Descendencia
Ángel Guache
Celia dio a luz un hermoso botón. Creyó que había sido un sueño. Con sorpresa vio que el botón la seguía por la casa pidiéndole que lo amamantara con hilo blanco y que le cantase una nana.
La bella durmiente del bosque y el príncipe
Marco Denevi
La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al príncipe. Y cuando lo oye acercarse, simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho, pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos.
El adivino
Jorge Luis Borges
En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado o si pasará. El candidato responde que será reprobado…
Cotidiana
Miguel Gómes
Tras una discusión, coloqué a mi mujer sobre la mesa, la planché y me la vestí. No me sorprendió que resultara muy parecida a un hábito.
El retorno del Hombre Polilla
Mono Sapiens
Ya en su temprana infancia mostró signos de un profundo ensimismamiento no detectado por sus padres, que lo consideraban un niño apocado, algo asustadizo, pero aplicado en los estudios. Sin embargo, en la adolescencia, el desmadre hormonal, el rechazo por su propio cuerpo, el miedo al ridículo, se combinaron en una nefasta mezcla que catapultó su timidez hasta extremos sobrenaturales.
En su adultez, trabajó en una compañía de seguros, en los sótanos de la sección archivos. Hasta que una mañana de otoño sufrió un ataque de pánico que lo paralizó por completo. Renunció al trabajo y se encerró en su armario por tres meses, en los que se mantuvo mordisqueando las partes más nutritivas de su vestuario. Lo sacaron los bomberos, alertados por algún vecino.
En el manicomio, desarrolló aún más su retraimiento y una obsesión devoradora por las toallas y las sábanas, obligando a los enfermeros a mantenerlo maniatado y en preventivo aislamiento.
Sin embargo, cuentan las viejas del barrio, que masticó su chaleco de fuerza y escapó de la clínica siquiátrica en un domingo de enero. Y que anda desnudo por las terrazas del vecindario, robándose las ropas colgadas o dejando jirones deshilachados sobre los techos. Que en las noches de luna llena ataca a los bienvestidos, que les arranca las prendas de un manotazo limpio y se las come, mostrando sus dientes afilados.
Por eso y otros temores, mi pueblo anda en harapos. Y todas las noches cuelgan de sus ventanas bolsitas de naftalina...
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René Avilés Fabila
Oriundo de Hamelínn, soy flautista y alquilo mis servicios: puedo sacar las ratas de una ciudad o, si se prefiere, a los niños de un país sobrepoblado.
A Circe
Julio Torri
¡Circe, diosa venerable! He seguido puntualmente tus avisos. Más no me hice amarrar al mástil cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme. En medio del mar silencioso estaba la pradera fatal. Parecía un cargamento de violetas errante por las aguas.
¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí.
La Tortuga y Aquiles
Augusto Monterroso
Por fin, según el cable, la semana pasada la Tortuga llegó a la meta.
En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones.
En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.
Bodas de fuego
Guillermo Samperio
Un cerillo ataviado de novio, sale hacia la iglesia. Al llegar, se entera, por boca de los cerillos parientes, que la novia escapó en compañía de un cerillo vestido de amante. El novio frota la cabeza contra la desgracia y aparece un pequeño bonzo ardiendo bajo el cigarro.
Para mirarte mejor
Juan Armando Epple