Modos de ver. Sobre las declaraciones de Juan Carlos Molina, titular del Sedronar, acerca del ex líder del Cartel de Medellín
EXITO DE TV. Escobar, el patrón del mal recrea al líder de Cartel de Medellín./revista ñ |
Que tiene vida de telenovela y que su historia electriza
audiencias, está fuera de discusión. Sobran pruebas en el rating
creciente de la megaproducción de Caracol Escobar, el patrón del mal
, estrenada en la Argentina el 30 de diciembre (lunes a viernes, 22 hs,
Canal 9). Pero el debate sobre “el zar de la cocaína”, líder del Cartel
de Medellín, empieza justo después de ese acuerdo. Porque si la ficción
se nutre de leyendas y la industria cultural desfallece por vender
masivamente la próxima tendencia (la revista Brando de este mes incluye
una producción fotográfica sobre ¡la moda inspirada en Pablo Escobar!),
de la política esperamos que ejercite el sentido crítico, que ratifique
el imperio de la ley y que garantice a los ciudadanos seguridad y un
futuro digno en el marco de la República.
Por eso sonaron,
cuando menos, confusas las declaraciones del sacerdote Juan Carlos
Molina, titular de la Sedronar, quien comparó esta semana al capo
asesinado en 1993 con Robin Hood. “La gente lo lloró porque ocupó el rol
del Estado”, diagnosticó el funcionario a cargo de la Secretaría
dedicada a la prevención de la drogadicción y la lucha contra el
narcotráfico. “Hizo escuelas, calles, se ocupó de los pobres”, enumeró.
Y aunque aclaró luego que “Escobar hizo todo en base al mal, la droga y
la delincuencia” y que “no estaría bueno que eso pasara en la
Argentina”, legitimar por la generosidad de sus vueltos las carnicerías
del narco responsable de unas diez mil muertes (según calculan las
autoridades colombianas entre asesinatos, atentados y demás encargos con
su firma), o convertirlo en un héroe romántico al estilo del legendario
forajido medieval de los bosques de Sherwood, es tan desafortunado como
peligroso. A los de su estirpe hay que combatirlos y no absolverlos,
padre.
En La insensatez de los necios (Katz), el
historiador y biólogo Robert Trivers indaga en la lógica evolutiva del
engaño y el autoengaño. Para mentir a otros sin pagar los costos
personales y sociales que eso supone, nos mentimos a nosotros mismos,
afirma. Las declaraciones de funcionarios que minimizan la corrosión que
ya impone el poder narco en el país, mientras fulminan a balazos a
ciclistas que resultan ser ex sicarios en los bosques de Palermo o caen
chicos como moscas en Rosario, por ajustes de cuentas entre bandas que
infiltraron la ciudad, traen ecos de la tesis de Trivers.
Las
cosas, por su nombre: Pablo Hood no será nunca Robin Escobar. Y si el
narcotráfico reemplaza al Estado es porque la política, por acción u
omisión, lo avala.