De dioses, infiernos y blasfemias
Dios
Augusto Monterroso
Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está
imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.
El fin del mundo
Carlos Isla
El fin del mundo ocurrió cuando
Cristo murió en la cruz. Nosotros sólo somos el alma en pena de los pecadores,
de ahí que la existencia nos parezca un infierno.
En la cruz
Marco Antonio Campos
Oía gritos, gritos. El crucificado volvió la vista hacia sus pies y vio a María Magdalena, a María, madre de Santiago y José, a un ramo de mujeres.
Sobre su cabeza, en la cruz, se
leía: ESTE ES JESÚS, REY DE LOS JUDÍOS. A sus flancos estaban crucificados dos
ladrones.
Alzó de nuevo la cara y vio entre
sombra la impresionante multitud que esperaba su muerte. El aire se llevaba y
le llevaba insultos, befas, rumores. Oyó de pronto: “Si eres hijo de Dios,
sálvate tú mismo.” Sacerdotes, escribas y ancianos lo escarnecían
despreciativamente. Se sintió aturdido y pensó que lo mejor sería que acabara
pronto. De súbito su vista se detuvo en un rostro que gritaba y reconoció a un
mudo al que había hecho hablar. Trató de seguir los rostros en la multitud, y
fijó cerca del templo a un ciego al que había hecho ver y cuyos ojos llameaban
ahora de ira y de odio, y junto a él, embriagándose, a un leproso al que había
sanado, y no muy lejos de ellos, a un paralítico al que devolvió la movilidad y
que ahora se divertía haciendo gestos y ademanes obscenos. En ese instante,
lleno de incomprensión y dolor, volvió los ojos hacia el cielo y gritó por
última vez a su Padre.
Tierra de bienaventurados
Howard Rollin Patch
Los bienaventurados le dicen: “Dios nos puso en esta tierra, porque somos santos, pero no inmortales”. No tienen “vino, ni campo labrado, ni trabajos de madera o hierro, ni tienen casa ni edificio, ni fuego ni espada, ni hierro forjado o no forjado, ni plata, ni oro, ni aire demasiado denso ni demasiado sutil” Tienen esposas sólo durante el tiempo suficiente para engendrar dos niños, y después de eso se retiran de la compañía de los demás y viven castamente, sin saber que hayan conocido jamás la relación marital. Uno de los niños está destinado al matrimonio y el otro a la virginidad. “Y no hay cuenta de tiempo, ni semanas, ni meses, ni años, pues todo nuestro día es un solo día… La fruta de los árboles cae espontáneamente, para que la comamos, a la sexta hora” “Pero cuando llega la época de los cuarenta días, todos los árboles cesan de producir fruta, y el maná que (Dios) concedió a nuestros padres llueve del cielo…” Los bienaventurados mueren al fin en paz, amor y quietud, “porque no tenemos tormento, ni enfermedad, ni dolor en nuestros cuerpos, ni agotamiento, ni debilidad…”
Regresa Zósimo como llegó. Los
árboles se inclinan, lo reciben y lo pasan al otro lado. Vuelve la tormenta a
recogerlo en sus alas, y el camello lo conduce otra vez en su lomo a su punto
de origen.
Parábola
Roberto Bañuelas
No caminé sobre las aguas para
lograr la admiración de los necios o el asombro de los ingenuos, sino para
lavar mis pies y retornar puro al infierno de los hombres.
Fantasía filosófica
Roberto Cuevas
Érase de un filósofo que cuando
se dio cuenta de que lo único que estaba realmente cierto era que no sabía
nada, se puso a inventarlo todo…
Al séptimo día descansó
Los cuatro fuegos
Jorge Luis Borges
Fursa, nos dice Beda, fue una asceta irlandés que había convertido a muchos sajones. En el curso de una enfermedad fue arrebatado por los ángeles en espíritu y subió al cielo.
Durante la ascensión vio cuatro
fuegos que enrojecían el aire negro, no muy distantes uno del otro.
Los ángeles le explicaron que
esos fuegos consumirán el mundo y que sus nombres son Discordia, Iniquidad, Mentira
y Codicia. Los fuegos se agrandaron hasta juntarse y llegaron a él; Fursa
temió, pero los ángeles le dijeron: No te quemará el fuego que no encendiste.
En efecto, los ángeles dividieron las llamas y Fursa llegó al paraíso, donde
vio cosas admirables. Al volver a la tierra, fue amenazado una segunda vez por
el fuego, desde el cual un demonio le arrojó el alma candente de un réprobo,
que le quemó el hombro derecho y el mentón. Un ángel le dijo: Ahora te quema el
fuego que has encendido. En la tierra aceptaste la ropa de un pecador, ahora su
castigo te alcanzará.
