Es difícil entender qué distingue al noir como género de la clásica ficción de detectives; esto es, aparte de alegatos de la superioridad literaria del noir (negro, del francés), que frecuentemente no termina siendo superior en absoluto
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Noir , negro del francés./elespectador.com |
Estos alegatos sólo ayudan a aficionados del noir a sentirse más
refinados mientras leen en el autobús o debajo de una sombrilla de
playa.
Siempre me siento un poco avergonzado cuando la gente me
habla sobre una novela “noir”, en particular debido a que hoy se abusa
enormemente del término, tanto en críticas como en publicidad. Una noir
ciertamente no es una giallo, que literalmente significa “amarillo”. Así
es como los italianos (y sólo los italianos) llaman, o solían llamar, a
las clásicas novelas de detectives, con personajes legendarios como
Sherlock Holmes, Hercule Poirot, Nero Wolfe y muchos otros. (La parte
del amarillo viene de las distintivas portadas de los libros publicados
en Italia por Mondadori). El formato de estos clásicos es familiar: se
comete un crimen, destrozando la paz local; un intelecto superior asume
la tarea de interpretar diversas pistas y, al final, el perpetrador es
desenmascarado y el orden se restablece.
El alejamiento de este
estilo de ficción detectivesca se produjo en las primeras décadas del
siglo pasado con el desarrollo de la novela estadounidense hard-boiled
(cruda o realista) a través de la obra de Dashiell Hammett, Raymond
Chandler, Peter Cheyney, James Hadley Chase, Horace McCoy y Mickey
Spillane. Estas historias están repletas de cadáveres y pudiera haber
uno o más perpetradores. Sin embargo, el detective no es ni un intelecto
superior como Holmes ni un extraño para el mundo de la delincuencia en
el que se mueve. De hecho, él es en gran parte de ese mundo y adopta a
veces sus métodos. Debido a esto, ocasionalmente tiene que sufrir unas
pocas golpizas vigorosas. Quizá sea esencialmente honesto, pero nunca
está completamente limpio, porque el telón de fondo de la novela negra
es una sociedad enferma.
Hay quienes creen que el apetito por lo
noir empezó en 1945 con el sello de impresión francesa Série Noire. Sin
embargo, en realidad consiste principalmente de traducciones francesas
de novelas de la tradición hard-boiled de Estados Unidos. Marcel
Duhamel, quien fundó la impresión Série Noire, presentó algo similar a
un manifiesto para la colección, advirtiendo que amantes de los enigmas
de la variedad de los de Sherlock Holmes se sentirían incómodos con
estos cuentos, que solían transmitir la sensación de agentes de policía
que eran más corruptos que los delincuentes y que, a veces, ni siquiera
había un misterio o un detective. Solamente había acción. Como en las
películas, los estados mentales de los personajes se traducirían a
gestos físicos, y qué pena por los lectores que codician introspección.
Esto
pudiera ilustrar la atmósfera de la novela hard-boiled, pero no nos
ayuda a interpretar situaciones que encontramos a menudo en la ficción
de crimen de la variedad noir. Hace más o menos 25 años, la periodista
italiana Irene Bignardi escribió que el noir es todo “inquietud,
inseguridad, aflicción, la incontrolable bala perdida de la realidad, lo
cual representa la imposibilidad de poner las cosas en orden, de
restablecer el orden porque no hay orden alguno”.
Si bien en
muchas novelas negras el héroe es más antihéroe que nada, no suele andar
por ahí provocando a criminales en bares de mala muerte; de hecho, a
veces la violencia es bastante modesta. Sin embargo, el factor
predominante en una noir es la inquietante percepción de que hay algo
fundamentalmente mal en la sociedad en general. (En la tradicional
novela de detectives, lo único malo es el criminal, y cuando se le
elimina, la sociedad vuelve a funcionar justamente tan bien como lo
hacía antes).
En una novela negra el detective no es meramente un
cliché con una idiosincrasia característica, como fue con Poirot o Philo
Vance; tampoco es definido meramente por sus acciones, como Sam Spade.
Lo que la distingue es su profundidad psicológica; aunque esa cualidad
no siempre está ausente en la clásica ficción detectivesca (véase la
obra de Georges Simenon, por ejemplo). Aunado a esto, ciertas novelas
son descritas como negras cuando en realidad son obras de ficción de
procesos policiales, como las de Andrea Camilleri.
Así que surge
una sospecha: se consideraba que la tradicional novela de detectives,
correctamente o no, era un producto para los puestos de periódicos que
nada tenía que ver con literatura, en tanto el término noir era
reservado para novelas que se vendían en librerías y tenían reconocidas
cualidades literarias.
Sin consideración a los temas y estilo
asociados con el noir, este género es en su mayoría una creación
comercial con un nombre francés más refinado. En consecuencia, muchos
libros que no son negros efectivamente terminan muy bien guardados en
los bolsillos de nuestros abrigos. Además, sigo intentando averiguar
real y exactamente qué es un noir.