El modo intempestivo e inexplicable en que Arthur Rimbaud abandonó la escritura a los 20 años –después de haberse convertido, con Una temporada en el infierno, quizás en el poeta más inspirado de la lengua francesa– es un enigma que ha convertido al poeta en un mito cuya fuerza y magnetismo no parecen extinguirse
Arthur Rimbaud, un caso extremo y excepcional de precocidad poética; y después la errancia./pagina12.com.ar |
Muchos –devotos, escritores, críticos, académicos, biógrafos– han reconstruido con detalle obsesivo la vida que le siguió al abandono en Africa como comerciante y traficante de armas, marfil, cuero, café. Pero en todas esas reconstrucciones hay un punto ciego: un temprano viaje a la isla de Java, enrolado en un ejército del que desertó apenas pisó tierra para perderse en la jungla indonesia. Sin prometer revelaciones sensacionales, pero con una erudición ágil, mezcla de detective, crítico y aventurero, el escritor norteamericano Jamie James ofrece en Rimbaud en Java (La Bestia Equilátera) un viaje al punto más misterioso de esa misteriosa vida.
No hay muchos misterios que puedan compararse al de la vida de
Rimbaud; no hay muchas vidas que puedan compararse a la de Rimbaud.
Vivió muchas vidas, además; pero el acto radical, desgarrado, de
abandonar la literatura a los 20 años, después de publicar uno de los
libros más importantes de la historia de la literatura, Una temporada en
el infierno, dejarlo todo cuando otros recién empiezan a encontrar su
voz, siendo dueño no sólo de una voz sino de quizás el genio más
indiscutible de la poesía francesa, es una decisión que interpela casi
de manera insoportable y un enigma imposible de resolver, sobre todo
porque Rimbaud jamás explicó esta decisión.
Rimbaud dejó de escribir y empezó a viajar. Primero por Europa,
finalmente en el gran viaje de su vida –donde encontraría su trabajo y
un nuevo cotidiano, duro y sacrificado, pero rutinario al fin– en el
Cuerno de Africa, donde comerció armas, cueros, café, marfil. Ni una
palabra escrita durante esta época, salvo las cartas a su familia,
amigos y socios. Ni siquiera llevó diario. Sin embargo, los biógrafos y
especialistas en Rimbaud han logrado reconstruir con bastante detalle su
vida en Africa, con las cartas, por supuesto, pero también con
testimonios de quienes lo conocieron y algún material documental.
Rimbaud en Africa sigue siendo un misterio en otro sentido, en el de
siempre: por qué el poeta genio eligió esta vida y de un modo tan
definitivo. Pero los pormenores materiales están lejos de ser opacos.
Hay otro viaje más breve, muy significativo y que en la mayoría de
las biografías de Rimbaud, incluso las muy detalladas y extensas, suele
ocupar renglones. Es el que hizo a Java, Indonesia, en 1876. De ese
viaje se ocupa Rimbaud en Java, el delicioso libro del novelista,
crítico y ensayista Jamie James (crítico de arte y cultura de The Wall
Street Journal desde hace 25 años, ex crítico de The New Yorker, puesto
al que renunció para mudarse a Bali, Indonesia, donde vive hoy). Mezcla
de ensayo, crónica de viajes y breve biografía, Rimbaud en Java describe
su objeto en las primeras páginas: “En 1873, tras el desastroso final
de su enloquecida aventura amorosa con un hombre mayor que él, el poeta
Paul Verlaine, Rimbaud se embarcó en un agitado período de viajes por el
extranjero, que alcanzó su punto geográfico más distante en la isla de
Java. En mayo de 1876 se enlistó como mercenario en el ejército colonial
holandés y viajó en barco hasta las Indias Orientales. Poco después de
arribar a su guarnición en la zona central de Java desertó y se esfumó
en la jungla. Desde ese momento hasta que reapareció en Francia, a
finales de aquel año, no se sabe nada de su paradero. Este libro es un
estudio sobre el viaje de Rimbaud a Java. Lo he denominado su ‘viaje
perdido’ porque sabemos menos de él que de cualquier otro pasaje de su
vida. Desde los quince años, Rimbaud fue un frecuente escritor de
cartas. Su correspondencia abarca cientos de páginas de sus obras
completas, pero de 1876 no sobrevive siquiera una misiva... Fuera de un
puñado de lacónicos, opacos documentos oficiales relativos a su
enlistamiento y deserción, el viaje a Java representa un vacío”.
