Como quien dice
Francisco Bertrand
- Como quien dice, estoy jodido…
Se levantó, lenta y perezosamente, de la cama; sus ojos sintieron que toda la luz del sol penetraba por ellos. El agua fría del baño mojó su rostro amodorrado por el sueño.
- Como quien dice, estoy jodido…
El proceso para vestirse, tan rutinario como respirar, se vio afirmado por la búsqueda, un tanto desesperada, de un calcetín negro con rayas blancas verticales de arribabajo o abajoarriba.
- Como quien dice, estoy jodido…
El desayuno lo tomó como siempre, rápido y a medias. El huevo duro quedó tirado sobre la mesa adornada con un mantel rojo desteñido, formando, junto con la leche achocolatada, la imagen perfecta para una pintura. Luego, cuando sacó la cabeza para salir a la calle, pensó: Como quien dice, estoy jodido…
Y era cierto, acaba de despertar y se había dado cuenta que estaba vivo.
Betsy
Rubem Fonseca
Betsy esperó el regreso del hombre para morir.
Antes del viaje, él había notado que Betsy mostraba un apetito extraño. Después aparecieron otros síntomas, excesiva ingestión de agua, incontinencia urinaria. El único problema de Betsy era la catarata en uno de los ojos. A ella no le gustaba salir, pero antes del viaje había entrado inesperadamente con él en el elevador y pasearon por la orilla de la playa, algo que ella nunca había hecho.
El día que el hombre llegó, Betsy tuvo el desvanecimiento y permaneció sin comer, acostada en la cama con el hombre. Los especialistas que consultaron dijeron que no había nada que hacer. Betsy sólo salía de la cama para beber agua.
El hombre permaneció con Betsy en la cama durante toda su agonía, acariciando su cuerpo, sintiendo con tristeza la flacura de sus piernas. El último día, Betsy, muy quieta, los ojos azules abiertos, clavó la mirada en el hombre con la misma mirada de siempre, que indicaba el alivio y el placer producidos por su presencia y sus caricias. Comenzó a temblar y él la abrazó con más fuerza. Al sentir sus miembros fríos, el hombre acomodó a Betsy en una posición más cómoda en la cama. Entonces ella extendió el cuerpo, como si se desperezara, y volvió la cabeza hacia atrás, en un gesto lleno de languidez. Después estiró el cuerpo aun más y suspiró, una exhalación fuerte. El hombre pensó que Betsy había muerto. Pero algunos segundos después emitió otro suspiró. Horrorizado por su meticulosa atención el hombre contó, uno a uno, todos los suspiros de Betsy. Con el intervalo de algunos segundos exhaló nueve suspiros iguales, con la lengua de fuera, colgando de lado en la boca. Luego empezó a golpearse la barriga con los dos pies juntos, como lo hacía ocasionalmente, sólo que con más violencia. En seguida quedó inmóvil. El hombre pasó la mano con suavidad por el cuerpo de Betsy. Ella aflojó y estiró los miembros por última vez. Estaba muerta. Ahora, el hombre lo sabía, estaba muerta.
El hombre pasó la noche entera despierto al lado de Betsy, acariciándola con cuidado, en silencio, sin saber qué decir. Habían vivido juntos dieciocho años.
Por la mañana, la dejó en la cama y fue a la cocina y preparó un café. Fue a tomar el café a la sala. La casa nunca había estado tan vacía y triste.
Por fortuna el hombre no había tirado la caja de cartón de la licuadora. Volvió al cuarto. Cuidadosamente, colocó el cuerpo de Betsy dentro de la caja. Con la caja bajo el brazo caminó hacia la puerta. Antes de abrirla y salir, se secó los ojos. No quería que lo vieran así.
Horóscopo
Esteban Dublín
Continúa con tu liderazgo en el trabajo. Posiblemente, llegue un ascenso. Procura rodearte de buena energía y de personas de confianza. Tu economía se estabilizará. Será un momento muy positivo para el amor. Con la luna nueva, vendrán grandes cambios para tu vida. Procura serenarte y mirar el futuro con optimismo. Será una persona distinta a las que has conocido. Dinámica, alegre, creativa y entusiasta. Olvida tus experiencias pasadas y entrégate a la pasión que te propone este nuevo amor. Si dejas que todo fluya, podrás comprobar que no se trata de algo pasajero. Con un poco de suerte, llegarán varias sorpresas para las que no estarás preparada: algunos regalos que te alegrarán la semana y tu asesinato a sangre fría. Velas rojas, muchas velas rojas.
La espada de Damocles
Gabriel de Lautrec
La orgía iba en aumento.
