Feria Internacional del Libro de Guadalajara. La brasileña Nélida Piñón y el nicaragüense Sergio Ramírez abrieron el Salón Literario Carlos Fuentes del evento
Salón Literario. Nélida Piñón (centro) y Sergio Ramírez (der.) inauguraron el espacio Carlos Fuentes./revista Ñ |
“Sólo se puede ser contemporáneo siendo arcaico. Lo ideal sería
llevar a Heródoto a comer feijoada a mi casa”. Con esa vitalidad resumía
ayer la brasileña Nélida Piñón el lugar que la tradición tiene en su
obra. La autora de La República de los sueños habló de cocina,
caos creativo (“la serenidad no existe”), velocidad (“en las urbes los
mitos duran 24 horas”) y de su relación con la memoria en diálogo con el
nicaragüense Sergio Ramírez: una apertura emocionante para el Salón
Literario Carlos Fuentes de la Feria del Libro de Guadalajara.
El encuentro fue un despliegue de inteligencia. “Uno tiene su propio reservorio de mitos”, apuntó Ramírez, algo que explica que Latinoamérica vea resurgir permanentemente caudillos. “Puede que hoy tomen otro rostro”, afirmó el ganador del Premio Carlos Fuentes 2014: “Los caudillos se transformaron en narcotraficantes, ellos detentan el poder”. Ramírez reivindicó la infancia como “un espejismo, al que siempre volvemos; cuando no recordamos, inventamos. Ese es el gran deleite de la escritura”. Haciendo memoria, justamente, retomó el origen de Adiós muchachos (1999), en el que recupera su experiencia en la lucha sandinista contra Somoza. “Quería contar la historia de una amiga, que abandonó a su hija de 3 años para irse a la guerrilla. Ese era el nivel de compromiso. Y no podía contarse sino en primera persona”. Piñón resumió la conmoción: “Hay que hacer que el texto llore. Nadie aguanta un texto perfecto pero frío”.
Entretanto, en el Pabellón Argentino, una mesa de poetas abría el programa literario del país Invitado de Honor. Tamara Kamenszain, Hugo Mugica, Jorge Fondebrider, Rodolfo Alonso y Francisco Garamona se planteaban la encrucijada que el último, coordinador, resumió: “¿Escribimos poesía o la vivimos?”. Daba para una ronda de margaritas, pero fue resuelta con sobriedad mientras a pocos metros Mafalda era reina indiscutida. Cientos de tapatíos –gentilicio de los nacidos en Guadalajara–, se tomaban ráfagas de fotos frente a la criatura de Quino. En el stand de Penguin Random House, donde un cartel lista los 24 sellos que integran hoy el grupo, Claudia Piñeiro renovó su contrato por una novela, aún sin título, que presentará en mayo. No es un policial, adelantan, aunque esconda sí un misterio.
El espíritu “argenmex” se respira en cada rincón. Quizá la síntesis perfecta sea el chiste inaugural de Juan Villoro en un imperdible diálogo con Juan Sasturain el sábado. “He soñado con dormirme como un escritor mexicano y despertarme como un escritor argentino”, bromeó, celebrando la libertad de autores como Soriano, Fontanarrosa y Sasturain al escribir sobre pasiones populares. “No es que antes a los escritores no les gustara el fútbol: no había permiso social para escribir sobre eso”, definió Sasturain. “Es como el sexo: antes también pasaban cosas bajo las sábanas. Pero los libros no lo contaban”. Villoro destacó la desmesura feliz de los hinchas argentinos: “Dicen: yo soy de Boca; y aquí: yo le voy al Necaxa, ¿por las dudas, no?”.
Siguen las firmas de libros, los homenajes, los espectáculos… Se parece bastante al paraíso.
El encuentro fue un despliegue de inteligencia. “Uno tiene su propio reservorio de mitos”, apuntó Ramírez, algo que explica que Latinoamérica vea resurgir permanentemente caudillos. “Puede que hoy tomen otro rostro”, afirmó el ganador del Premio Carlos Fuentes 2014: “Los caudillos se transformaron en narcotraficantes, ellos detentan el poder”. Ramírez reivindicó la infancia como “un espejismo, al que siempre volvemos; cuando no recordamos, inventamos. Ese es el gran deleite de la escritura”. Haciendo memoria, justamente, retomó el origen de Adiós muchachos (1999), en el que recupera su experiencia en la lucha sandinista contra Somoza. “Quería contar la historia de una amiga, que abandonó a su hija de 3 años para irse a la guerrilla. Ese era el nivel de compromiso. Y no podía contarse sino en primera persona”. Piñón resumió la conmoción: “Hay que hacer que el texto llore. Nadie aguanta un texto perfecto pero frío”.
Entretanto, en el Pabellón Argentino, una mesa de poetas abría el programa literario del país Invitado de Honor. Tamara Kamenszain, Hugo Mugica, Jorge Fondebrider, Rodolfo Alonso y Francisco Garamona se planteaban la encrucijada que el último, coordinador, resumió: “¿Escribimos poesía o la vivimos?”. Daba para una ronda de margaritas, pero fue resuelta con sobriedad mientras a pocos metros Mafalda era reina indiscutida. Cientos de tapatíos –gentilicio de los nacidos en Guadalajara–, se tomaban ráfagas de fotos frente a la criatura de Quino. En el stand de Penguin Random House, donde un cartel lista los 24 sellos que integran hoy el grupo, Claudia Piñeiro renovó su contrato por una novela, aún sin título, que presentará en mayo. No es un policial, adelantan, aunque esconda sí un misterio.
El espíritu “argenmex” se respira en cada rincón. Quizá la síntesis perfecta sea el chiste inaugural de Juan Villoro en un imperdible diálogo con Juan Sasturain el sábado. “He soñado con dormirme como un escritor mexicano y despertarme como un escritor argentino”, bromeó, celebrando la libertad de autores como Soriano, Fontanarrosa y Sasturain al escribir sobre pasiones populares. “No es que antes a los escritores no les gustara el fútbol: no había permiso social para escribir sobre eso”, definió Sasturain. “Es como el sexo: antes también pasaban cosas bajo las sábanas. Pero los libros no lo contaban”. Villoro destacó la desmesura feliz de los hinchas argentinos: “Dicen: yo soy de Boca; y aquí: yo le voy al Necaxa, ¿por las dudas, no?”.
Siguen las firmas de libros, los homenajes, los espectáculos… Se parece bastante al paraíso.