lunes, 10 de octubre de 2011

El colombiano que traduce al Nobel

El escritor bogotano Víctor Rojas hace una semblaza del poeta sueco Tomas Tranströmer
A la salida del hotel, en el Festival de Poesía de la ciudad de Malmö, los colombianos Juan Manuel Roca y Víctor Rojas (traductor de la poesía del sueco) ayudaron a Mónica, la mujer de Tranströmer, a conducir al poeta. Rojas tomó entonces esta foto. Víctor Rosas. fuente:vive.in

Sucede que, en mi oficio de inspector de libertad vigilada, tengo que viajar algunas veces a la cárcel de Roxtuna, a preparar la salida condicional de algún ladronzuelo o bravucón que le ha quitado la vida a otro. Tan pronto como me acerco a la sombría puerta de la prisión, no puedo dejar de pensar en el poeta Tomas Tranströmer. ¿Tendría él esa misma sensación de frialdad que experimento yo al arribar a dicho centro carcelario? Pregunto esto porque, en aquella cárcel, Tranströmer trabajó durante un tiempo como psicólogo de reclusos.

Pero narremos, en cortos trazos, la vida del poeta. Todo empezó cuando un periodista llamado Gösta sedujo a una maestra de escuela de nombre Helmy. De esa relación tormentosa nació el vate de marras, el 15 de abril de 1931. Era día de primavera en Estocolmo. A los pocos años de haber nacido Tomas, su padre abandonó la casa. Esta separación le ocasionó al chiquillo un "momento de pánico", una huella indeleble, ya que por esos tiempos el no tener padre era asumido con ojos maliciosos, como se ve a los bichos raros.

En la escuela primaria, después de leer el libro que narra el viaje de Nils Holgersson encima de un ganso salvaje, aprendió a ver el mundo con la perspectiva de un ave en vuelo. Por esa misma época, los misterios de la naturaleza empezaron a fascinarlo. La investigación de los mundos interior y exterior tanto de cosas animadas como inanimadas se convirtió en su principal interés. A los 15 años, después de salir de un matiné, sufrió un ataque de calambres y una gran depresión se apoderó de él. No hizo falta quien afirmara que el joven Tranströmer había ido hasta la locura y regresado, gracias a la música, la cual utilizó para "espantar los diablos". El piano, que antes lo tocaba por pasar el tiempo, lo tomó como el asunto más serio de la vida. Es saludable agregar que la música, como tema, es recurrente en su obra poética.

El primero que divulga sus poemas es el periódico del colegio donde estudia bachillerato. Los versos allí publicados levantaron, sin embargo, la ira del profesor de latín quien, además de no entenderlos, consideró al poeta en ciernes de irrespetuoso a la memoria del aeda Horacio. A pesar de ello, un día el rígido educador tuvo que hacer reverencia al paso del alumno quien, para aclarar dudas, compuso poemas, como los de Horacio, con métrica sápfica. A los 23 años, debutó Tranströmer con '17 poemas'. Entonces, los amantes de la poesía y los críticos literarios le dieron la bienvenida a un poeta en grande, talentoso. Dos años más tarde, habría de graduarse de psicólogo, y vendría el trabajo en la Universidad de Estocolmo, después en la cárcel de Roxtuna y, por último, en el Departamento de Mercado Laboral en la ciudad de Västerås. A la edad de treinta y cinco años, el Estado sueco le otorgó un salario vitalicio para que así pudiera dedicarse sólo a escribir. Sin embargo, la obra de Tranströmer no es colosal en volumen. Durante cuarenta años ha escrito una palabra por día. Pero uno solo de sus poemas puede abarcar 200 páginas o, en contraste, las tres líneas de métrica 5-7-5 que caracterizan al haiku, ya que Tranströmer es en Suecia el maestro de este tipo de poesía de origen japonés.

El 28 de noviembre de 1990 sufrió una apoplejía, que lo condenó a ser un poeta sin lenguaje oral. También le paralizó la parte derecha del cuerpo. Hoy en día, a menudo se lo ve sentado al piano, tocando con la mano izquierda.

No hay premio literario en los países nórdicos que Tomas Tranströmer no haya recibido, a excepción del Premio Nobel de Literatura del cual cada año sus lectores nacionales e internacionales esperan con vehemencia que le sea concedido. Y este año, ¡por fin!, el clamor internacional fue escuchado por los miembros de la Academia Sueca. Las justificaciones a sus laureles coinciden en señalar que la poesía tranströmeriana es un análisis constante del enigma de la identidad individual de cara al laberinto de la diversidad del mundo.

Víctor Rojas*
Especial para EL TIEMPO

* El bogotano Víctor Rojas, radicado en Suecia, ha traducido al castellano, entre otros, a los poetas suecos Tomas Tranströmer, Kjell Espmark, Katarina Frostenson, Lasse Söderberg, Karin Bellman, Alf Henrikson y Bengt Berg. En diciembre de 2004 fue galardonado por la Academia Sueca por sus aportes a la divulgación de la literatura sueca. Trabaja en el departamento de asistencia penitenciaria de Suecia, y en los tiempos libres se dedica a la escritura, tanto como traductor como creador de textos propios en los géneros de novela, poesia y ensayo. Tiene una maestría de Ciencias de la literatura de la Universidad de Gotemburgo.