Rimbaud en Java no promete lo que no puede cumplir. Desde el
principio, James admite que no hay en estas páginas revelaciones con las
que llenar ese vacío. Lo que sí hay es una reconstrucción de la época,
su espíritu y el tránsito de Rimbaud por ahí, contada con gracia,
inteligencia y una erudición amplia, pero nunca arrogante. La primera
parte del libro, “Viaje a Java”, es una narración basada en los hechos
de la aventura javanesa, con descripciones de los lugares y costumbres
basadas en informes de otros cronistas y escritores extranjeros en los
mismos sitios. La segunda parte especula, con fundamentos, sobre la
laguna que representa la huida de Rimbaud como fugitivo militar a través
de Java. Y la tercera plantea un ángulo muy poco visitado en los textos
sobre Rimbaud: lo que Oriente pudo haber representado para el poeta,
teniendo en cuenta el inescapable auge del orientalismo en la Francia
del siglo XVIII, al que Rimbaud no era ajeno.
Rimbaud hecho graffiti hoy en día y dibujado por Verlaine, 1872
Hay mucho de trabajo detectivesco en este pequeño libro. Se detiene
en pequeños enigmas, como el de la palabra “baou” del poema “Dévotion”
de Iluminaciones (Baou –la hierba de estío zumbadora y apestosa–. Por la
fiebre de las madres y los niños), repasa la controversia que ha
desatado el vocablo entre los académicos (no es una palabra francesa,
¿qué significa, de dónde la sacó?) y se pregunta si no la habrá
escuchado en Indonesia, aunque después parece descartar su propia
hipótesis. Reconstruye el camino de Rimbaud con gran dedicación, desde
su estancia en el monasterio medieval de Harderwijk antes de partir a
Java —una ciudad conocida como “la cloaca de Europa”– hasta la llegada a
Batavia, los hábitos de los soldados allí y en el siguiente puesto,
Semarang, el campamento de Salatiga (“ubicado en las suaves laderas de
un volcán inactivo, el Merbabu, quedaban ocho kilómetros, una abrasadora
marcha de dos horas bajo el sol del mediodía”) y la placa de mármol que
homenajea a Rimbaud ahí, en uno de los ex bungalows para oficiales, que
es hoy parte de las oficinas del intendente. Fue colocada en 1997 por
el embajador francés, Thierry de Beucé. Lleva como inscripción el
familiar verso de “Democracia”: “Aux pays poivrés et détrempés” (“En los
países picantes de pimienta y empapados”). Y finalmente la deserción
dos semanas después de llegado a Salatiga, de la que poco y nada se
sabe. “Se propusieron muchas teorías sobre sus movimientos en Java. La
más fantasiosa es el relato de Paterne Berrichon –cuñado, hermano de
Isabelle– de un Rimbaud que deambula por un paisaje similar a los del
aduanero Rousseau... en compañía de orangutanes.” James especula sobre
si visitó fumaderos de opio en la Java rural y se vale de descripciones
tomadas de libros como la novela El enemigo del opio (1888) de M.T.H.
Perelaer. Y, de manera apasionada, se mete en esos callejones sin salida
que son lugar común para los rimbaudianos: cómo fue el viaje de vuelta a
Francia desde Java. Según su amigo Delahaye, había regresado a
Charleville el 9 de diciembre de 1876. Según Isabelle, el 31. Enid
Starkie, su biógrafa inglesa –indiscutiblemente, la rimbaudiana más
destacada–, llegó hasta límites increíbles para encontrar barcos que
cumplieran con las fechas y lo trajeran a casa a tiempo. Jamie James
hace constar cada teoría, aporta la propia, se obsesiona. Su fascinación
con Rimbaud es vasta y data de sus años universitarios. Dice, en charla
con Radar: “En mi college en Massachusetts, pasaba más tiempo leyendo y
escribiendo poesía que cumpliendo con las lecturas de la cursada. Me
atraía particularmente la poesía de la Escuela de Nueva York, Frank
O’Hara y John Ashbery. Era 1970 y muchos de nosotros experimentábamos
con drogas psicodélicas y el rock underground nos proveía la banda de
sonido. En mi segundo día de college alguien tenía una copia de la
traducción de Iluminaciones de Louise Varèse con las Cartas del vidente
que se pasaba de mano en mano. Cuando lo agarré y leí ‘Después del
diluvio’ por primera vez, pensé que era más extraño y hermoso y
misterioso que cualquier tema de The Doors o The Velvet Underground. Yo
tenía la misma edad que el poeta cuando dejó de escribir y era un
aspirante a escritor yo mismo; confronté por primera vez su impactante
decisión de decirle adiós a todo eso. He leído ‘Después del diluvio’
cientos de veces desde entonces y sigue siendo un misterio para mí”.
El camino del vidente
Rimbaud en Java, cuenta James, iba a ser originalmente una novela.
