El autor de Soldados de Salamina presenta su nueva novela Las leyes de la frontera, recuerda a su amigo Roberto Bolaño y dispara munición gruesa contra los bolañistas y los nacionalismos
En Barcelona. Allí vive hace cuarenta años. Y es desde allí, una región nacionalista y separatista, desde donde critica los nacionalismos./RHM./Revista Ñ |
Hace poco más de doce años, cuando el nombre de Roberto Bolaño
empezaba a irrumpir con fuerza en la literatura en español su amigo
Javier Cercas todavía era un completo desconocido. Así lo comprobó la
edición de la antología Páginas amarillas en la que estaban
todos los escritores de la generación de Cercas menos él. Con el libro
en las manos, Bolaño lo llamó inmediatamente: “No estás tú, es que
tienes enemigos muy poderosos”. Cercas, que por entonces ya tenía dos
novelas publicadas y conocía la “interpretación guerrillera” que su
amigo hacía de la literatura, le contestó al instante: “No hombre, es
que nadie sabe quién soy, no tengo ningún enemigo”. Al año siguiente,
Cercas publicó Los soldados de Salamina , que lleva vendidos más
de un millón de ejemplares en todo el mundo. Bolaño murió en 2003,
detalle que terminó de convertirlo en el último mito literario
latinoamericano y en una estrella del mercado editorial. Pasó el
tiempo. Cercas todavía no se explica por qué tuvo semejante éxito de
crítica (ganó numerosos premios) y ventas, que le permitió dedicarse a
la literatura y abandonar su vida como profesor de filología, y tampoco
la suerte dispar de su amigo. “Por un lado se le ha reconocido como un
gran escritor, que es lo que era; por otra parte es triste, porque,
hombre, podríamos haberle reconocido cuando estaba vivo. ¿Hace falta
morirse? ¿Inventarle que era heroinómano y convertirlo en una leyenda a
base de medias verdades?”, se pregunta del otro lado del teléfono, en su
casa, en Barcelona. Verborrágico, continúa: “Los bolañistas van a matar
a Bolaño. Dentro de 10 años tendremos que salir a defenderlo de los
antiguos bolañistas. Será como con Cortázar, que en los años 60 y 70 era
Dios y ahora, en Argentina, nadie quiere leerlo”, exagera sin mentir
Javier Cercas. “Le gusta hablar”, admite. Lo mismo hacen sus personajes
en especial los de de su nueva novela Las leyes de la frontera , pibes chorros españoles que florecieron al mismo tiempo que la democracia.
–Esta novela apareció mientras se documentaba para “Anatomía de un Instante”
–Claro, aquel era un libro sobre la alta política durante la transición, sobre el arquitecto de la democracia en España. Y como tenía que documentarme fui a los diarios de la época. En las páginas nobles aparecía la construcción de la democracia, pero las de “sucesos”, estaban literalmente saturadas de estos chavales. Unos chavales de arrabal, algunos muy humildes, otros no tanto, que a finales de los años 70 y durante los años 80, se convirtieron en héroes, en mitos.
–Claro, aquel era un libro sobre la alta política durante la transición, sobre el arquitecto de la democracia en España. Y como tenía que documentarme fui a los diarios de la época. En las páginas nobles aparecía la construcción de la democracia, pero las de “sucesos”, estaban literalmente saturadas de estos chavales. Unos chavales de arrabal, algunos muy humildes, otros no tanto, que a finales de los años 70 y durante los años 80, se convirtieron en héroes, en mitos.
–Al
igual que en “Soldados...” el narrador busca un héroe. – Estamos
también ante un periodista que quiere contar la verdad histórica sobre
un personaje –Antonio Gamallo, alias “El Zarco”– sobre un mito de la
delincuencia en España y que al final lo que encuentra es una historia
de amor. Yo también buscaba contar la historia de uno de estos Robin
Hoods o algo parecido. Y lo que me encontré fue una historia de amor.
Este libro es una historia de amor, larga y compleja y a dos bandas,
pero eso no era lo que yo buscaba, sino lo que me encontré. Creo que,
como escritor, hay que estar abierto a lo que la propia escritura, la
propia lógica del libro te va entregando, eso es lo bueno de escribir.
–¿A
qué se debió esa explosión de delincuencia de los “quinquis” que
protagonizan su novela? – En primer lugar había muchos jóvenes, muchos
chavales, había lo que se llamaba un baby boom . Y los chavales sabes, pon todas las comillas que quieras, pero eran chavales sin oficio ni beneficio.