El poeta colombiano Juan Manuel Roca recuerda su encuentro con el Premio Nobel de Literatura 2011

En las XX jornadas internacionales de la Poesía de Malmö, las miradas del público estaban dirigidas a Tranströmer. El festival que condujo por años Lasse Söderberg, el notable poeta, tenía la particularidad de entrelazar música y poesía, aprovechando el hecho de que no son pocos los poetas suecos que, a su vez, son notables músicos.

Tuve el gusto de participar en la edición de 2006, con Tomas Tranströmer y, entre otros, con los poetas latinoamericanos Eduardo Lizalde y Mirko Lauer.

Bastó ver a Tranströmer llegar empujado en su silla de ruedas por su esposa Mónica, para revolver en el amasijo de la memoria versos suyos y, antes que nada, recordar que este psicólogo de profesión y poeta de todas las pasiones es un virtuoso músico.

Como se anunciaba un breve concierto de piano del poeta, recordé unos versos suyos que emocionan: "Después de un día negro toco a Haydn", y pienso lo mismo que entonces: que si viviera acá el poeta escandinavo, todas las noches tendría que interpretarlo, dado el color de nuestros días.

Llegó al teatro, tocó con la mano izquierda varias composiciones, que hicieron, al punto, que olvidáramos su minusvalía.

Tras el saludo que le dimos Víctor Rojas y yo, esbozó una sonrisa, nos habló en el esperanto de los gestos, que también es el esperanto de silencios bien habitados, y sonrió con una sonrisa inteligente y casi arcangélica.

Luego, escucharíamos "La Orquesta de los Sueños", un conjunto de músicos vivaces que reúne año tras año Söderberg para el festival.

Después, tendría noticias de Tranströmer sobre un poema en el que habló del país; luego, noticias de sus continuas nominaciones al Nobel y ahora de la obtención de su premio. Es un premio a la poesía del país de Largervist, de Ekeloff, Martinson y Söderberg.

Juan Manuel Roca
Especial para EL TIEMPO

Algunos poemas del Premio Nobel de Literatura

El bogotano Víctor Rojas y la escritora sueca Maria Kallin le compartieron a los lectores de EL TIEMPO algunos de los poemas que han traducido del escritor Tomas Tranströmer.

Volante

La muda cólera garabatea dentro de las paredes.
Árbol de fruta florecido, el cuclillo grita.
Es el sedante de la primavera. Pero la muda cólera
pinta sus consignas de para atrás en el garaje.

Vemos todo y nada, pero levantados como periscopio
maniobrado por huraña tripulación clandestina.
Es la guerra de los minutos. El ardiente sol
descansa sobre el hospital, parqueadero del sufrimiento.

¡Nosotros, clavos vivientes martillados en la sociedad!
Algún día nos desclavaremos de todo.
Sentiremos el aire de la muerte bajo las alas
y seremos más tiernos y más salvajes que aquí.

**

Berceuse

Soy una momia que descansa en el sarcófago azul de los bosques, en el
eterno bullicio de motores y caucho y asfalto.

Lo que ha pasado durante el día se hunde, las tareas son más pesadas
que la vida.

La carretilla rodó en su única rueda y yo mismo viajé
en mi deschavetada psique, pero ahora los pensamientos han cesado de vagar
y a la carretilla le han salido alas.

En el tiempo, cuando el espacio sea negro, habrá de llegar un avión.
Los pasajeros verán abajo brillar las ciudades como el oro de los
góticos.

**

Epigrama


Edificaciones del capital, colmenas de abejas asesinas, miel para pocos.
Allá fue sirviente. Pero en un oscuro túnel extendió sus alas
y alzó vuelo ante la vista de nadie. Tiene que volver a vivir su vida.

**

Portarretrato de mujer - siglo XIX

La voz se ahoga en el ropaje. Sus ojos
siguen al gladiador. Y después ella misma
en la arena. ¿Libre? Un marco dorado
eriza el cuadro.

El Fondo de Cultura Económica prepara antología que incluye poemas del nuevo Premio Nobel

Este es uno de los poemas que tradujo el escritor mexicano Homero Aridjis de Tomas Tranströmer y que se incluye en la antología 'Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959', que se presentará en noviembre en la Feria Internacional del Libro de Guadajalara. La compilación estuvo a cargo de Tedi López-Mills.

Pájaros de la mañana

(Traducción de Homero Aridjis, en colaboración Pierre Zekeli)

Despierto el coche
cuyo vidrio está cubierto de polen.
Me pongo los lentes de sol.
La canción de las aves oscurece.

Otro hombre compra un periódico
en la estación de trenes,
cerca de un vagón de carga,
rojo de herrumbre
centelleando al sol.

Nada vacío por aquí.

A través del calor primaveral
por un corredor frío
alguien viene de prisa
y cuenta que lo han calumniado
en la dirección.

En el paisaje, por la puerta trasera,
llega la urraca blanquinegra,
el pájaro del Diablo
y el mirlo que se mueve a troche y moche
hasta volver todo un dibujo de carbón,
excepto los trajes blancos en la cuerda de ropa limpia:
un coro de Palestrina.

Nada vacío por aquí.

Estupendo sentir cómo crece mi poema
mientras yo me reduzco.
Crece y me reemplaza.
Me ahuyenta.
Me echa del nido.
El poema está acabado.

(*Tomado de Tedi López Mills (comp.), Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959, Fondo de Cultura Económica, México, 2011 (Colección Poesía); esta obra se presentará en la próxima FIL de Guadalajara.)