Club de Lectura de los Usuarios de la Biblioteca Pública Virgilio Barco
viernes, 16 de enero de 2015
¿Has probado la biblioterapia?
Cada vez más estudios sugieren leer ficción como apoyo al enfrentar los desafíos de la vida
El fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, afirmó que intentará leer un libro cada semana durante 2015. /BBCMundo
Para los autores de las guías de autoayuda ningún problema humano es demasiado grande ni demasiado pequeño.¿Quieres estar más delgado, ser más rico o más feliz en 2015? Hay libros para ello. Estanterías llenas.
¿Que lo que deseas es que aumente tu eficiencia, tu capacidad de decisión o tu creatividad? También hay títulos para todo eso.
Muchos
de los que decidan poner en práctica los buenos propósitos para el año
nuevo se sumergirán en la lectura de los libros de autoayuda, buscando
entre sus páginas una mejor versión de ellos mismos.
Pero un libro no tiene que contener un sermón para dejar huella.
La verdad es que toda buena literatura nos cambia.
Cada vez más estudios sugieren leer ficción como apoyo al enfrentar los desafíos de la vida.
La lectura agudiza el pensamiento analítico y puede ayudar con la socialización.
Está probado que la lectura agudiza el pensamiento analítico, lo que nos permite discernir mejor los patrones.
Y esto es una herramienta muy útil ante conductas desconcertantes de otros y de nosotros mismos.
Pero la ficción en particular puede hacerte socialmente más hábil y empático.
Magia para las emociones
El año pasado el Journal of Applied Social Psychology publicó un estudio hecho en Reino Unido e Italia que demostraba cómo la lectura de la saga Harry Potter hacía que los jóvenes tuvieran una disposición más positiva con respecto a minorías estigmatizadas, como los refugiados.
Varios estudios demuestran que la lectura puede ayudar a varios aspectos personales, no solo el intelectual.
Y en 2013, psicólogos del New
School for Social Research de Nueva York, Estados Unidos, hallaron que
la ficción literaria aumentaba la capacidad de leer las emociones
ajenas.
Sumergirse en una novela es perderse, pero cuando volvemos
a la realidad traemos con nosotros aquello que nos inspiró nuestro
personaje favorito.
Este proceso incluso puede cambiar el
comportamiento de un lector, según un estudio llevado a cabo por
investigadores de la Ohio State University en 2012.
Éste concluyó
que los lectores que se sentían identificados con un personaje de
ficción que superaba obstáculos para poder votar resultaron más
propensos a emitir su voto en unas elecciones reales.
Bien leído
Aunque
prometen una transformación total en siete sencillos pasos, las novelas
te pueden informar y motivar, y los relatos breves consolar y ayudar a
reflexionar.
Además, está demostrado que leer poesía estimula partes del cerebro relacionados con la memoria.
A
veces un autor te ayuda simplemente a evadir de un problema,
sumergiéndote totalmente en otro mundo de modo que trasciendes tu
realidad. Al volver a ella, te sientes recargado y con más
determinación.
El filósofo griego Aristóteles apuntó en su obra
"La Poética" que la poesía -término con el que se refería a la ficción
en general- es más seria que la historia.
Mientras los
historiadores se preocupan por qué paso y cuándo, la ficción nos permite
ver lo que pudo haber ocurrido. Eso ejercita nuestra imaginación y con
frecuencia también nuestro sentido de la moral.
En ese sentido,
"muchas personas, yo misma entre ellas, nos sentimos mejor con el mero
hecho de ver un libro", dice Jane Smiley, la autora de "Thirteen Ways of
Looking at the Novel".
Una cura de lectura
Con todo esto tiene relación directa la biblioterapia.
La biblioterapia se ha convertido en un término de moda de los últimos años, utilizado por investigadores y por blogueros.
La practican psicólogos, trabajadores sociales y consejeros de todo el mundo, además de los bibliotecarios.
Se ha convertido en el término de moda en los últimos años, empleado tanto por investigadores como por blogueros.
La
escuela de la vida o The School of Life, fundada por el filósofo Alain
de Botton y situada en Londres, incluso tiene cuatro "biblioterapeutas"
residentes.
Entre ellos están Ella Berthoud y Susan Elderkin,
autoras del libro "The Novel Cure: An A-Z of Literary Remedies" (La Cura
de la Novela: Remedios Literarios de la A a la Z).
Sin embargo,
la noción de los libros como remedio para los trastornos emocionales no
es de tan nuevo cuño como se podría imaginar.
Toda una tradición
En
la Antigua Grecia se colocaban notas en las puertas de las bibliotecas,
advirtiendo a los lectores que estaban a punto de entrar en un lugar de
curación del alma.
Y en el siglo XIX, psiquiatras y enfermeras le
recetaban a sus pacientes toda clase de libros, desde la Biblia,
pasando por literatura de viajes, hasta textos en lenguas antiguas.
El Diccionario Médico Ilustrado de la editorial Dorland’s fue el primero en reconocer la biblioterapia, en 1941.
La definió como "el empleo de los libros y la lectura en el tratamiento de las enfermedades nerviosas".
No
obstante, de acuerdo al Oxford English Dictionary, el término apareció
impreso por primera vez en 1920, en la obra "La librería encantada", de
Christopher Morley.
La novela transcurre en una librería de Brooklyn, en Nueva York, llamada Parnassus at Home.
En la Antigua Grecia se ponía una
advertencia en la entrada de las bibliotecas que decía: "Este es un
lugar para la curación del alma".
La librería en cuestión es el
paraíso del bibliófilo, con su aroma a "papel gastado y cuero" y al
tabaco de la pipa de su dueño, el señor Mifflin.
Y Miffin no es sólo un vendedor de libros, también un "practicante de la biblioterapia".
"Mi
placer es prescribir libros a los pacientes que acuden aquí y quieren
contarme sus síntomas", lo explica él mismo en la novela.
"No hay nadie más agradecido que el hombre al que le diste justo el libro que su alma necesitaba sin saberlo".
Mifflin
ya sabía lo que la Universidad de Sussex, en Reino Unido, han intentado
cuantificar: que leer es más eficaz para aliviar el estrés que escuchar
música, ir a dar un paseo o sentarse a tomar una taza de té.
El
nivel de estrés de los participantes del estudio que llevó a cabo el
centro se redujo en un 68% a escasos seis minutos de haber empezado a
leer un libro cualquiera.
Y es que si el libro es el adecuado, el tiempo que se pasa leyéndolo estará siempre bien empleado.
Ya
lo decía un cartel de la librería del señor Mifflin: "La malnutrición
de la aptitud lectora es una cuestión seria. Déjenos prescribirle (el
remedio)".