El suplicio del aroma de sándalo, la primera novela traducida directamente del chino al español del Nobel de 2013, debuta en las librerías españoles
Mo Yan, autor chino de El suplicio del aroma del sándalo./elmundo.es |
Para un editor independiente publicar la literatura de un Premio Nobel es un milagro, un sueño o un privilegio. A veces, es todo eso a la vez.
Se trata de una prerrogativa que sólo conceden algunos dioses, los
que tienen capacidad para ello, y lo hacen en muy contadas ocasiones. A
Kailas y a mí nos sucedió en el extraño otoño de 2012, mientras la Academia Sueca incendiaba el universo literario anunciando la máxima distinción posible a Mo Yan.
Entonces, en sus exiguas e infrecuentes alocuciones públicas más allá
de las absolutamente exigibles e ineludibles, el autor de Shandong
manifestó, con un argumento totalmente 'moyanesco', que "ganar no
representa nada. Seguiré trabajando duro. Muchas gracias a todos".
Y, en cuanto pudo, se fue a su pueblo, con su padre,
"para ver el campo" y para encerrarse en la habitación a crear otra
novela; probablemente, la misma en la que aún continúa embarcado.
Algunos años antes, en 2001, había escrito 'Tan xiang xing', o 'El
suplicio del aroma de sándalo', la obra que ahora Kailas publica en
castellano, y que llega hoy a las librerías de todo el país.
Se trata de un trabajo monumental, casi excesivo, casi inabordable.
Pero, para su beneficio último, no es ninguna de estas dos últimas
cosas: más bien, sólo la primera.
Mo Yan es tan parco y preciso cuando habla como extenso y preciso
cuando escribe. Y claro cuando habla, y brillante cuando escribe.
Después de 'Grandes pechos amplias caderas', o de 'La vida y la muerte
me están desgastando', obras extraordinarias que se alzan en lo más alto
de su biografía, lo ha vuelto a lograr: 800 colosales, asombrosas, majestuosas páginas que son accesibles, y también deliciosas, como el suplicio de leerlas, de una en una.
El autor de 'Las baladas del ajo' ha escrito una novela que le acerca
más que ninguna de sus otras obras a los territorios de la ficción
histórica; aunque, en realidad, la fidelidad a la Historia no sea un
asunto que parezca preocuparle tanto como darle la vida adecuada, y la voz pertinente,
a cada uno de sus complejos y a veces misteriosos, como lo somos los
humanos, personajes. Unos llenos de sombras, sobreviviendo a sí mismos.
Como hace a menudo, Mo Yan cuenta sin moralina ni tampoco disimulo la
dolorosa y cruenta lucha antiimperialista que libraron los agricultores
y artesanos -aunque no sólo éstos- contra la influencia de Occidente
durante la Rebelión de los Bóxer, entre 1898 y 1901.
Escrita de un modo cuya estructura y desarrollo recuerda al de la
ópera local 'Maoqiang', la nueva novela en castellano del Premio Nobel
contiene los ingredientes que invitaron a la Academia a premiarlo: una
buena dosis de realismo alucinatorio, o de genio hiperbólico; un lenguaje preciosista
aunque en ocasiones lo que cuenta resulte, de tan real,
desconcertantemente desagradable; unas descripciones imposibles para
cualquiera, excepto para él; su dibujo grotesco, y real; sus personajes
potentes, en especial las voces femeninas; y, por supuesto, el ejercicio
de una narración extremadamente hábil por la que el lector transita
sólo con el esfuerzo necesario, y con una elevadísima satisfacción.
Como en 'La república del vino', tal vez la obra más 'hiperbólica' de
Mo Yan, en 'El suplicio del aroma de sándalo', Mo Yan se muestra
exigente con sus propios personajes, y los muestra como son: valientes y
cobardes a la vez, ambiciosos, perversos; locos y cuerdos. Contradictorios.
Con la maestría que ya ha ejercitado antes, seduce al lector desde el
inicio y le marca un ritmo estricto que se nutre de constantes
recompensas.
Una de ellas es, sin duda, la extrema calidad de la traducción.
Traducido directamente del chino, Blas Piñero Martínez, al mejor estilo
del maestro Goldblatt, logra aunar fluidez, fidelidad y profundidad. Su
excelente trabajo de algún modo convierte la lectura de esta obra de Mo
Yan en una experiencia especialmente placentera para los más exigentes:
las más de 300 notas con las que aclara las posibles dudas de los
lectores agregan una dimensión que hasta ahora no había existido en las
obras de Mo Yan traducidas al castellano.
Sonidos
"Es, sobre todo, sobre el sonido", contestó Mo Yan cuando, buscando
respuestas a la cuestión que le planteaban: sobre qué trataba esta
novela. Y, de algún modo, es así. El sonido de los trenes y los vagones atravesando las vías de Gaomi;
el eco rebelde de los líderes de la "revuelta de los boxeadores", como
los llamaron los ingleses; el retumbo bravucón de los "demonios
alemanes"; y, también, el sonido roto y perturbador que emiten los
adversarios capturados, los enemigos torturados.
Allí, en esa difuminada y prolongada franja entre la vida y la muerte en la que impera el dolor máximo y el sufrimiento más
cruel, allí donde verdaderamente se aplica el suplicio del aroma de
sándalo, Mo Yan se detiene. Sin buenos ni malos, uno decide a quién
cree; sin toda la maldad en el verdugo, y sin toda la bondad en el
atormentado, uno decide a quién quiere.
Y a quien se admira. Porque mientras uno decide, con su ritmo embriagador atravesando esta delirante historia y unos personajes extáticos
que parecen -que son- más reales que cualquiera de nosotros, el autor
nos incorpora a esta Rebelión violenta y compasiva, a veces desalmada, e
incluso así divertida, para integrarnos y hacernos parte indisoluble de
la historia: así de nítida se vive.
En su discurso de aceptación del Premio Nobel, Mo Yan explicó que fue
al escribir esta novela cuando se sintió más cerca de ser aquello que
vio tantas veces cuando era un niño: un contador de historias en una plaza pública. Eso es lo que siempre quiso ser, según explicó. Y en eso se ha convertido.
Ángel F. Fermoselle es editor de Kailas, el sello que publica los libros de Mo Yan