y consume… consume hasta saciarse y sentirse mareada, en un éxtasis divino al cual de seguro volverá a caer en la noche siguiente.
Así son los vicios. Triunfan. Y ella es la que en realidad consume, no yo. La junto con una tarjeta de crédito, formo un cerrillo blanco y radiante; agarro un tubillo, con un extremo en una fosa nasal y otro ahí, aspirando y dale que dale.
Yo no soy el adicto, es ella. Ella no tolera que yo la deje ahí y no la aspire; ella no aguanta a ser consumida porque está enviciada conmigo, con mi sangre por la cual drena y se siente en un trance feliz, aunque sólo sea un breve segundo.

Senderos olvidados

Eduardo Humberto Díaz Rojas

Mi tía Eduvigis se pone maquillaje y ya no le pesan los años. Corrige en su rostro caminos que ella desconocía.
Mi tía Eduvigis se pone maquillaje con tal vehemencia hasta no quedar nada de ella. Retoca sus cejas y borra surcos y grietas que alguien dejó para siempre olvidadas." Lo hago para mirar el sol sin verguenza ", se dice así misma.
Para ella, lo esencial es guardar su cara fatigada en el armario, luego pedir al espejo su aprobación y que le guarde el secreto. Por último, se convence que si el viento no ondula su pelo al salir en la mañana es porque ya la desconoce.
Tal vez se venía preparando desde hace ya mucho tiempo, recuerdo que cuando barría su casa solía guardar la basurilla debajo de la alfombra.

El cañonazo de las 12

Ariel Gallegos C

Soy el encargado del cañonazo de las 12, en el Santa Lucía.

Hoy me reí de todos. No lo disparé a las 12. Lo disparé a las 11. ¡Qué confusión! Los Bancos cerraron antes, millones de cheques protestados. Escolares en estampida y hasta el cambio de guardia en La Moneda confundido.

Me reí a carcajadas.

Cuando llego a mi casa, una hora antes, veo a mi vecino arrancar desnudo por la ventana.

Ya no río.


El génesis obrero

Camilo Pequeño Silva

...Y en el séptimo día continuó trabajando.

Cuento nocturno

Julio César Parissi

A lo lejos se escucharon doce campanadas. Arriba, la luna se distraía mirando las nubecitas negras que pasaban a su lado. Abajo, entre las lápidas, dos espectros hablaban entre sí.

—No me vas a creer, pero tuve un sueño —dijo uno de los fantasmas. El otro lo miró con sus ojos muertos inundados de incredulidad. De su boca salió un suspiro.

—No puede ser —dijo lanzando un aliento de ataúd apolillado.

—Soñé, te lo juro. Ayer al mediodía, en el panteón. Soñé.

—¿Qué soñaste?

—Soñé que estaba vivo, y no sé por qué soñé eso. ¿Serán nostalgias de mi otra vida?

—No, no creo —dijo el otro cadáver, y agregó, espantado—: Temo que sea una premonición.


Tiempo de olvido

Jorge Biggs

Salí de casa pensando que era verano pero a las dos cuadras me envolvió un frío intolerable. ¿Estaba en el sur de Chile, o en Europa, o en Alejandría? Me refugié debajo de una cornisa que asomaba de un edificio añoso y sopesé mis alternativas: podía volver por mi impermeable, o bien correr hasta la estación del Metro. Opté por lo segundo. Al enfrentar la escalera de la estación Santa Lucía, sentí una mano sobre mi hombro y una voz que me decía: "Abuelo, ¡otra vez desnudo y con este frío! Venga conmigo a casa, se lo pido por favor."