Damocles, introducido por los ujieres, avanzó con modestia, saludó al rey y se sentó en el lugar que le indicó.
Antes de tomar asiento depositó en el suelo, a un lado, un paquete envuelto con viejos periódicos, sobre los que los policías disfrazados de mujeres bonitas miraron furtivamente.
Empezó la comida.
Sirvieron a Damocles sesos de mosca y riñones de ardilla, alas de fenicóptero, pasteles de hormiga, tarta de causario.
Le dieron de beber champaña centenario, cécubo en odres de piel de camello nonato, vinagre con perlas disueltas y polvo de diamante.
Los senos desnudos de las cortesanas se extendían sobre la mesa llena de flores.
En el momento en que Damocles llenaba sus ojos del vértigo de aquel espectáculo, el tirano Dionisio golpeó su hombro con delicadeza y le señaló el techó con el dedo índice: una espada desnuda, colgando sujeta por tan sólo un cabello.
Damocles miró la espada, alzó los hombros y se inclinó hacia el paquete depositado a su lado en el suelo. Abrió el periódico, retiró un casco de bombero, con cubrenuca de malla, y se lo encajó en la cabeza.
Después volvió a pedir asado.
Llaves
Glafira Rocha
Tomó aire, no pudo salir, doble llave, ¿dónde las había dejado?, regresar al cuarto, ver a la esposa sobre la cama, arrugar la carta y tirarla al piso, ¿y las llaves?, lugares comunes, manojo de llaves, llavero torre eiffel, encima de la mesita, sobre la televisión, tal vez dentro del clóset, probablemente en el librero, cerca de la lámpara, detrás del sillón, encima de la taza del baño, en la regadera, seguramente en el cajón donde están los calcetines, un momento de reflexión, tres pasos a la inversa, dos a la derecha, no, debajo de la cama, quizás en la cocina, sobre la estufa, dentro del refrigerador, entre las sillas, el microondas, en el horno, detrás de los cuadros, en la gaveta de los platos, en los vasos de cristal cortado, dentro del baúl de la sala, sillones, cojines españoles, detrás de la plantita, en alguno de los libros, el quijote, niebla, biología de las pasiones, último round, larousse, maya, diálogos, de fusilamientos, sección amarilla, records guinness, el cuarto de lavado, la secadora, un bote de shampoo para ropa, nada, el espejo, la medicina, el perfume, el anillo que ella perdió, el jabón, la pasta de dientes, un cepillo con barnie, los patitos en la tina, el cuarto de los niños, los dibujos, un zapato, los cuadernos, las tablas de multiplicar, el ábaco, el pizarrón, las tacitas de té, el cajón de los pañales, el cajón de los calzones, el cajón de los juguetes, la muñeca fea, barbie malibú, ken divorciado, barbie embarazada, un niño de diez años en el piso, hot wheels en su pequeña mano, un pequeño pie amoratado, un pequeño dedo, una pequeña pierna, un pequeño brazo, una pequeña cabeza, un charquito de sangre, el timbre, ding dong, el orificio, nadie, no hay tiempo, las llaves, la recámara, la cajonera de la esposa, ropa interior, el brasier, las medias, las tangas, la pijama, las blusas, un suéter, recoger la carta y releerla, esa letra extraña, tres años, un te amo, un estúpido, una esposa muerta en la cama, su brazo, cabeza, cabello teñido, pestañas rizadas, los labios pintados, ojos que ya no ven, de nuevo el timbre, la puerta, el ojo, el dueño de la carta, las llaves, el baño, la regadera, la tina, los patitos con sangre de la niña, la niña en la tina, el bracito torcido, los ojitos cerrados, el cuellito roto, el timbre, el timbre, el ojo en la puerta, el extraño de la carta, el extraño trae las llaves torre eiffel, un golpe, tres años, la cabeza contra la pared, nunca darse cuenta, líquido viscoso dentro de los ojos, la ceguera, una patada, costillas fracturadas, una silla estrellada en el cráneo, un marido muerto, un extraño que cierra con doble llave antes de salir.
El dedo
Feng Meng-lung
Un hombre pobre se encontró en su camino a un antiguo amigo. Éste tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros. Como el hombre pobre se quejara de las dificultades de su vida, su amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se convirtió en oro. Se lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó de que eso era muy poco. El amigo tocó un león de piedra que se convirtió en un león de oro macizo y lo agregó al ladrillo de oro. El amigo insistió en que ambos regalos eran poca cosa.
-¿Qué más deseas, pues? -le preguntó sorprendido el hacedor de prodigios.
-¡Quisiera tu dedo! -contestó el otro.