Rosa Ribas y Sabine Hofmann firman un noir a cuatro manos y dos idiomas, y el resultado es Don de lenguas
Rosa Ribas y Sabine Hofmann, autoras de Don de lenguas./elmundo.es |
Una novela de dos cabezas, con dos protagonistas, una periodista
decidida a contar la verdad cueste lo que cueste y un inspector de
policía que sólo quiere hacer su trabajo, sin preguntarse si está bien o
mal ser la clase de policía que es. La última novela de Rosa Ribas,
'Don de lenguas' (Siruela), es un 'noir' clásico pero desdoblado,
y no sólo por sus protagonistas, sino también por sus autoras, porque
Ribas no es la única que lo firma. También lo hace la alemana Sabine
Hofmann, a quien conoció en la Universidad de Frankfurt, cuando ambas no
eran más que estudiantes.
¿Por qué escribir una novela a cuatro manos? En realidad no es una novela a cuatro manos, es una novela a tres manos, porque yo escribo a lápiz",
contesta Ribas. A continuación, explica que no es la primera vez que
Sabine y ella escriben algo juntas ("escribimos una especie de cuento
largo, de 70 páginas, como regalo para una amiga", cuenta), y que
después de aquella primera experiencia, las dos habían querido hacer
algo más. Y ese algo más ha resultado ser una novela histórico criminal
ambientada en la Barcelona del año 1952, la que acogió la celebración
del Congreso Eucarístico, que, en palabras de la propia Ribas, "acabó
con todas las ilusiones de aquellos que creían que la dictadura no
duraría, porque supuso el reconocimiento internacional del franquismo y
todos supieron que aquello iba para largo".
La reconstrucción de la Barcelona de entonces, una época en la que ni
Rosa ni Sabine existían aún, la autora la ha hecho "documentándome
muchísimo pero también hablando con mis padres, que sí vivieron todo eso
y que me daban los olores y la vida que necesitaba
para que los personajes no se limitaran a estar ahí sino que vivieran
realmente en esa época, que estuviesen plenamente inmersos en lo que
significaba tratar de investigar un asesinato entonces", explica Ribas.
El asesinato en cuestión es el de Mariona Sobrerroca, una conocida viuda
de la burguesía barcelonesa, a la que el lector conoce "por lo que de
ella dicen aquéllos que tratan de encontrar a su asesino", según Ribas.
Neolengua franquista
¿Y quiénes son? La citada periodista, Ana Martí, que apenas está
empezando en la sección de Sucesos de un periódico barcelonés, y el
inspector Isidro Castro de la Brigada de Investigación Criminal, a quien
la periodista resulta francamente molesta, y aceptará de mala gana que
cubra la investigación. "El lenguaje es muy importante en esta novela,
porque también lo era en esos años. Las palabras habían cambiado de
significado, algunas incluso habían desaparecido. Es decir, la lengua se utilizaba para decir cosas pero también para callarlas.
Y en ese contexto, Ana tendrá que decir mucho sin que se note lo que
está diciendo", explica la escritora, que lleva 22 años viviendo en
Alemania.
Rosa se encargó de la versión española de la historia y Sabine de la
alemana, de manera que cuando la novela estuvo acabada, tenían dos
versiones, la española y la alemana. "Nos repartimos los capítulos. Era
complicado ponernos de acuerdo. Entre otras cosas porque Sabine
necesitaba un esquema definitivo, mientras que yo prefería improvisar.
Cada una tiene la mentalidad del país del que procede. Y está claro que ella es más alemana que yo", bromea Ribas. Además de otra lengua, Sabine Hofmann ha aportado a la historia el contrapunto de aquel que la ve desde fuera.
"Comparando la posguerra que vivió Alemania con la que vivió España está claro que la nuestra fue mucho más dura, más oscura y más larga.
Ella hizo de contrapunto, permitiéndome descubrir cuáles eran los
aspectos más destacados de nuestra posguerra", explica la escritora, que
cuando ideó la historia (junto a Hofmann) no se había planteado una
posible segunda entrega, porque era, dice, "una historia cerrada", pero
ahora, la buena acogida de la novela, que en dos semanas ya ha alcanzado
la segunda edición, las ha llevado a esbozar el argumento de un segundo
asalto del que prefiere no hablar.