De mujeres, madres y parejas Homenaje a la Mujer
Las
bandas paralelas
Humberto Rivas
Nuestras bandas eran paralelas, pero nuestros horarios eran distintos:
mientras yo avanzaba hacia el zepelín de las cuatro de la tarde, ella volvía a
casa en el zepelín de los trabajadores que salían a las tres y media. En
incontadas ocasiones nuestros ojos se habían encontrado, anhelantes. Aquella
sombría tarde de verano, ella se decidió: sus labios se desprendieron de su
hermosa boca y llegaron hasta los míos como pájaros blancos, aleteando
suavemente. En el mismo instante ella cayó fulminada; de la ventana de su
departamento había salido un rayo violeta que se insertó limpiamente en su
nuca. Comenzaron a sonar las sirenas; todos en las bandas permanecimos quietos.
Yo levanté la vista hacia la ventana, aún llevaba aquellos labios trémulos
pegados a mi boca. Entonces lo vi: el Compañero Asignado de ella me miraba con
ojos encendidos. Pronto llegarían los miembros de la guardia de Orden para los
Trabajadores y se lo llevarían, quizás para siempre.
Un destino
Manuel Cofiño López
La Nati, no sé qué tiene esa mujer, rara es. Cuando llueve camina sin
apurarse bajo la lluvia. Esa mujer tiene algo raro porque uno no puede verla
caminar, moverse así como lo hace, sin creer que todos los hombres la siguen
arrastrándose, tratando de besarle las pantorrillas. Uno no puede mirarla u
rato sin darse cuenta que es más una hembra que todas las hembras de aquí
juntas; que tiene que sentir el jadeo de todos los hombres que la siguen, los
labios de todos los hombres que quieren llegarle a los muslos, los dientes de
todos los hombres que quieren llegarle a las caderas, las lenguas de todos los
hombres que quieren lamerle las pantorrillas. Uno mirándola andar, así como
anda, moverse como se mueve, piensa que debe sentir el vaho de todos los
hombres subiéndole por los muslos. Uno, mirándola quieta, se da cuenta que
ningún hombre podrá tener a esa mujer, porque es demasiada mujer para un
hombre; pero cuando echa a andar, uno se da cuenta que esa mujer nunca será de
nadie porque una mujer así no puede ser de nadie. Uno la mira y no sabe qué
tiene esa mujer, algo así que parece más mujer que todas las mujeres juntas. Y,
aunque ella trata de disimularlo, aunque ella, desde que está con él, trata de
parecer decentica y de su casa, uno, cuando la ve caminando, moviéndose así
como lo hace, se da cuenta que el más leve gesto suyo, que hasta la señal de la
cruz que hace cuando caen los truenos, su más decente gesto, es más indecente,
mil veces más excitante y turbador que si todas las mujeres que hay aquí se
desnudaran al mismo tiempo. Yo no sé qué tiene esa mujer, pero da la impresión
cada vez que uno la mira, que por una fracción de segundo uno no la ha visto
desnuda porque acaba de tirarse la ropa de encima para que uno se muera del
brinco de la sangre. Pero esa sensación de que nos ha salvado la vida dura
poquito porque en seguida, con tal de que uno siga mirándola lo suficiente, ve
caer sus vestidos en pedazos y regarse por el suelo. Uno la mira y siente que
esa mujer ante los hombres siempre estará desnuda. Yo no sé qué tiene esa
mujer. Algo raro que no se sabe de dónde le viene, qué es, pero parece más
mujer que todas las mujeres juntas. Uno no tiene más que mirarla para que la
sangre se ponga pastosa y se le trabe a uno la vida entre las piernas. Esa
mujer no sé qué tiene. ¡Es como un destino!
Entregas
Oliverio
Girondo citado por Gustavo Sainz
Se miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan, se desnudan, se
respiran, se acuestan, se olfatean, se penetran, se chupan, se demudan, se
adormecen, despiertan, se iluminan, se codician, se palpan, se fascinan, se
mastican, se gustan, se babean, se confunden, se acoplan, se disgregan, se
aletargan, fallecen, se reintegran, se distienden, se enarcan, se menean, se
retuercen, se estiran, se caldean, se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen, se repelen, se enervan, se apetecen, se
acometen, se enlazan, se entrechocan, se agazapan, se apresan, se dislocan, se
perforan, se incrustan, se acribillan, se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen, se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan, se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan, se rehúyen, se evaden y se entregan.
La
madre impostora
Yin Shao
Dos hermanos, en Yingshuan, compartían una casa con sus respectivas
esposas. Las dos mujeres esperaban dar a luz en una misma fecha, pero la mayor
tuvo un aborto y a nadie se lo dijo. Las futuras madres fueron confinadas
juntas para que dieran a luz, y cuando nació el hijo de la menor la otra lo
robó.
Pasaron tres años y la mujer menor, acongojada, seguía pidiendo la
devolución de su hijo, pero la otra no cedía para nada. Hasta que el caso fue
llevado al ministro Huang Pa.
Huang Pa ordenó que el niño fuera puesto a diez pasos de las dos madres y
que, a una señal suya, fueran por él. Cuando ellas tomaron al pequeño se lo
disputaron con tal coraje que parecía que lo iban a destrozar. El niño lloró
dolido e inconsolable. La mujer menor, temiendo por la vida del infante, lo
soltó.
La impostora, llega de satisfacción, dijo; “Lo gané porque es mío”. La
madre verdadera se sumió en la tristeza más profunda.
Entonces Huang Pa sentenció: “El niño pertenece a la menor, puesto que
prefirió soltarlo para que no muriera”.
Parejas
Rafael Arenales
Un hombre y una mujer se encuentran y se dan las manos,
los cuerpos, las almas y bailan.
Uno es en el otro y comulgan.
Se desgarran, se arman, se devoran, se amurallan, se
abandonan. Se pudren solos, deshabitados y ya muertos se acompañan hasta que la
muerte los separe.
Peligrosas
Henri Michaux
Era del tipo de
esas tibetanas a la antigua que se casaban hasta con cinco hombres (a la vez,
naturalmente) y que sin duda los tenía en línea, y hasta los ponía en
penitencia.
He visto a una
de esas mujeres, manejando el dinero y dando órdenes, sargentona entre
mocetones recios y dóciles de 1.80 m.