Pero no funcionó. Dice: “Después de trabajar inútilmente por medio año
con los pobremente organizados fragmentos de Rimbaud en Java, la novela,
me senté y escribí la primera página de este libro y todas las otras
siguieron rápidamente. Fue muy revisado, en un momento era el doble de
largo. Pero nunca tuve dudas sobre lo que quería hacer. Desprecio la
biografía ficcionalizada o la ficción biográfica, particularmente las de
artistas y más particularmente las de escritores. El problema es
siempre que el talento, la sutileza, la profundidad de pensamiento y la
belleza de expresión del sujeto del libro excede por tanto la del autor,
a veces hasta un grado ridículo. Una vez leí veinte páginas de una
historia de detectives con James Joyce como el investigador, que lo
tenía metiendo la nariz por ahí y preguntando como Miss Marple. Era
absurdo”. No renunció, sin embargo, a hacer su peregrinación Rimbaud,
poco después de mudarse él mismo al sudeste de Asia: “No pude hacer
mucho más que seguir los pasos conocidos del Maestro hasta el punto en
que se esfumó. Las únicas paradas fijas del itinerario fueron los
puertos de Yakarta y Semarang, la estación de tren de Tuntang y la
ciudad de Salatiga”.
Cuando empezó esta “peregrinación”, ¿esperó encontrar algo
nuevo, alguna sorpresa, algo como la fotografía de Rimbaud adulto que
apareció sorpresivamente en 2010? ¿O estaba convencido de que la
opacidad de ese viaje era definitiva?
–No esperaba encontrar nada. Como fugitivo de la Justicia, él
mantuvo el perfil más bajo posible. Y además ha pasado demasiado tiempo:
todo se pudre aquí, hasta las piedras. No hay un “recorrido turístico”,
no hay nada que ver que pueda ser definitivamente asociado con Rimbaud,
excepto por la placa de mármol en la oficina del intendente en
Salatiga. ¡Es un viaje demasiado largo para ir a ver una placa de
mármol! Hace algunos años, un diario en Yakarta entrevistó a la esposa
del intendente de Salatiga, que propuso establecer una ruta turística.
Ella asegura que la casa con la placa de mármol había sido la residencia
de Rimbaud cuando estuvo en Salatiga. La llamé y le pregunté cómo sabía
que ésta había sido la casa de Rimbaud. Me respondió: “Porque la placa
está ahí, en esa casa”. Típica lógica tropical.
¿Cuánto cree o de qué manera impactó la Java colonial en
Rimbaud? ¿Por qué no escribió sobre esa experiencia? Algunos aventuran
que ciertos poemas de Iluminaciones se escribieron después de este
viaje. Usted no parece estar de acuerdo con esta hipótesis.
–La probabilidad es muy alta de que Rimbaud haya dejado de escribir
creativamente antes de su viaje a Java. La conjetura de mi novela
fallida fue que experimentar la vida en los trópicos, donde la
imaginación y la realidad se funden continuamente, finalizó su proceso
de abandono. No solamente dejó de escribir, ¡dejó de leer literatura!
Java fue su primera inmersión en el islam, lo que le dio la oportunidad
de experimentar la vida en un lugar donde la ley de la religión, incluso
aunque era heterodoxa y enraizada en antiguas leyendas, era la única
constante.
Según cómputos de los especialistas, Rimbaud pasó veintiuno
de treinta y seis meses entre 1875 y 1877 en un barco o viajando por
tierra, visitó trece países y recorrió más de 50 mil kilómetros. Esta
errancia, esta inquietud, ha desvelado a los biógrafos, todos tienen una
teoría. Usted parece des-romantizarla, sin embargo, cuando afirma que,
en gran parte, se debía a que era prófugo de la Justicia.
–Es una de las posibilidades: puede ser cierta, usualmente es todo
lo que uno puede decir sobre la vida y el trabajo de Rimbaud. No hay que
exagerar los riesgos. Si lo hubieran atrapado en su huida a través de
Java, difícilmente lo habrían puesto frente a un pelotón de
fusilamiento; pero era un desertor del ejército holandés y no había
cumplido su deber legal como ciudadano francés sirviendo al ejército de
su propio país. La mejor explicación puede encontrarse en su escritura,
cuando dice en Una temporada en el infierno: “Mi jornada está hecha;
dejo Europa. El aire marino quemará mis pulmones; los climas perdidos me
curtirán”. Pionero en todo lo que hizo, Rimbaud estableció el patrón
para Gauguin y otros artistas europeos hacia el fin de la era colonial
que escaparon de los lujos de la tecnología y la riqueza en búsqueda de
una vida más simple.
Una
de las muchas ilustraciones de Ernest Delahaye, amigo íntimo de
Rimbaud, que solía dibujarlo como un viajero incansable en su
correspondencia.
Vivir su vida
Uno de los primeros biógrafos de Rimbaud es Paterne
Berrichon, cuñado del poeta, que ofrece en La vie de Jean-Arthur Rimbaud
(1897) una visión de Rimbaud en Java como fugitivo en la selva donde es
casi un Tarzán. ¿Cree que Isabelle le contó estas historias, que
Rimbaud le mintió a su hermana?
