Charles Baudelaire fue el más grande
poeta del simbolismo. Además de
ser considerado uno de los poetas malditos, fue un excelente traductor
,llevó al francés a Edgar Allan Poe y uno de los escritores más
influyentes de su tiempo hasta ahora
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Charles Baudelaire, poeta francés de Las flores del mal./literalgia.com |
Nació en Paris, el 9 de abril de 1821. Estudió Derecho, pero jamás le
interesó esa profesión. La Literatura lo absorbió desde el principio.
Conoció a varios poetas contemporáneos y vivió una vida bohemia a tal
punto que sus padres trataron de enderezarlo, enviándolo lejos, en un
barco lleno de militares, pero en medio del camino regresó a Paris y
continuó con su vida desordenada.
Cuando en 1857 publicó Las flores del mal, fue criticado y procesado.
Sus poemas fueron considerados “ofensas a la moral pública y las buenas
costumbres”. En el juicio, el autor fue dijo:
“Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras
inmoralidad, moralidad en el arte y demás tonterías me recuerdan a
Louise Villedieu, una puta de a cinco francos, que una vez me acompañó
al Louvre donde ella nunca había estado y empezó a sonrojarse y a
taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba
ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podían exhibirse
públicamente semejantes indecencias”.
Murió el 31 de agosto de 1867.
CONSEJO PARA JÓVENES ESCRITORES
Los preceptos que se van a leer son fruto de la experiencia; la
experiencia implica una cierta suma de equivocaciones; y como cada cual
las ha cometido –todas o poco menos-, espero que mi experiencia será
verificada por la de cada cual.
I
DE LA SUERTE Y DE LA MALA SUERTE EN LOS COMIENZOS
Los jóvenes escritores que hablando de un colega novel dicen con
acento matizado de envidia: “¡Ha comenzado bien, ha tenido una suerte
loca!”, no reflexionan que todo comienzo está siempre precedido y es el
resultado de otros veinte comienzos que no se conocen.
…creo más bien que el éxito es, en una proporción aritmética o
geométrica, según la fuerza del escritor, el resultado de éxitos
anteriores, a menudo invisibles a simple vista. Hay una lenta agregación
de éxitos moleculares; pero generaciones espontáneas y milagrosas
jamás.
Los que dicen: “Yo tengo mala suerte”, son los que todavía no han tenido suficientes éxitos y lo ignoran.
***
Libertad y fatalidad son dos contrarios; vistas de cerca y de lejos son una sola voluntad.
Y es por eso que no hay mala suerte. Si hay mala suerte, es que nos
falta algo: ese algo hay que conocerlo y estudiar el juego de las
voluntades vecinas para desplazar más fácilmente la circunferencia.
***
II
DE LOS SALARIOS
Por hermosa que sea una casa es ante todo -y antes de que su belleza
quede demostrada- tantos metros de frente por tantos de fondo. De igual
modo la literatura, que es la materia más inapreciable, es ante todo una
serie de columnas escritas; y el arquitecto literario, cuyo sólo nombre
no es una probabilidad de beneficio, debe vender a cualquier precio.
Hay jóvenes que dicen: “Ya que esto vale tan poco, ¿para qué tomarse
tanto trabajo?” Hubieran podido entregar trabajo del mejor; y en ese
caso sólo hubieran sido estafados por la necesidad actual, por la ley de
la naturaleza; pero se han estafado a sí mismos. Mal pagados, hubieran
podido honrarse con ello; mal pagados, se han deshonrado.
Resumo todo lo que podría escribir sobre este asunto en esta máxima
suprema, que entrego a la meditación de todos los filósofos, de todos
los historiadores y de todos los hombres de negocios: “¡Sólo es con los
buenos sentimientos con los que se llega a la fortuna!”
Los que dicen: “¡Para qué devanarse los sesos por tan poco!” son los
mismos que más tarde quieren vender sus libros a doscientos francos el
pliego, y rechazados, vuelven al día siguiente a ofrecerlo con cien
francos de pérdida.
El hombre razonable es el que dice: “Yo creo que esto vale tanto,
porque tengo genio; pero si hay que hacer algunas concesiones, las haré,
para tener el honor de ser de los vuestros”.
III
DE LAS SIMPATÍAS Y DE LAS ANTIPATÍAS
En amor como en literatura, las simpatías son involuntarias; no
obstante, necesitan ser verificadas, y la razón tiene ulteriormente su
parte.
Las verdaderas simpatías son excelentes, pues son dos en uno; las
falsas son detestables, pues no hacen más que uno, menos la indiferencia
primitiva, que vale más que el odio, consecuencia necesaria del engaño y
de la desilusión.
Por eso yo admiro y admito la camaradería, siempre que esté fundada
en relaciones esenciales de razón y de temperamento. Entonces es una de
las santas manifestaciones de la naturaleza, una de las numerosas
aplicaciones de ese proverbio sagrado: la unión hace la fuerza.
La misma ley de franqueza y de ingenuidad debe regir las antipatías.
Sin embargo, hay gentes que se fabrican así odios como admiraciones,
aturdidamente. Y esto es algo muy imprudente; es hacerse de un enemigo,
sin beneficio ni provecho. Un golpe fallido no deja por eso de herir al
menos en el corazón al rival a quien se le destinaba, sin contar que
puede herir a derecha e izquierda a alguno de los testigos del combate.
