Cuando el canadiense Patrick deWitt se enteró de que su novela Los hermanos Sisters cosechaba elogios entre los fanáticos del western, fue el primer sorprendido. Más que el género, le interesaba seguir los pasos de unos hermanos asesinos a sueldo que poco a poco se irán acercando a la fiebre del oro en California. El resultado, sin embargo, sí es un western reflexivo que sorprende por su capacidad emotiva y su creciente complejidad narrativa
Patrick deWitt, autor canadiense de Los hermanos Sisters./pagina12.com.ar |
Aunque
los hermanos Sisters no acostumbran ponerles nombres a sus caballos,
sus nuevas monturas se llaman Barreño y Espabilado. Son los nombres que
tenían antes de llegar a ellos, y Charlie y Eli han decidido
conservárselos. Sus anteriores caballos habían muerto en el incendio de
un establo durante un “encargo”, así que parte del pago del mismo
terminaron siendo Barreño y Espabilado. Charlie no tiene problema con
Espabilado, pero Eli no está conforme con Barreño. Debe castigarlo para
que mantenga el paso durante las cabalgatas, y no le gusta ejercer una
crueldad que considera gratuita. Además extraña al anterior. Por la
noche lo asaltan pesadillas durante las cuales lo ve ardiendo en el
establo.
Como su hermano pudo elegir el mejor caballo de los dos cuando se
los entregaron, porque él estaba recuperándose de una herida en la
pierna recibida durante el mismo encargo, Eli considera que lo justo es
que también tenga un caballo con el que esté satisfecho. Por eso le ha
propuesto a Charlie vender a Barreño, y compartir lo que haga falta
agregar para conseguir un animal acorde con sus necesidades. Charlie
primero estuvo de acuerdo, pero luego dijo que lo harían después del
nuevo asunto que tienen entre manos. Para Eli es absurdo, porque Barreño
los retrasará. ¿No sería lógico cambiarlo antes?
Ese es el problema de los caballos, con el que empieza Los hermanos
Sisters, la segunda novela del canadiense Patrick deWitt, un curioso
western ambientado a mediados del siglo XIX. Curioso porque, por un
lado, deWitt no es lo que se dice un especialista en el género. Es más:
cuando la novela fue sorpresivamente nominada en 2011 al prestigioso
premio anual Man Booker británico, su autor explicó que jamás se le
hubiese ocurrido escribir un western, hasta que se descubrió haciéndolo.
Y que siempre pensó que era justamente un western para los que no leen
westerns, hasta que escuchó que a los fanáticos del género les estaba
gustando. ¿Quién era él para contradecirlos?
Pero también es un western curioso por las libertades que se ha
tomado deWitt en la voz narrativa de Eli, un asesino a sueldo con
problemas de conciencia, que además es capaz de expresar sus dudas con
un vocabulario poco acorde con su época. Esas libertades se extienden a
toda la trama de la novela, una suerte de picaresca del Oeste que
acompaña a los particulares hermanos Sisters en una cabalgata hacia
California, durante la cual se cruzarán –obviamente– con toda clase de
personajes. Como han señalado las reseñas dedicadas al libro, Los
hermanos Sisters es un western a la manera de los hermanos Coen, y
también de Lucky Luke, la historieta de Morris y Goscinny. Tanto de unos
como de los otros se podría esperar que un asesino a sueldo en camino
de su próximo trabajo –y también de arrepentirse de su oficio– se cruce
con un dentista y termine entusiasmándose con un nuevo invento llamado
cepillo de dientes.
Durante toda la novela, Eli intentará convencer a Charlie de las
bondades de la higiene bucal, y de la misma manera irá evolucionando su
relación con Barreño, al que le terminará dispensando una inesperada
fidelidad. Algo parecido sucede con la lectura de la novela, que en un
principio se lee con algo de distancia a causa de su slapstick verbal y
cierta autoconciencia narrativa, pero con el correr de sus páginas tanto
Eli como Charlie van creciendo como personajes, y sus historias van
revelándose y profundizándose.
Los hermanos Sisters. Patrick deWitt Anagrama 334 páginas
A pesar de ser un western que duda de serlo para poder existir, Los
hermanos Sisters no se priva de ninguno de los lugares clásicos, como
una escena de duelo muy particular, pero también ajustada al género. Su
cabalgata se inicia con una ceja permanentemente alzada, pero todo se
encuentra felizmente en su lugar al llegar al corazón de su trama: San
Francisco. Porque si deWitt ha confesado que la primera chispa que lo
llevó hasta Los hermanos Sisters fue un diálogo irónico entre dos
cowboys que escribió a modo de ensayo de estilo y luego dejó de lado, el
fuego recién llegó cuando descubrió entre unos libros usados un volumen
con fotos de la fiebre del oro californiana. “Lo que más me interesó
del asunto fue cómo miles de hombres y mujeres abandonaron sus hogares y
sus familias para perseguir un sueño que nunca antes habían sabido que
tenían”, explicó deWitt. Barcos abandonados en el puerto sin descargar
su carga porque los marineros fueron detrás del oro apenas tocaron
tierra, comidas y hospedaje a un precio exorbitante, hoteles con
artilugios nunca vistos como intercomunicadores para hablar con la
recepción, todo es posible en San Francisco, el lugar donde termina el
camino de los hermanos Sisters al promediar el libro, y comenzará su
verdadero viaje.
Si Eli y Charlie se dirigen hacia California desde el comienzo de
sus aventuras es porque su jefe, el Comodoro, quiere que se encarguen de
Hermann Kermit Warm, un buscador de oro muy particular. Y tan
particular será Warm, que terminará cambiando el destino de los Sisters,
y también de una novela que alcanzará cierta melancolía y emotividad
inesperable en sus primeras páginas. Pero ese cambio no es forzado sino
que aparece naturalmente, paso a paso, con cada una de los encuentros y
dudas de Eli, un cowboy con buen aliento, un asesino reflexivo, un
viajero curioso que descubrirá que todo auténtico viaje sólo conduce de
regreso al comienzo.