viernes, 12 de octubre de 2012

Un libro de ocho mil metros cuadrados

Clubes de lectura, exposiciones, talleres para niños, literatura pulp, bookcrossing. Todo esto cabe en las cuatro naves de la Casa del Lector, que abre la próxima semana

Visitantes ante una obra de Jaume Plensa en la Casa del Lector. /Bernardo Pérez./elpais.com

Un centro destinado a la investigación, estudio y fomento de ese proceso mental casi mágico que convierte la mezcla de los 27 caracteres del alfabeto en todo tipo de historias, imágenes, teorías o emociones. Es decir, la lectura. Esta casa no es un minipiso, sino una mansión bien espaciosa: 8.000 metros cuadrados en cuatro naves de Matadero que han sido remozados cuidadosamente desde su estado ruinoso por el arquitecto Antón García-Abril, con la señaléctica del diseñador Alberto Corazón y el interiorismo de Jesús Moreno. El espacio se suma a la intensa vida literaria de la ciudad, en la que bullen nuevas librerías grandes y pequeñas, las escuelas de escritura, los festivales o los lugares de bookcrossing, para ofrecer a la fauna de las letras madrileña exposiciones, cursos, clubes de lectura, espectáculos, actividades infantiles y, cómo no, libros.
La Casa del Lector será inaugurada por los príncipes de Asturias el próximo miércoles 17 y contará con la presencia del escritor noruego Jostein Gaarder (autor del superventas filosófico El mundo de Sofía), que dará una conferencia a modo de pistoletazo de salida. ¿Y a partir de ese día? Estas son algunas de las cosas que el lector podrá hacer entre sus literarias paredes.
» Siguiendo el hilo hasta acabar en un tuit. El hilo de Ariadna fue el hilo que utilizó el héroe griego Teseo para escapar del laberinto del Minotauro. Y también el título de una exposición, comisariada por el catedrático de Filosofía Francisco Jarauta, que inaugura el espacio expositivo de la Casa del Lector: “El hilo hace referencia a un recorrido por la idea de laberinto desde el mundo antiguo hasta el más contemporáneo”, explica. En la muestra se encuentran una veintena de obras, de Jaume Plensa, Adolph Gottlieb, Daniel G. Andújar o Robert Smithson, pero también dibujos de Julio Cortázar o Santiago Ramón y Cajal, que exploran las conexiones entre el laberinto y el arte, la ciencia, la literatura, desde la época del mito a las actuales redes de comunicación. “La cultura contemporánea en su totalidad tiene carácter de laberinto”, dice Jarauta. Al final de la muestra habrá un Twitwall, un muro digital en el que los visitantes, mediante tuits, podrán dejar constancia de lo que más le ha gustado y donde cada obra se identificará con un #hashtag.
» Leyendo en pandilla. Aunque pueda hacerse a solas, con amigos mejor: “Creemos que leer es un acto colectivo”, explica el escritor Pablo Nacach, coordinador de los clubes de lectura de la Casa del Lector. Habrá cuatro: uno infantil, otro para adultos, otro para mayores de 55 años y otro específico de filosofía. “Un acto colectivo que cobra vida cuando se habla de literatura, cuando se reflexiona en voz alta, incluso en el diálogo interno que mantenemos con cada autor”, continúa Nacach. La dinámica de un club de lectura es la siguiente: se designa un libro para leer y, un mes después, el club se reúne para comentarlo bajo la dirección del coordinador, que encauza la charla o proyecta películas. “También apreciamos que se escriba un pequeño texto sobre el libro porque, como decía Robert Musil, escribir es también leer”. Se leerá a Julio Cortázar, a Dino Buzzati, a Georges Perec, a Paul Auster o a Italo Calvino. Y el 15 de noviembre se celebrará una reunión de clubes de lectura de toda la comunidad: “En Madrid hay muchos más clubes de lectura de los que pueda parecer, en bibliotecas, universidades, asociaciones culturales, pero, además, en cualquier esquina donde dos personas se pongan a hablar de libros, ahí hay un club de lectura”.

