"Pensar nuestro tiempo con instrumentos que expresen lo que nos ocurre"
El camino abierto por María Zambrano está por recorrer. fotos. fuente:elpais.com
Un francés, un inglés o un alemán no se harían esa pregunta porque lo tienen claro. El hispanohablante, sí, por dos razones: porque pensar, pensar se hace en griego o en alemán, como dejó dicho Heidegger. La cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque nosotros nos lo hemos creído. Cuando decimos que el español piensa narrando, es decir, haciendo literatura, estamos reconocimiento que lo nuestro es una forma de pensar menor. La segunda razón es la invasión de una industria cultural que se escribe en inglés, y eso tiene un inconveniente. Nos pasa lo que a aquel joven cubano que estudiaba economía con libros traducidos del ruso, pensados para problemas que no existían en la pequeña Cuba.
No se trata de reivindicar el pensamiento castizo, sino de pensar nuestro tiempo con instrumentos que expresen lo que nos ocurre, huyendo de conceptos abstractos que nada dicen o de categorías colonizadoras que tanto deforman. Durante más de veinte años hemos dispuesto de un laboratorio excepcional para calcular el punto en que se encuentra el pensar en español. Ha sido la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, que está a punto de concluir. Para que la ingente masa de proyectos y publicaciones ahí reunidos de salto cualitativo, necesita identificar referentes cognitivos específicos que confieran personalidad al pensar en nuestra lengua.
Los principales son éstos. En primer lugar, la naturaleza de una lengua, el español, hablado por vencedores y vencidos; conquistadores y conquistados. Estamos ante una lengua que encierra experiencias enfrentadas de una historia común. Explicitar esas experiencias dará un colorido específico al pensamiento. Al pensar teniendo en cuenta la memoria, no tendrá cabida, por ejemplo, una teoría de la verdad que legitime algún tipo de injusticia.
En segundo lugar, el exilio. El pensar como exilio. Hay un antecedente en el judaísmo que durante siglos hizo de la diáspora una forma de vida y de pensamiento. El exilio, tantas veces padecido en nuestra historia, debería ser elegido como estructura cognitiva. El camino abierto por María Zambrano está por recorrer.
En tercer lugar, el barroco como figura cultural en la que cristaliza una forma de representación del mundo en la que encuentra acomodo nuestro modo de ser. Opción clara de la imagen sobre el concepto, con un añadido de gran actualidad: en la vida ocultada en las calaveras y escombros reside la posibilidad de un futuro diferente.
En cuarto lugar, el marranismo, esa experiencia que nos es tan familiar y que consiste en pensar nuestro presente desde un lugar ajeno. Como en el caso de Spinoza, "el marrano de la razón", se trata de superar el tiempo y el espacio sin refugiarse en la abstracción y sin renunciar al compromiso con nuestro tiempo.
Y, finalmente, el ensayo como forma de expresión. La filosofía, tiene por tarea "elevar su tiempo a conceptos"; el ensayo añade un matiz: eso hay que hacerlo desde el compromiso estético y ético. Estético, ya que se le exige belleza formal, capacidad representativa; y ético pues se pide al autor que ejerza de intelectual. El ensayista no puede ser sólo un académico ni un mero erudito: es un pensador comprometido con las angustias y esperanzas de las que habla.
La creación de una comunidad cultural iberoamericana debería tener como núcleo orgánico la pregunta por el pensar en español, una pregunta que se articula en torno a ejes como los aquí descritos.