sábado, 24 de septiembre de 2011

Minicuentos 12



Estilo

Eudora Welty

Monsieur Boule introdujo elegantísima daga en el costado izquierdo de Mademoiselle y se distanció con serena urgencia.

Violento tránsito hacia la divinidad

Olimpia García Aguilar

Cayó sobre mí el rayo y me partió en Dios.

Triangulo criminal

Raúl Brasca

Vayamos por partes, comisario: de los tres que estábamos en el boliche, usted, yo y el "occiso", como gusta llamarlo —todos muy borrachos, para qué lo vamos a negar— yo no soy el que escapó con el cuchillo chorreando sangre. Mi puñal está limpito como puede apreciar; y además estoy aquí sin que nadie haya tenido que traerme, ya que nunca me fui. El que huyó fue el "occiso" que, por la forma como corría, de muerto tiene bien poco. Y como él está vivo, queda claro que yo no lo maté. Al revés, si me atengo al ardor que siento aquí abajo, fue él quien me mató. Ahora bien, puesto que usted me está interrogando y yo, muerto como estoy, puedo responderle, tendrá que reconocer que el "occiso" no sólo me mató a mí, también lo mató a usted.

El revólver

Ernest Hemingway

Varios años después, en época de Navidad, recibí un paquete de mi madre. Contenía el revólver con el que mi padre se había matado. Había una tarjeta en la que mi madre decía que pensaba que me gustaría tenerlo. No supe si era un presagio o una profecía.

La travesura

Jorge Campo

Escondido en el callejón, saca del bolsillo una piedra y su cauchera. Con un ritual estratégico coloca una dentro de otra, dejándola lista para disparar, mira a la derecha, a la izquierda, hacia arriba y zuas.

Minutos después llora en la falda de su madre porque el cielo se cae a pedazos.



Eurídice

José de la Colina

Habiendo perdido a Eurídice, Orfeo la lloró largo tiempo, y su llanto fue volviéndose canciones que encantaban a todos los ciudadanos, quienes le daban monedas y le pedían encores. Luego fue a buscar a Eurídice al infierno, y allí cantó sus llantos y Plutón escuchó con placer y le dijo:

—Te devuelvo a tu esposa, pero sólo podrán los dos salir de aquí si en el camino ella te sigue y nunca te vuelves a verla, porque la perderías para siempre.

Y echaron los dos esposos a andar, él mirando hacia delante y ella siguiendo sus pasos...

Mientras andaban y a punto de llegar a la salida, recordó Orfeo aquello de que los dioses infligen desgracias a los hombres para que tengan asuntos que cantar, y sintió nostalgia de los aplausos y los honores y las riquezas que le habían logrado las elegías motivadas por la ausencia de su esposa.

Y entonces con el corazón dolido y una sonrisa de disculpa volvió el rostro y miró a Eurídice.

Milagritos

Cecilia Magaña Chávez

El polvo de la callejuela se le subía a la nariz, haciéndole cosquillas; seguía corriendo, apretando el bulto.

Dio vuelta en la esquina. Sus zapatos chocaron con el empedrado de bajadita, casi resbalando por el impulso que llevaba.

Ya veía el kiosco, y más allá, la iglesia.

Aligeró el paso, miró a un lado y al otro de la plaza.

Comprobando no hubiera nadie que la reconociera en su actividad nocturna.

Vino a su mente el recuerdo de los ojos del padre Ramiro, clavados sobre ella durante la misa de seis…

Era joven… pero no tonto; la había estado observando todo el sermón.

El corazón de dieciséis años de Margarita se aceleró, al encontrar el portón de la sacristía abierto para ella.

La sangre se le bajó a los tobillos…

Ahí estaba él, aguardándola con una sonrisa sospechosa.

Detrás del padre estaba el San Antonio; quien consigue novios a jovencitas y solteronas.

—Él y yo te estábamos esperando… —dijo el sacerdote refiriéndose al santo de brazos vacíos, extendiendo la mano hacia ella.

Margarita, temblorosa, le entregó el bultito que cargaba contra su pecho.

Encarrerado

Antonio Villanueva

Entró en la cantina. Salió de pleito. Entró el cuchillo. Salió la sangre. Entraron los ambulantes. Salió cadáver. Entró al panteón. Salió el llanto.

Dulcinea del Toboso

Marco Denevi

Vivía en El Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo y de Francisca Nogales. Como hubiese leído novelas de caballería, porque era muy alfabeta, acabó perdiendo la razón. Se hacía llamar Dulcinea del Toboso, mandaba que en su presencia las gentes se arrodillasen y le besaran la mano, se creía joven y hermosa pero tenía treinta años y pozos de viruelas en la cara. Se inventó un galán a quien dio el nombre de don Quijote de la Mancha. Decía que don Quijote había partido hacia lejanos reinos en busca de lances y aventuras, al modo de Amadís de Gaula y de Tirante el Blanco, para hacer méritos antes de casarse con ella. Se pasaba todo el día asomada a la ventana aguardando el regreso de su enamorado. Un hidalgo de los alrededores, un tal Alonso Quijano, que a pesar de las viruelas estaba prendado de Aldonza, ideó hacerse pasar por don Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en su rocín y salió a los caminos a repetir las hazañas del imaginario don Quijote. Cuando, confiando en su ardid, fue al Toboso y se presentó delante de Dulcinea, Aldonza Lorenzo había muerto.

Un amor muy físico

Milan Kundera

Un lord inglés le dice a su mujer después de la noche de bodas: "Lady, espero que haya quedado usted embarazada. No me gustaría tener que repetir por segunda vez esos movimientos tan ridículos".



Caracas 1868

Domingo F. Sarmiento

En cuatro días de combate murieron dos mil generales y algunos soldados.