“Una biblioteca que crecerá al ritmo del futuro”

César Antonio Molina./Uly Martín./elpais.com
Se ha propuesto crear una biblioteca “acorde con los tiempos, que crecerá al ritmo del futuro”. César Antonio Molina, director de la flamante Casa del Lector ahora, pero ya antes ministro de Cultura con el PSOE y, antes aun, director del Instituto Cervantes, quiere crear su propia biblioteca de Alejandría digital: “Será
un lugar en el que encontrar las nuevas creaciones literarias en los soportes del siglo XXI y, aparte de textos, incluirá imágenes y sonido”, explica Molina.
La selección de los elementos que formarán parte de este creciente archivo literario ya ha empezado a efectuarse, tanto por los responsables de este nuevo “hogar del lector” ubicado en las naves 16 y 17 de Matadero, como por el experto en publicaciones digitales de la Universidad Carlos III, Antonio Rodríguez de las Eras. Su inauguración y apertura se calcula “para la primavera, cuando ya se habrán elegido algunos de los elementos y materiales que formarán parte del invento”.
» Letras populares. De los tórridos romances de Corín Tellado a los duelos al sol de Marcial Lafuente Estefanía o las historias policiacas de Silver Kane. La literatura popular, del folletín a las novela de “a duro” que se compraba en quioscos, llenó las mentes de muchas generaciones cuando no había otras diversiones ni el mundo estaba invadido por pantallas. Considerada por muchos como un ejemplo de subliteratura, otros reivindican hoy el valor del pulp español. La Casa del Lector acoge la Colección Fernando Eguidazu de Novela Popular, 50.000 volúmenes, desde finales del siglo XIX a la actualidad, para el estudio, la documentación y el disfrute de los visitantes. Del pasado al futuro, en fuerte contraste, esta curiosa biblioteca comparte espacio con ordenadores que guardan un archivo de obras específicamente escritas para soporte digital, la llamada literatura hipermedia, que incluye, además de texto, imagen, vídeo, sonido o mapas: es la Biblioteca Digital.
» El espinazo de la Casa. El corredor principal de la Casa del Lector, conocido como La Espina, es un lugar de bookcrossing (aunque aquí no hace falta dejar ningún libro a cambio del que te llevas), donde los visitantes podrán recoger volúmenes gratuitos de temática variada y en varios idiomas, siempre con el deber moral de compartirlo en el futuro con otros lectores. Las paredes del espacio pueden acoger exposiciones, como los actuales murales de José Freixanes. Al fondo del pasillo está la zona de formación, muy bien equipada, donde se impartirá enseñanza reglada y no reglada, desde másteres hasta cursillos sobre comunicación, edición, diseño, audiovisual y demás.
» Homenaje al creador. La Casa del Lector surge como iniciativa privada de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, que corre con los gastos de la obra, 26 millones de euros, y de la programación anual, tres millones más. El espacio fue cedido por el Ayuntamiento de Madrid por 25 años. Germán Sánchez Ruipérez, fundador del Grupo Anaya, creó la fundación que lleva su nombre para fomentar la lectura y la cultura del libro, y ha abierto varios centros por el país con este y otros fines. La Casa del Lector es su regalo a la ciudad (“será la huella de mi paso por el mundo”, dijo el editor), que no pudo ver finalizado porque falleció a principios de año. Aquí se le dedica una pequeña exposición que explica su vida y obra, y que incluye, además de fotos, libros, objetos y documentos, la vieja Vespa que el editor utilizaba.
» Subidos en La Nube. Los niños y la literatura infantil, que tanto interesaba a Sánchez Ruipérez, también tienen su lugar en el espacio llamado La Nube. Módulos móviles con recovecos y cuevas llenan el espacio en el que los chavales podrán juguetear mientras se acercan a los libros en un ambiente amable y colorido tapizado de césped artificial. Se organizarán talleres y exposiciones para fomentar bien pronto el hábito de lectura y garantizar la formación de nuevos lectores dispuestos a comerse el mundo letra a letra.
» El auditorio que vino del frío. Enfrente del edificio principal se encuentra, en otra nave, el auditorio, tal vez el espacio estrella de la Casa. Un recinto abovedado que en el interior tiene forma de hangar y que en otros tiempos fue la sala de frío donde se conservaban las piezas de carne, cuando el Matadero era un matadero de verdad. Las paredes interiores están formadas por paneles iluminados que pueden apagarse o encenderse a voluntad, creando curiosos efectos de iluminación. Preside la sala una enorme pantalla LED de 10 metros por cuatro para realizar proyecciones audiovisuales y videoconferencias (la conexión a Internet es de un giga en esta sala). Aquí se celebrarán todo tipo de actos librescos, presentaciones, conferencias o incluso espectáculos teatrales.