El enviado
Simón El Mago
Yo poseo la ciencia del bien y
del mal; yo lavo la sangre y la infamia, y para probarlo puedo obrar milagros.
Nerón me quiso decapitar y cayó la cabeza de un carnero. Cuando me persiguen
ando sobre las aguas, si estoy en la costa; y si en el interior, me remonto a
las nubes y luego bajo con el rayo que del cielo cae, emanación del fuego de
que Dios está formado. Cambio de figura; me convierto en insecto o en pájaro, según
me place. Una vez que me enterraron vivo, resucité radiante al tercer día.
Maniqueísmo
Mani
En la parte superior está la
Tierra Santa y resplandeciente de la luz; en la inferior la tierra de las
tinieblas. En el pináculo de la primera está el dios impasible; debajo, su hijo
frente a frente de Satán, soberano señor de la materia. Las tinieblas se
acercaron al reino de la luz y resultó la lucha. La luz victoriosa penetró en
el seno de las tinieblas, y éstas se encerraron. Pero la luz es activa y su impulso
produjo las formas múltiples y cambiantes que el Universo nos presenta. Ella es
el alma de todo lo que existe, el alma universal que en cada ser se expresa de
distinto modo. Ella es el verbo que habló por la boca de Zoroastro, de Orfeo,
de Sócrates, de Platón, de Jesús y de tantos otros. El mal lo produce la
materia; de ella vienen todas las acciones bajas, torpes, irreflexivas,
criminales. El hombre es libre, pero en él la materia le impulsa a veces el
pecado. Y su espíritu peca, no obstante ser parte de Dios mismo.
Sorpresa
Raquel Froilán García
El
Apocalipsis nos pilló por sorpresa, porque creíamos que nosotros teníamos razón.
Jinetes, trompetas, terremotos, plagas, ríos de sangre, eso sí, claro. Incluso
dragones y la prostituta de Babilonia. Pero ¿quién hubiera imaginado que ese
maldito lobo se iba a comer el Sol? ¿Eh? ¿Quién?
Ah, es verdad. Putos vikingos.
Siseneg
Daniel Frini
Seis días antes, murieron los animales. Cinco
días antes, la lluvia mató toda vegetación. Cuatro días antes, la niebla borró
cielo y firmamento. Tres días antes, el caos mezcló las aguas y la tierra. Dos
días antes desapareció el hombre. En el último día, dije "apáguese la
luz". Después, descansé.
José Joaquín Blanco
Cuando Teresa y yo llegamos al infierno. Minos se ciñó dos veces el cuerpo con su capa y nos mandó a ese círculo que se ha hecho famoso por la historia Francesa de Rímini y Paolo Malatesta. ¡Imposible soñar paraíso semejante! Desde que llegamos se dejó sentir el impulso afrodisíaco de las llamas y nos entregamos a una lujuria insistente. No tardamos mucho en contagiar a los demás condenados y así el Segundo Círculo del infierno se convirtió de pronto en escenario de increíbles orgías. Como es de suponerse, el Señor se enteró en el acto y cambió nuestra sentencia; desde entonces estamos en el paraíso, colocados a insalvable distancia, confundidos por los coros angélicos, purificados los dos de tal manera que parecemos creaciones de Botticelli, contemplándonos, solamente, contemplándonos, mientras todo el cielo tiembla y se desbarata como flamita nerviosa de cirio pascual ante las notas triunfales del tedeum.
Blasfemia
Jairo Aníbal Niño
Y Dios, desde la mata de su solitud, de
las distancias y del tiempo, había emprendido la búsqueda. Como un aire de luz
se desplazaba por el espacio infinito. Se había posado en planetas de piel de
niebla, en estrellas de entrañas irisadas, había viajado cubierto por el polvo
de un sol moribundo, se había metido en interminables ojos estelares, y había
llegado a galaxias llenas de un silencio blanco y duro. Fatigado, descendió un
día en un planeta calafateado por nieves eternas. Se dejó caer junto a una
montaña gemidora y mirando hacia el espacio, hacia un solecito tibio y unos
astros diminutos que lo acompañaban, decidió suspender la búsqueda, regresar a
su estrella apagada, y en el paroxismo de su soledad y desesperación, la
blasfemia estalló en sus labios cuando dijo: -He sido un iluso; el hombre no
existe.