Silvana Paternostro apostó por
investigar sobre el Nobel colombiano hasta encontrar nuevas pistas sobre
su obra y su personalidad. El resultado es Soledad & Compañía, biografía oral que recoge decenas de testimonios sobre el padre de Macondo
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Silvana Paternostro, periodista barranquillera./Marcela García /elpais.com.co
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En 2001, Tina Brown, por entonces editora de la revista Talk, le
encargó a la reportera Silvana Paternostro escribir una ‘historia oral’
sobre Gabriel García Márquez. Se trataba de un género periodístico
creado por George Plimpton, célebre periodista neuyorquino, que había
escrito un libro sobre Truman Capote a partir de distintas voces de
quienes habían seguido de cerca su obra literaria y su vida misma.
Con la misión bien clara, la barranquillera pasó varios meses entre
Colombia y México recogiendo de manera acuciosa los aportes que le iban
entregando personas que habían conocido a Gabo antes de que se
convirtiera en uno de los autores más leídos del planeta.
Pero el proyecto se quedó sin combustible. Talk cerró prematuramente y
Silvana se quedó con 24 cintas grabadas. Eran oro en polvo. Tiempo
después, el propio Plimpton se encargó de publicar una parte de este
material en el Paris Review.
Sin embargo, la reportera sabía que tenía material suficiente
para algo más ambicioso: un libro. Y fue hasta 2010, después de
divisar a García Márquez en una tarima durante la inauguración del Museo
Soumaya, del D.F. que había llegado el momento de comenzar.
Cuatro años más tarde vio la luz ‘Soledad & Compañía: Un retrato
compartido de Gabriel García Márquez’ en el que aparecen voces como las
de Ramón Illán Bacca, Margot García Márquez, Eduardo Márceles Daconte,
Quique Scopell, Héctor Rojas Herazo, Nereo López, Heriberto Fiorillo,
Carmen Balcells y José Salgar. Hoy su autora piensa si acaso estas
páginas fueron una manera de pedir perdón: después de haber sido su
alumna en un taller con Gabo en 1995, el hijo del telegrafista cortó
toda comunicación con ella.
Silvana nunca supo las razones. Y ya es muy tarde: Gabo murió
y con él se llevó el único testimonio que, quizás, le falta a este
libro.
Silvana, después de tantos libros sobre García Márquez, entre ellos
las extensas biografías de Gerald Martin y Dasso Saldívar), en qué
momento sintió que había que aventurarse con un nuevo libro sobre el
Nobel...
Fue una cosa paulatina y totalmente desprendida del número de libros
que se han escrito. En mi caso descubrí, cuando fui su alumna en 1995,
que el maestro se me había convertido en un personaje que debía contar.
Y en 2010, cuando lo volví a ver por casualidad montado en una tarima
en Ciudad de México, sentí que era la hora de sentarme a escribir esa
historia.
Cómo fue eso de entregarse durante más de 15 años a seguirle los
pasos a Gabo. ¿Cómo aparecieron en el camino todas esas voces de las
que da cuenta este libro?
Fueron dos etapas de entrevistas. Las primeras las hice cuando la
revista Talk me pidió un artículo sobre Gabo y les dije que como
barranquillera me dedicaría a recoger las voces de los que estuvieron
cerca de él antes de ‘Cien años de soledad’. Llegué a Barranquilla
primero y un tío me presentó con Juancho Jinete, que había hecho parte
del grupo La Cueva. Jinete me presentó a otro de los integrantes y
desde ahí empezó una cadena de generosidad. La gente me llamaba a
presentarme a los que habían tenido contacto con Gabo, con sus
parientes. En la Costa Caribe esas conversaciones duraban horas. Y así
también pasó en Bogotá y luego en México. Cuando en 2010 empecé a montar
el libro fui buscando más voces e invitados a mi ‘fiesta’. Porque
‘Soledad & Compañía’ es una fiesta donde el lector entra a escuchar
a muchos invitados a hablar sobre García Márquez. En estas páginas
también aparece su biógrafo inglés, Gerald Martin, y su agente
española, Carmen Balcells. Es una fiesta internacional y muy divertida.
¿Cómo lograr buenos testimonios cuando Gabo mismo les tenía prohibido a sus amigos hablar sobre él?
Sabía eso por Tomás Eloy Martínez, uno de sus amigos, y por la
experiencia misma de Plinio Apuleyo, que sí habló mucho sobre el Nobel, y
por lo mismo fue trasladado a lo que García Márquez llamaba el
departamento de rencores. Entonces no intenté hablar con los que sabía
no iban a hacerlo. A esos no los invité. No quería aburridos ni
censurados en la fiesta.
Este libro implicó también releer la obra de Gabo. ¿Cómo fue eso de reemprender ese camino?
Es algo que recomiendo. Entendiendo su vida, después te diviertes más
con sus maravillosos libros, cualquiera que escojas. Por ejemplo, si es
‘El amor en el tiempo del cólera’ después de leer ‘Soledad &
Compañía’, aprendes por qué aparece el apellido Daconte en uno de los
personajes o que Gabo le robó a Juancho Jinete un dicho del abuelo y lo
usó en un libro. O que Gabo les mandaba cuestionarios a sus amigos para
que lo ayudaran en sus obras. Por ejemplo, para entender mejor cómo
eran las peleas de gallo en ‘El coronel no tiene quien le escriba’ le
mandó preguntas a Quique Scopell, amigo gallero.
