sábado, 30 de marzo de 2013

Bibliotecas, milagros en piedra

Una muestra rescata la figura de Henri Labrouste, un ingeniero-arquitecto proto-modernista, pionero de la construcción en hierro

Bibliothèque Ste-Geneviève, París. 9 cúpulas están suspendidas sobre delgadas columnas de hierro a más de 10 metros./Revista Ñ
 "Henri Labrouste: Estructura sacada a la luz" en el Museo de Arte Moderno de Nueva York es elegante y adusta, como la obra de Labrouste. El nombre tal vez no le resulte familiar, pero no deje que eso le impida ir a ver la muestra. Es fantástica. 
Labrouste murió en 1875, a los 74 años, dejando dos de los mayores edificios del siglo XIX, la Bibliothèque Ste.-Geneviève y la Bibliothèque Nationale, milagros de la construcción en piedra, hierro y vidrio en París. 
Hay toques maravillosos, como las mesas de dibujo realizadas siguiendo los diseños de muebles de Labrouste en Ste.-Geneviève, donde están desplegados los dibujos. Son ideales para estudiar trabajos en papel. Los dibujos de la sala inicial sirven para recordar cómo solía ser el gran oficio del dibujo. Lamento que no veamos los de otros edificios además de las bibliotecas. 
Labrouste diseñó residencias privadas en distintos estilos tradicionales. La inferencia de su ausencia ­--que, obligado a ganarse la vida, tuvo que tomar encargos convencionales-- desmentiría su reputación de intransigente. Un hombre serio y orgulloso que no se doblegaba ante nadie. 
El que vemos en el Modern es en gran medida el Labrouste que el crítico Sigfried Giedion identificó durante buena parte del siglo pasado como un ingeniero-arquitecto proto-modernista, un pionero de la construcción en hierro.
Aunque eso continúa vigente, Labrouste resulta como mínimo igualmente interesante en la actualidad por la complejidad de su pensamiento. En nuestra época de arquitectos-estrella él constituye un caso instructivo por su voluntad de no hacer concesiones y su estética híbrida y poco ortodoxa, que alió industria y clasicismo. 
La sobriedad del exterior de Ste.-Geneviève proviene del minimalismo de su diseño: repisas continuas recorren la longitud de la larga fachada en la cornisa y entre los dos pisos, con simples coronas de piedra aparentemente colgadas de la repisa inferior sobre círculos o pomos de hierro. Ventanas de medio punto sin adornos marcan las únicas interrupciones en la pared de la planta baja, salvo por la puerta del frente. 
El piso superior de la fachada, anunciando la arquitectura de la sala de lectura que alberga, presenta una galería poco profunda de arcos que contienen una grilla de placas con las inscripciones de los nombres de 810 escritores. Están enumerados en hileras debajo de las grandes ventanas-luneta, los triforios de la sala de lectura. 
Tal como los que se ven entre las coronas de abajo, los círculos que hay en los espacios entre las ventanas son remaches y sostienen tirantes para los entramados del piso y las bóvedas de la estructura de hierro en el interior. 
Efectivamente, Labrouste, convierte el esqueleto estructural del edificio en su motivo decorativo. Después de Ste.-Geneviève, Labrouste trabajó durante los últimos 21 años de su vida en la Bibliothèque Nationale, con su sala de lectura cuadrada que es como una colmena bañada de luz con nueve cúpulas suspendidas sobre un bosque de delgadas columnas de hierro de 10 metros de alto. Allí donde las ventanas no perforan las paredes superiores, paisajes pintados reflexionan sobre el tema pastoral, con la bóveda de hierro de las estanterías de libros, también bajo la luz natural, visible a los lectores a través de una elevada pared de vidrio y separada por una arcada monumental. Labrouste dedicó la mayor parte de su vida activa, con un salario gubernamental, a obras de arquitectura pública. 
Trascendió los materiales para llegar a edificios funcionales de una delicadeza etérea. Nada era demasiado insignificante para su atención. 
Después de 12 años, Ste.-Geneviève entró en el presupuesto. 
Labrouste dio la noticia al ministro de turno y obtuvo autorización para cambiar la puerta de entrada en hierro fundido por una de bronce. Un perfeccionista hasta el más mínimo detalle.