Chavales que no saben adónde van: pobres, sin futuro, que no tienen nada que perder, se convierten en peligrosos
. España era un país tercermundista, estos chavales no tenían nada que
hacer. España estrenaba libertad, salíamos de una dictadura y entrábamos
en una democracia, lo cual significaba que las construcciones de todo
tipo anteriores, en todos los sentidos, o se relajaban o dejaban de
existir y estos chavales se lanzaron a buscarse la vida. Y además, algo
curioso, muy particular, la sociedad los convirtió en héroes, pero en
auténticos héroes. No sólo eran héroes, como lo son los forajidos, los
pistoleros, el far west , fueron mitificados, literalmente
mitificados. Se convirtieron en mitos y los mitos son siempre mentira,
pero responden a necesidades profundas de la sociedad.
–¿Por qué se forjaron como mitos y por qué desaparecieron?
–Son
mitos, porque encarnan esperanzas, temores muchas veces difusos y estos
chavales fueron así. Lo que los frenó de golpe fue la heroína, que los
cegó de golpe. Esos chavales murieron, vale decirlo, a patadas, a
millares y millares. Eran chavales, algunos de arrabal directamente, de
familias pobres, pero también de clase media.
La heroína fue la guerra de mi generación , a una auténtica escala china, de la que no somos conscientes en este país.
–Sus
libros reflexionan sobre las fronteras. Como el narrador de esta
historia, usted convivió con esos jóvenes y adictos ¿Por qué su suerte
fue distinta?
–La respuesta está disuelta en el libro, es
el propio libro. Los libros que he escrito son muy distintos, pero se
parecen en una cosa muy importante: todos empiezan con una pregunta y el
libro es una búsqueda de una respuesta. Al final, no hay respuesta. Es
decir, la respuesta es la propia pregunta. Si me preguntas por mí, me
recuerdo a mí mismo leyendo libros sobre el underground americano,
leyendo muchas cosas sobre el anarquismo, sobre el hippismo, con 13, 14,
con 15 años y probando las drogas. Lo que ocurre es que yo era un poco
pedante y eso un poco me salvó, creo. Me interesaba mucho la literatura y
el cine. Aparte era bastante timorato y no me lancé a meterme una
jeringa. Pero eso estaba en el ambiente, estaba por todas partes, amigos
míos lo hacían y estaba por todas partes. Yo estaba demasiado ocupado
leyendo a Borges.
–Siempre lo nombra a Borges
–Yo sin Borges probablemente no sería escritor, me parece el escritor más importante desde Cervantes. Es extraordinario y fundamental. También hay otros. En el último siglo la explosión de la narrativa latinoamericana ha sido extraordinaria y eso es un privilegio para los escritores españoles y todos los escritores en español.
–Yo sin Borges probablemente no sería escritor, me parece el escritor más importante desde Cervantes. Es extraordinario y fundamental. También hay otros. En el último siglo la explosión de la narrativa latinoamericana ha sido extraordinaria y eso es un privilegio para los escritores españoles y todos los escritores en español.
En mayo
próximo saldará sus ganas de conocer mejor América latina. Entre otros
destinos, visitará la siempre multitudinaria Feria del Libro de Buenos
Aires y también Chile y Colombia.
–¿Por qué casi siempre los escritores españoles están aislados de sus pares latinoamericanos?
–Mi
impresión es que ése es un tema general de la literatura en español:
hay una atomización. Es decir, los escritores y los lectores argentinos
leen poca literatura española; los españoles, poca literatura argentina y
los mexicanos, poca peruana; por ejemplo. Hay una especie de
impermeabilización, hay muy pocos escritores que traspasan esas
fronteras, que no son fronteras. Es un drama. Por otra parte, la
literatura española es menos cosmopolita que muchas literaturas
latinoamericanas. La literatura española, con excepciones, se ha
encerrado, primero por causas históricas, pero también por una especie
de ombliguismo, narcisismo estúpido y también por esta cosa que hemos
tenido de nuevos ricos los últimos 30 años. El nacionalismo es la peste,
pero en literatura es el horror. Pertenecemos a una tradición muy
amplia, aunque nuestra tradición literaria sea muy inferior a las
grandes tradiciones –la del inglés, el francés, el alemán– ahora es más
potente quizás que muchas, hay que beneficiarse de eso.