Pasa también con ‘Vivir para contarla’, sus memorias...
Sí. Es muy divertido leer ‘Vivir para contarla’ y ‘Soledad &
Compañía’ de la mano pues aparecen muchos de los personajes que Gabo
menciona. Esto fue una gran sorpresa para mí pues mientras yo hacía
entrevistas, Gabo escribía sus memorias; estaba en sintonía con él. Es
divertido y es la otra cara de la historia. En sus memorias Gabo cuenta
su historia y en ‘Soledad y Compañía’ quienes le conocieron dan su
versión. Te puedes divertir mucho y aprendes a ver cómo cada historia
tiene muchas versiones.
En el transcurso de su investigación se fijó en detalles que
parecerían triviales, pero que sin duda permiten conocer más sobre una
persona: como la manía de García Márquez por lucir siempre bien
combinado y la forma en cuidaba de su bigote...
Sí, con una investigación en la que entrevistas a tanta gente uno
descubre cosas como que a Gabo le encantaban los sacos a cuadros. Me
fijé en todos los detalles que podían sobretodo humanizar al ídolo.
Quería retratar a un García Márquez de carne y hueso. Al García Márquez
que vieron los otros. No el Nobel oficial o el Gabo que se volvió
carnada política.
En este libro usted rescata lo que ha denominado ‘historia oral’, en
la que los testimonios de personajes son los que van tejiendo cada
página. ¿Cómo surge la idea de apostar por este género?
Es que escribir quiere decir innovar, buscar la mejor manera de
contar la historia. Y este género de ‘historia oral’ era el que
necesitaba mi personaje, el Gabriel García Márquez que a mí me
interesaba narrar. Me topé con este género en Nueva York mientras era
colaboradora de la revista literaria The Paris Review. Su fundador,
George Plimpton, es el padre del este género y escribió un par de libros
sobre Edie Sedgwick y Truman Capote en los que se interponen las voces
de los entrevistados y se les deja hablar como si estuvieran conversando
sobre alguien en una fiesta.
Silvana usted manifestó su ‘temor’, si acaso cabe la expresión, de
no saber si a García Márquez le iba a gustar su libro. ¿Por qué pensar
que no?
Porque no sé si a alguien le gustaría leer un libro sobre lo que
piensan los otros de uno mismo. Por eso la gente calla cuando están
hablando de alguien y esa persona entra al recinto. Imagínese que usted
fuera invisible y pudiera asistir a una fiesta donde más de 50 personas
están hablando sin tapujos de lo que piensan de usted.
Gabo murió y usted se quedó sin saber qué fue lo que lo molestó
realmente. ¿Serían acaso lo que escribió en The Paris Review o el World
Policy Journal? ¿Intentó alguna vez averiguarlo?
Nunca con él, pero sí me pasé horas y horas analizando el tema. Que
si fue porque dije que usaba zapatos blancos o porque mencioné a Fidel
Castro o porque lo dejé mal ante un amigo comentando que no quería
saludarlo.
Lo curioso es que la única oportunidad en que usted compartió con
Gabo fue cuando tuvo el privilegio, en 1995, de participar durante tres
días en uno de los talleres dictados por él en la naciente Fnpi...
Sí, pero tres días con Gabo me costaron 19 años sin él. Más curioso
aún es que no fui la única alumna de ese taller que después escribió
sobre esa experiencia, pero sí la única que parece que escribió algo que
lo molestó. Exactamente qué, nunca lo supe. Si Gabo, el profesor, me
pidió que me sentara junto a él durante todo el taller, me alejó luego
como periodista independiente.
En algún momento usted confiesa con mucha valentía que siendo joven
no se sintió atraída por la obra de García Márquez, que le producía algo
de desdén. ¿En qué momento cambió su percepción?
Seguramente cuando salí del extraño entorno donde crecí, en una
Barranquilla donde solo nos gustaba lo que fuera de Miami. Cuando maduré
como lectora me hipnotizaba con cada uno de sus libros. Una noche,
leyendo un pasaje de ‘Noticia de un secuestro’ me caí de la cama del
susto. Pero, sí, no siempre amé los libros de García Márquez, pese a que
él dijo alguna vez que Barranquilla era Macondo hecha ciudad. Pero en
mi mundo de adolescente barranquillera de finales de los años 70 vivía
más en Miami que en los pueblos llenos de abuelos, soldados y gitanos.
En nuestras fiestas bailábamos el ‘hustle’, no vallenato. Lo que llaman
realismo mágico para nosotras, princesitas que nos creíamos gringas,
era corroncho
Usted dice preguntarse a veces si ‘Soledad & Compañía’ lo
escribió con la intención de pedir perdón... ¿ya encontró la respuesta?
Bueno, hoy solo me queda pensar que escribí ‘Soledad & Compañía’ porque no quería apartarme de Gabo.