"Escribo sobre las formas de dominación del otro", dice la chilena Lina Meruane. Radicada en Nueva York, de visita en el último Filba, charló acerca de sus últimos trabajos. Las derivaciones de Sangre en el ojo, su última novela, el desafío de su proyecto editorial Brutas editoras, y las elecciones en Chile. Sostiene que el periodismo de su país sigue operando bajo censura y que las grandes editoriales sólo se ven como empresas, que abandonaron el proyecto cultural
LETRA CHILENA EN NUEVA YORK. "Mi vida personal es menos divertida que cuando no escribía", dice Lina Meruane./revista Ñ |
“Todos como lectores sentimos la misma ansiedad de la ceguera”,
afirma la escritora chilena Lina Meruane. La ceguera como enfermedad es
un tema central de Sangre en el ojo, su última novela.
Pero también es una metáfora. Ella, que en sus libros incorpora los
lenguajes hispanos que conviven en Nueva York, donde vive, recrea de
manera inquietante el impacto en las conductas cotidianas de la
educación del miedo, del silencio que impuso la dictadura chilena. Pero
lo hace de un modo sutil, a veces simbólico. Meruane (Santiago de Chile,
1970) tiene publicados por la editorial argentina Eterna Cadencia dos
libros, el mencionado Sangre en el ojo y Las infantas,
una selección de relatos breves. Ahora trabaja en un nuevo libro, sobre
el que apenas hablamos en esta charla que se volverá entrevista.
Llegó
desde Nueva York Meruane. Y lamenta haberse perdido la conferencia con
la que Sylvia Molloy abrió el Filba 2013. Lo lamenta porque Molloy fue
su directora de tesis en los Estados Unidos y porque la lectura toca un
tema común para ambas. Escribir desde lejos, a la intemperie.
Aunque sea una intemperie distinta, de climas diferentes. “Mi situación
con la ida de Chile es que nunca siento que estoy lejos de Chile. Mi
cabeza sigue funcionando ahí, los problemas políticos me siguen
irritando, sigo leyendo la prensa chilena y sigo estando al día con los
autores, con el cine, es algo que me autoimpongo”, dice. Y ofrece sus
razones: “Quizás tenga miedo de perder la frescura de lo chileno”. Su
pasaporte sigue siendo trasandino, pero su experiencia neoyorquina le
abrió las fronteras. La muestra está en su escritura, en su habla, pero
también en su editorial Brutas Editoras,
con la que busca amplificar el debate académico que el mundo latino
anima profusamente en los EE.UU. “Había poco espacio para la circulación
de le libros producidos en el gran mundo hispanohablante de Nueva York.
Buscamos generar esa conversación”, arremete. Por eso lanzaron una
colección fuerte en español, con abrumadora mayoría de autores
latinoamericanos. “De algún modo refleja la experiencia de los latinos
en los Estados Unidos, una experiencia que les es ajena”, sugiere, y
entonces sí, comienza la entrevista.
-Allí hay una
frontera, con la que chocan los medios estadounidenses en español, por
ejemplo. La segunda generación de estos migrantes ya lee en inglés,
¿sucede lo mismo con la literatura? ¿Cómo es trabajar para un público
transitorio?
Nosotros, en atención a esos desplazamientos
de la lengua, tenemos otra colección que es bilingüe. Novela corta en
español e inglés. Son libros para compartir con alguien que preferiría
leer primero en inglés. Es compartir un libro en dos lenguas. Es en
español y es en inglés, pero también es el punto de contacto entre esas
dos lenguas. Un encuentro muy productivo con enormes posibilidades
literarias.
-Hablabas al principio de tu interés autoimpuesto por seguir de cerca lo que ocurre en Chile…
No es tan sacrificado como quizás sonó. Son conexiones muy fuertes, profundas, largas.
