El territorio de la Novela: La imaginación
El escritor Mario Vargas Llosa y el secretario de estado de Cultura, José María Lassalle, abogan por la literatura contra el estancamiento y la enajenación de la sociedad
Mario Vargas Llosa con escritores peruanos. / Daniel Mordzinski./elpais.com |
El escritor y premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, inauguró la tarde del lunes las actividades por la primera edición del Premio Bienal de Novela
que lleva su nombre, y enfocó su pensamiento en la educación,
argumentando que la enseñanza de habilidades prácticas no debe ir en
detrimento de las humanidades.
“La educación ha pasado a ser una preocupación central de nuestro
tiempo, pero no piensen que sacrificando las actividades aparentemente
imprácticas como las humanidades se puede conseguir más rápidamente el
progreso. Se puede conseguir un mundo de especialistas de técnicos, de
autómatas manipulables, un mundo que puede ser fácilmente enajenado por
los poderes de este mundo, algo que es mucho más difícil de conseguir de
una sociedad impregnada de esa supuesta irrealidad que es el mundo
paralelo de la literatura”, dijo en el Museo de Arte Contemporáneo en la zona sur de Lima.
“Tenemos que impregnar nuestras sociedades de literatura, soy un
convencido de que la literatura es un ingrediente fundamental de un
ciudadano de una sociedad moderna”, añadió.
El novelista peruano comentó que era la primera vez que se encontraba
en Lima, con amigos y colegas escritores a quienes suele ver en otros
países. “Son tantos que creo que por unos días Lima es la capital de la
literatura”, sugirió.
El Bienal de Novela y el programa de mesas redondas en torno al
concurso han sido una iniciativa del grupo empresarial peruano Hoschild,
la Cátedra Vargas Llosa y Acción Cultural Española, entre varias otras
instituciones.
Vargas Llosa sostuvo que “la literatura no es estéril. Puede parecer
una actividad puramente placentera, una especie de anestesia del
espíritu que se aparta del mundo de lo real, pero esa operación tiene
consecuencias enormes y valiosas en la vida real, sobre todo para las
sociedades que no quieren quedarse estancadas y caer en el conformismo, y
mantenerse vivas, críticas, renovadoras, creativas”.
En un tono similar, el secretario de Estado español de Cultura, José María Lasalle argumentó sobre el valor de la literatura.
“Quizá (la literatura) nos permita combatir esa otra barbarie
silenciosa que está probablemente en manos de la cosmovisión que
convierte a los seres humanos en artefactos, pasando tantas horas en el
ordenador, sumergidos en una pantalla, incapaces de comprender la propia
realidad, porque necesitamos surfearla, sin entrar nunca en el meollo
de la propia cotidianidad que está a nuestras espaldas”, opinó Lassalle.
“Eso es lo que de alguna manera nos está minando en nuestra propia
dignidad humana y, sobre todo, en nuestra propia pulsión de seres
sensibles y que es lo que precisamente nos hace todos los días posible
la literatura. Los libros que nos dan la libertad para ser críticos y
para ser humanos. Necesitamos una revolución de lo sensible y la
literatura puede protagonizarla”, añadió el secretario de Estado.
“Me preocupa la desertificación cultural que erradica los santuarios y
los reductos humanísticos que todavía subyacen bajo la fisonomía humana
y que favorecen la mutación que está en el rostro de una barbarie que
sustituye la reflexión, que niega la autoridad epistémica del
conocimiento, que hace transversal lo que exige jerarquía de valores,
jerarquía intelectual; que extingue la identidad sensible. Creo que eso
debe preocuparle a la literatura”, sugirió.
Lassalle también dedicó un momento al recientemente fallecido Adolfo Suárez.
“Hemos sentido la pérdida de un político que fue un escritor de un
relato político -la transición-. Me gustaría mencionarlo porque desde la
política tuvo la audacia de tender la mano a la empatía de quien no
piensa como él, pero quiere aprender de las razones del otro, para
juntos todos escribir juntos el relato de un destino colectivo en común y
en paz”.
En el acto inaugural del Bienal de Novela, el narrador peruano Alonso
Cueto fue el animador de un diálogo con dos de los tres escritores
finalistas, el español Juan Bonilla y el colombiano Juan Gabriel
Vásquez, autores de Prohibido entrar sin pantalones y Las reputaciones, respectivamente.
Vásquez relató que en sus novelas plantea un tema que le preocupa:
“La exploración del pasado que no es tan fijo, es móvil. Crecemos y nos
educan con la idea de que el pasado está escrito en piedra, y luego nos
damos cuenta de puede modificarse. Encontramos una foto, una carta y
todo sobre lo que hemos construido lo que somos empieza a cambiar, sufre
un remezón”.
Luego Bonilla dibujó algunos rasgos de su relato finalista, basado en
la vida del poeta ruso Vladímir Maiakovski. “Los del futurismo ruso
creían que la poesía está en todas partes. Él empezó como uno de esos
autores extraños del siglo XX: de la nada adquirió verdadero poder
porque fue un colaborador muy cercano de Lenin y Trotsky, pero luego de
la muerte de Trotsky, Maiakovsky vuelve a la nada. Era un gran poeta
cuando jugaba a la contra del poder: la poesía puede decir algo
cuando está contra la autoridad competente, sino se vuelve propaganda”,
agregó el narrador andaluz.