–“Mentir” es una palabra demasiado poderosa. Creo que está más cerca
de la común hipocresía que surge de la piedad religiosa. Isabelle dejó
afuera partes que, creía, iban a dañar la reputación de la familia, es
decir, todo lo importante. Y Berrichon dejó que su imaginación llenara
los vacíos, como cuando dice que el joven Rimbaud había sido protegido
en la selva por amables orangutanes, animales que se habían extinguido
en Java hacía más de 200 años. Era una típica biografía de la época. El
propósito no era decir la verdad sino influenciar la opinión pública,
propaganda familiar.
Como especialista, ¿cuál es su opinión de la biografía
clásica de Enid Starkie? ¿Y de la más reciente, la del escritor Edmund
White?
–Para mi generación, el descubrimiento de Rimbaud dependió tanto de
la biografía de Starkie como de la propia poesía. Ella sola creó un
campo de estudios modernos sobre Rimbaud. Un puñado de académicos había
empezado a estudiar aspectos de su vida basados en rigurosos standards
modernos; D.A. De Graaf y Vernon Underwood, por ejemplo, habían empezado
la búsqueda de un itinerario confiable de su viaje a Java, por ejemplo.
Pero antes de Starkie el estado de la biografía rimbaudiana era
mayormente hagiografía edulcorada, la alabanza al angelical niño genio.
Sobre todo, Starkie es una enorme narradora. Se equivocó en muchas
cosas, particularmente acerca de los años africanos, que retrata como un
patético fracaso. Es cierto que estuvo solo y enfermo mucho tiempo ahí,
pero también fue un explorador y comerciante exitoso. No obstante,
tomado como un relato integral de su vida, su historia de Rimbaud no
tiene rival. El libro de Edmund White es breve y muy útil para muchos
lectores que se asustan ante la mera visión de 500 páginas. Está escrito
bellamente, por supuesto, y su lectura de los poemas siempre es
perspicaz y bien enfocada.
En Rimbaud en Java, usted usa sus propias traducciones de
poemas de Rimbaud cuando necesita citarlos. ¿Por qué decidió no usar
otras traducciones canónicas? ¿Qué decisiones tomó?
–Mi principal motivo fue sencillamente ofrecer textos buenos y
claros para ilustrar mis ideas sobre los trabajos citados. Con los
poemas en prosa hay menos problemas, los más básicos, como la fidelidad
al texto y la satisfacción de los requirimientos de la buena prosa en
inglés. No me propuse hacer sutiles traducciones literarias.
Sencillamente no estaba satisfecho con las traducciones de las que
disponemos en inglés. Mi principal objeción a las traducciones
existentes –incluida la tan elogiada nueva versión de Iluminaciones de
John Ashbery– es que cuando se alejan del significado literal del
francés, le dicen al lector más cosas acerca del traductor que acerca de
Rimbaud. Traducir versos presenta una cantidad de diferentes problemas y
no me hago ilusiones de haber triunfado sobre los notables traductores
que me preceden. Simplemente ignoré las demandas de la versificación
para poner un texto lúdico a consideración de los lectores, difícilmente
una solución, pero el problema es insoluble.
¿Por qué es tan fascinante que Rimbaud haya abandonado la
poesía? Son incontables los textos que, sea reconstruyendo los viajes,
sea analizando los textos, intentan llegar al corazón de este enigma.
–Su abandono de la poesía es uno de los misterios sagrados de la
literatura. Es simplemente incomprensible, particularmente para los
escritores, que alguien pudiera haber desechado semejante don. Nunca
escuché una explicación satisfactoria. Indudablemente Rimbaud estaba
disgustado con el ambiente peleador de la vida literaria en París y
harto de su retorcida relación con Verlaine; pero incluso a los veinte
años, cuando casi seguramente había dejado de escribir, le dio una copia
de Una temporada en el infierno a un nuevo amigo que había conocido en
Italia. Todos los escritores aman su trabajo, no importa cuán
insatisfechos estén con él. Algunos lo aman secretamente, otros
abiertamente, pero Rimbaud realmente parece haberles dado la espalda. Y
nunca se arrepintió.
Hay algo de detective en los intentos de resolución del rompecabezas Rimbaud.
–El enigma de la vida de Rimbaud está en el corazón de su poesía: la
lucha sin fin por identificar algo que sea verdadero. Las apariencias
toman la solidez de los hechos, mientras que los hechos son siempre
engañosos. “Los Reinos de la Experiencia se pudren en el viento
precioso”, dice Bob Dylan en “Gates of Eden”. “El príncipe y la princesa
discuten lo que es real y lo que no”, pero eso no importa dentro de las
puertas del Edén.El viaje perdido
Jamie James
La Bestia Equilátera
157 páginas
Etiópicas