Julio Ramón Ribeyro atravesó tanto la potencia como algunas de las frustraciones de la literatura latinoamericana desde los años 50 hasta casi finales del siglo XX, incluyendo desde luego el Boom latinoamericano
Julio Ramón Ribeyro fue un afectado por el Boom./pagina12.com.ar |
Su obra se concentró en los cuentos, los relatos y los
ensayos breves, en los que cultivó un humor refinado y distante. La caza
sutil y otros textos es una buena muestra de lo que podía ser un
escritor de raza un tanto aturdido por la eclosión de una crítica
literaria súper especializada en los años ’60, pero dispuesto a seguir
hablando en tono menor y sutil de los grandes autores y los temas
literarios de peso.
Desde
Los gallinazos sin plumas de 1955 hasta los Relatos santacrucinos de
1992, pasando por una serie de la cual quizás el volumen más destacado
sea Solo para fumadores, de 1987, el peruano Julio Ramón Ribeyro hizo de
la narración breve su género esencial. Limeño, nacido en 1929, es
contemporáneo de Alfredo Bryce Echenique, Enrique Congrains Martins y de
quien entre ellos alcanzara mayor renombre, Mario Vargas Llosa. Estos
integrantes de la llamada Generación del Cincuenta en la literatura
peruana tienen la nota común de desarrollar el relato urbano en que la
urbe y sus habitantes reemplazan a las tradicionales historias ubicadas
en zonas pueblerinas o rurales. La mirada crítica y la configuración de
la ciudad capital en la escritura quedaron plasmadas en el emblemático
ensayo de otro de los escritores del período, Lima la horrible de
Sebastián Salazar Bondy. Menos conflictivo que plantear una genealogía y
primacía acerca de la representación de la ciudad fue el acuerdo
general en cuanto a reconocer el lugar preponderante de César Vallejo.
El viaje y estadía en Europa constituyó para varios de estos autores
una experiencia similar, que podía extenderse en el tiempo según las
circunstancias que cada uno debió o eligió enfrentar. En el caso de
Ribeyro, el viaje comienza en 1952 y algunas ciudades del Viejo Mundo se
convierten, salvo intervalos, en lugar de residencia permanente hasta
su muerte, en 1994 (a causa de su indeclinable apego al cigarrillo), y
luego de que se lo distinguiera con el Premio Juan Rulfo. Aun cuando su
obra no sólo cuentística fuera incrementándose y alcanzando entre otros
reconocimientos, el de traducciones a varios idiomas, Ribeyro no integró
el grupo de protagonistas centrales del boom latinoamericano. Respecto
de aquel fenómeno de los sesenta y en relación con diversos escritores
(los incluidos y los que no) no faltaron polémicas e interpretaciones,
también las del propio Ribeyro acerca de sus diferencias respecto de los
más notorios representantes del suceso. Una de ellas, quizá bastante
interesante en relación con su producción más destacada y extensa (los
cuentos que fue reuniendo en volúmenes bajo el título de La palabra del
mudo), alude a su falta de dimensión épica, en tanto adscribe más bien a
tramar pequeñas historias de personajes no dotados de rasgos salientes,
ni típicos o excepcionales, si bien no dejó de abordar uno de los
tópicos de la época: el tema del poder militar en la novela Cambio de
guardia. Pero la veta más subjetiva si bien no confesional, en tanto ha
manifestado su resistencia a hablar públicamente de su vida y obra
evidente en su diario La tentación del fracaso, se enlaza con las
reflexiones literarias que fue acopiando y publicó bajo el título de La
caza sutil en 1976, compilación que reunía escritos datados entre 1953 y
1975, y que justamente se inicia con un texto acerca de los diarios
íntimos. A la actual edición se agregaron escritos posteriores, que
llegan hasta el año anterior a su muerte.
La
caza sutil y otros textos Un desaprensivo paseo entre libros y autores.
Julio Ramón Ribeyro Universidad Diego Portales 234 páginas
En una primera apreciación, el conjunto revela no sólo un recorrido
por obras literarias (entre las que se cuentan las de otros autores
peruanos, latinoamericanos o europeos, a veces en un tratamiento
comparativo), sino también un modo peculiar de ejercer la crítica
literaria. No es poco importante considerar que estos ensayos surgen en
un lapso en el cual, según el mismo Ribeyro, “la crítica actual se ha
vuelto tan especializada y hermética y con frecuencia tan pretenciosa y
pedante que su inteligencia requiere una laboriosa iniciación”, lo que
remite al contexto del estructuralismo y postestructuralismo, que por
entonces ocupaban el centro de la escena. La postura de Ribeyro, que no
teme ser filiado a la crítica “impresionista”, aparece alejada de jergas
o rigor cientificista para más bien presentarse como “paseo entre
libros y autores” y confluye con su elección cuentística, en tanto lo
que se propone, expresado en palabras de Ernst Jünger, es una “caza
sutil” (de pequeñas presas, opuesta a “caza mayor”). Sin embargo, no se
trata tanto de la magnitud de aquello a “cazar” sino más bien, de lo que
podría verse como método. Porque los “objetos” de la caza distan de ser
menores en cuanto a autores tratados (García Márquez, Arguedas,
Stendhal, Proust, Lezama Lima, por ejemplo) o a cuestiones fundamentales
para desarrollar un proyecto literario (estilo, modo de representación,
géneros, etc). Por ejemplo, el segundo ensayo, “Lima, ciudad sin
novela”, se focaliza en la problemática de la narrativa urbana en su
país antes de que surgieran obras que desmentirían la imposibilidad de
que la ciudad tuviese quien le escribiera. O en “Las alternativas del
novelista”, la pregunta por qué tipo de lenguaje usar en el relato lleva
al examen de textos en un lapso y espacio bastante dilatado; así como a
partir de un grupo literario (OuLiPo) se consideran procedimientos de
escritura que exceden el tema inicial. Es decir, la caza sutil es más
bien la propuesta y defensa de una atención afinada para discurrir con
fluidez acerca de preocupaciones que le atañen en tanto lector y
escritor no ceñido a un solo género. Que llega a incluir, en algunos de
los últimos textos aquí reunidos, raccontos de biografías en un estilo
certero y condensado como aludiendo a lo que hace distintivo a los
cuentos de quien roza la autobiografía en “Circunstancias de un
escritor”, que sigue preguntándose, ofreciendo pequeñas interpretaciones
y atisbando su lugar en la literatura peruana. Efectivamente lo posee, y
además trasciende esa frontera.