-Sin
embargo, en Sangre en el ojo, el contexto aparece algo desdibujado. Esa
historia podría transcurrir en cualquier lugar del mundo, un personaje
enfocado en si mismo, con lo que lo circunda mostrado de manera casi
anecdótica, banal. La crisis argentina de 2001, o el 11 S en Chile, son
apenas unas marcas de lugar y tiempos. ¿Es una búsqueda introspectiva la
tuya, es adrede minimizar el contexto?
El contexto
histórico es más bien algo que tiene su efecto sutil sobre los
personajes. Los lugares y los hechos generan heridas en esos personajes,
que no necesariamente son muy visibles. Pero es curioso, en otros
lugares el tema de la dictadura en Chile o la crisis argentina les
parecen mucho más visibles. A nosotros que estamos bombardeados por
nuestra propia realidad nos parece quizá menos importante. Ahora, es
verdad que es un personaje egocéntrico y yo quería explorar la condición
de la enferma y los poderes de ese personaje culturalmente débil. El
contexto, como tu dices, pasa a ser un telón de fondo, pero tiene un
impacto en su vida.
-¿Es disparatado asociar una tragedia política a una enfermedad como esta?
Quizá
sea difícil asociarlo leyendo sólo este texto, pero hacia atrás hay
otros escritos en los que trabajo también la figura de la enferma, en
relación más directa con los hechos políticos chilenos. Pero nunca en la
manera realista en la que se narra la historia de Chile. Lo que está es
la manera de comportarse de las personas y las familias en relación con
la educación política que se les dio. La educación del miedo, la
educación del silencio. Hay allí una especie de efecto eco, más que un
efecto directo.
-Sangre en el ojo es un libro inquietante, imagino a lectores mimetizados con tu personaje, ¿qué devoluciones te han hecho?
La
gente que me habla del libro me habla de sus problemas oculares, o de
sus angustias y miedos relacionados al tema. Eso que parece que es un
caso muy particular resuena de manera poderos entre los lectores, todos
como lectores sentimos la misma ansiedad de la ceguera. Incluso gente
que no tiene problemas oculares, ha visto despertar sus temores. Me hizo
pensar e intuir por qué hay tantos personajes ciegos en la literatura.
Sábato, Saramago…Es una figura que se teme muchísimo.
-Es curioso, el tema del amor es central en la novela, pero es un amor filtrado por un personaje en crisis, hiperegoista.
La
enferma víctima acaba invirtiendo esa relación. La famosa prueba de
amor se le pide siempre a la mujer. Mi personaje invierte esa prueba, y
se la entrega a él. La pregunta sobre la incondicionalidad del amor aquí
se da vuelta. ¿Cuánto me quieres dar?, dice. Pero a la vez muestra el
grotesco que están incluido en esa pregunta, el exceso que hay en esa
pregunta.
-Esta es una enfermedad concreta, pero el
retrato de este personaje egocéntrico, ¿es también una reflexión sobre
el individualismo?
Sí, el personaje sólo se mira a si
mismo, por lo tanto solo puede querer satisfacer sus propios deseos. En
ese sentido, todos los demás personajes son secundarios, completamente
funcionales a su propia lógica.
-¿Escribís contra esa lógica?
Sí, escribo contra esa lógica.
-¿Y contra qué más escribís? ¿Contra los vínculos familiares superfluos?
Es
una buena pregunta. Escribo, pensando en las formas discursivas, sobre
las formas de dominación del otro. Me preocupa ese tema, y lo he
centrado en el cuerpo porque allí se hacen realidad, encuentran su
concreción material. Uno de los efectos de haber crecido en dictadura es
haber visto como eso ocurría alrededor. Como el discurso puede general
invalidez en el otro. Me interesaba explorar como funcionan esos
discurso que invalidan al otro pero también como el inválido puede
manipular al otro. No es tan blanco y negro. Hay maneras de zafar, de
fisurar, pero también hay maneras de hacer propias esas formas de
dominar al otro.
-En un video que grabaste en Berlín decís
que sos una persona menos divertida desde que escribís, ¿era sólo para
la cámara o de verdad influyó tanto en tu carácter convertirte en
escritora?
