Javier Marías, Elvira Lindo y Eduardo Lago son algunos de los escritores que han expresado su admiración por Alice Munro
Una lectora compra libros de Alice Munro en Estocolmo. /elpais.com |
“...Los niños no. Apartó aquel pensamiento de su mente, como si estuviera sacándolos de un incendio...”.
Por historias así, como este pasaje del cuento Poste y Viga y
el cuento en cadena que ha desatado el premio a la canadiense Alice
Munro, muchos lectores, escritores y críticos han mostrado su alegría. Javier Marías
recuerda que más de una vez ha declarado que es una de los escritores
vivos que más merecía el Nobel: “Me alegro que se haya destacado a una
autora de cuentos, un género que gozó en su momento de gran prestigio
pero que en las últimas décadas se le ha considerado algo secundario o
como preparación para una novela, y no es así”. El autor y académico
español no duda en afirmar que Munro está al nivel de los mejores como
Chéjov, Maupassant o Borges. Y da claves de parte de su secreto:
“Consigue transmitir una profunda emoción con personas fundamentalmente
normales en una época en la cual se privilegia tanto los buenos y malos
sentimientos de una manera que rozan la cursilería. Escribe sobre gente
normal sin cargar las tintas y consiguiendo unos niveles de emoción y
profundidad con poco parangón en la literatura actual”.
Y lo consiguió hace mucho. Milagro de su empecinamiento, porque, relata Elvira Lindo,
varias veces le aconsejaron que se dedicara a la novela: “Ha sido para
sus compatriotas la fundadora de una literatura canadiense que ve en
ella a su Chéjov. Observadora de las vidas comunes, y en especial,
contadora de vidas de mujeres descontentas con su destino. Sus relatos
de mujeres no son complacientes con la psicología femenina. Ha narrado
la complejidad de la relación entre madres e hijas como nadie lo había
hecho”.
“...Tampoco Brendan, por la razón contraria. No lo amaba lo
suficiente. Solía decir que lo amaba, y en cierto modo lo decía en
serio,”...
Como el hecho de que es una escritora de talla inconmensurable que ha
aportado una manera diferente de entender el cuento, destaca Eduardo Lago:
“Consigue una prosa mágica con la creación de paisajes íntimos con
zonas de peligro. Se adentra en lugares misteriosos. Es única y capaz de
renovarse a sí misma”.
Y a pesar de todo eso que parece complejo su lectura resulta sencilla, aclara Ignacio Martínez de Pisón:
“Sus personajes son sencillos y es dueña de las mayores sutilezas del
alma humana. Mujeres solitarias en un entorno rural de Canadá. Historias
que acaban siendo grandes tragedias. Es una escritora adictiva”.
Es un genio en la construcción de las historias, asegura Colm Tóibín:
"Tiene una manera de sugerir, tanto en las cadencias como en las
circunstancias que describe, como si nada fuera a suceder, al presentar
un mundo normal y de alcance pequeño. Y luego, en una historia como la Fuga
se las ingenia para sugerir una soledad feroz, mientras comienza a
dramatizar los motivos y acciones más inusuales. Lo hace poco a poco".
¿Cómo lo hace? ¿Cómo logra esa magia de convertir lo corriente y vulgar
en un universo con vida propia? A Tóibín le encantaría estar dentro de
la cabeza de Munro mientras trabaja, porque su sensación es que todo eso
esconde "una enorme cantidad de borradores, añadidos, riesgos y mucho
tiempo. Sus historias pueden ser chocantes y desconcertantes".
La fascinación por su universo se desplaza ahora a la de las
opiniones sobre su obra. Es así como vuelve a aparecer el maestro de
maestros del cuento, esta vez en boca de Clara Usón:
“Chéjov, con quien se la compara, criticaba a los escritores ‘obstinados
que se agarran a lo grande porque no saben crear lo pequeño. Es más
fácil escribir sobre Sócrates que sobre una señorita o una cocinera’.
Chéjov aplaudiría a Munro: su mundo es limitado, incluso anodino, el de
los granjeros de Ontario, pero con su gran talento y sutileza nos
recuerda que la condición humana, con sus conflictos y contradicciones,
es la misma en todas partes. Hay cuentos que alcanzan una rara
perfección que está vetada a las novelas. Ella es autora de una cantidad
asombrosa de narraciones perfectas”.
“...y necesitaba que él la amase, pero junto al amor, casi todo
el tiempo, se oía un leve zumbido de odio. Por eso ofrecerlo en trato a
él habría sido repudiable; y además inútil...”.