Es tanta la energía que le pongo a la
escritura que allí es donde me divierto más. Pero el ejercicio de
escribir, que no es con lo que me gano el sueldo, le ha quitado tiempo a
disfrutar el resto de la vida. Es mi momento actual. En ese sentido, mi
vida personal es menos divertida que cuando no escribía, cuando era una
adolescente.
-Vayamos a tu perfil de consumidora de
productos culturales chilenos. Tengo la sensación de que el cine y la
literatura chilena, ocupan el lugar que el periodismo por imposibilidad o
debilidad nunca ocupó. El lugar de la crítica social, por ejemplo.
¿Coincidís con esta apreciación?
Creo que el periodismo
chileno sigue operando bajo censura. Puedo decir que después de la
dictadura, época en la que yo todavía trabajaba de periodista, había
muchas palabras que no se podían usar. Dictadura, Golpe de Estado,
aborto…
-El actual presidente (Sebastián Piñera) no las usa 20 años después…
Claro,
el pertenece a un partido político que las prohíbe. Pero era mucho peor
que eso ocurriera en los medios masivos. El periodismo chileno, en el
que escribe gente de izquierda, sufre una línea editorial muy poderosa.
Pero también hay que decir que desde hace un tiempo crece una prensa
online e independiente que hace otro periodismo. Investigaciones no
menores que fueron apareciendo en libros también. El periodismo de
medios ha tenido mucha obstrucción, pero el periodismo no está muerto.
-¿Tus próxima novela será más política?
Me
interesa mucho la política, pero no es la manera que yo trabajo la
literatura. Incluso mi próxima novela, que tiene que ver con las
problemáticas contemporáneas, no la abordo desde los hechos. Trabajo más
lo simbólico, como todo eso genera ciertas conductas, pero no tomo los
hechos de manera directa.
-No puedo dejar de preguntarte
por las elecciones. Parecen bastante definidas a favor de una Bachelet
que se ha nutrido de algunos cuadros de la derecha pero también del PC.
Una ensalada difícil de explicar…
Bueno, el peronismo no es muy fácil de entender.
-Pero es una dificultad histórica, viene desde el 45. Esto es más nuevo para ustedes
Puede ser.
-¿Da para esperanzarse?
Yo
tengo esperanza de que la derecha deje de gobernar. Incluso que Evelyn
Matthei (la candidata oficialista) no llegue a la segunda vuelta. Es una
esperanza que pide poco, porque en efecto la situación política está
muy establecida. Pero me parece importante que hayan aparecido
candidatos nuevos, como por ejemplo Giorgio Jackson.
Pero si en efecto Bachelet gana esta elección, me gustaría que
aproveche este momento, un momento de alta demanda social, y haga los
verdaderos cambios sociales que se necesitan. La educación es el tema
central.
-Seguimos con la política, pero ahora sobre el
panorama editorial, dominado cada vez más por las grandes
multinacionales, que fagocitan a los más pequeños. ¿Cómo editora y
autora, cuál es la salida?
Yo no soy tan apocalíptica.
Veo, en efecto, que las grandes editoriales abandonaron el proyecto
cultural. Empezaron a verse a si mismas y a operar como empresas.
Perdieron su aporte específico a la cultura. Ese espacio que dejaron
libre las grandes editoriales lo están ocupando de manera voraz, en el
mejor sentido de la palabra, las editoriales independientes. Son las que
marcan el paso de lo literario, no el paso del best seller. Se
dividieron las aguas. Son esas mismas editoriales las que producen
cruces y diálogos, y este es un fenómeno que ocurre en toda América
latina.
-¿No es demasiado endogámico ese fenómeno, cuando
vemos las ventas, la circulación y todo queda muy acotado a los propios
actores?
Mi expectativa nunca ha sido la masividad, sino que mi literatura llegue al lector que la vaya a apreciar. Si eso ocurre, bingo.