Un día, durante una lección de esgrima, vino a molestarme un
acreedor; yo lo perseguí por la escalera, a golpes de florete. Cuando
volví, el maestro de armas, un gigante pacífico que me hubiera tirado al
suelo de un soplido, me dijo: “¡Cómo prodiga usted su antipatía! ¡Un
poeta! ¡Un filósofo! ¡Ah, que no se diga!” Yo había perdido el tiempo de
dos asaltos, estaba sofocado, avergonzado y despreciado por un hombre
más, el acreedor, a quien no había podido hacer gran cosa.
En efecto, el odio es un licor precioso, un veneno más caro que el de
los Borgia, pues está hecho con nuestra sangre, nuestra salud, nuestro
sueño ¡y los dos tercios de nuestro amor! ¡Hay que guardarlo avaramente!
IV
DEL VAPULEO
El vapuleo no debe practicarse más que contra los secuaces del error.
Si somos fuertes, nos perdemos atacando a un hombre fuerte; aunque
disintamos en algunos puntos, él será siempre de los nuestros en ciertas
ocasiones.
Hay dos métodos de vapuleo: en línea curva y en línea recta, que es
el camino más corto. (…) La línea curva divierte a la galería, pero no
la instruye.
La línea recta… consiste en decir: “El señor X… es un hombre
deshonesto y además un imbécil; cosa que voy a probar” -¡y a probarla!-;
primero…, segundo…, tercero…etc. Recomiendo este método a quienes
tengan fe en la razón y buenos puños.
Un vapuleo fallido es un accidente deplorable, es una flecha que
vuelve al punto de partida, o al menos, que nos desgarra la mano al
partir; una bala cuyo rebote puede matarnos.
V
DE LOS MÉTODOS DE COMPOSICIÓN
Hoy por hoy hay que producir mucho, de modo que hay que andar de
prisa; de modo que hay que apresurarse lentamente; pues es menester que
todos los golpes lleguen y que ni un solo toque sea inútil.
Para escribir rápido, hay que haber pensado mucho; haber llevado
consigo un tema en el paseo, en el baño, en el restaurante, y casi en
casa de la querida. (…)
Cubrir una tela no es cargarla de colores, es esbozar de modo
liviano, disponer las masas en tono ligero y transparentes. La tela debe
estar cubierta -en espíritu- en el momento en que el escritor toma la
pluma para escribir el título.
Se dice que Balzac ennegrece sus manuscritos y sus pruebas de manera
fantástica y desordenada. Una novela pasa entonces por una serie de
génesis, en los que se dispersa, no sólo la unidad de la frase, sino
también la de la obra. Sin duda es este mal método el que da a menudo a
su estilo ese no se qué de difuso, de atropellado y de embrollado, que
es el único defecto de ese gran historiador.
VI
DEL TRABAJO DIARIO Y DE LA INSPIRACIÓN
(…)
Una alimentación muy sustanciosa, pero regular, es la única cosa
necesaria para los escritores fecundos. Decididamente, la inspiración es
hermana del trabajo cotidiano. Estos dos contrarios no se excluyen en
absoluto, como todos los contrarios que constituyen la naturaleza. La
inspiración obedece, como el hombre, como la digestión, como el sueño.
(…) Si se consiente en vivir en una contemplación tenaz de la obra
futura, el trabajo diario servirá a la inspiración, como una escritura
legible sirve para aclarar el pensamiento, y como el pensamiento calmo y
poderoso sirve para escribir legiblemente, pues ya pasó el tiempo de la
mala letra.
VII
DE LA POESÍA
En cuanto a los que se entregan o se han entregado con éxito a la
poesía, yo les aconsejo que no la abandonen jamás. La poesía es una de
las artes que más reportan; pero es una especie de colocación cuyos
intereses sólo se cobran tarde; en compensación, muy crecidos.
Desafío a los envidiosos a que me citen buenos versos que hayan arruinado a un editor.
(…)
¿Por lo demás, qué tiene de sorprendente, puesto que todo hombre sano puede pasarse dos días sin comer, pero nunca sin poesía?
El arte que satisface la necesidad más imperiosa será siempre el más honrado.
VIII
DE LOS ACREEDORES
(…) Que el desorden haya acompañado a veces al genio, lo único que
prueba es que el genio es terriblemente fuerte; por desgracia, para
muchos jóvenes, ese título expresaba no un accidente, sino una
necesidad.
Yo dudo mucho que Goethe haya tenido acreedores (…). No tengan
acreedores jamás; a lo sumo, hagan como si los tuvieran, que es todo lo
que puedo permitirles.
IX
DE LAS QUERIDAS
Si quiero acatar la ley de los contrastes, que gobierna el orden
moral y el orden físico, me veo obligado a ubicar entre las mujeres
peligrosas para los hombres de letras, a la mujer honesta, a la literata
y a la actriz; la mujer honesta, porque pertenece necesariamente a dos
hombres y es un mediocre pábulo para el alma despótica de un poeta; la
literata, porque es un hombre fallido; la actriz, porque está barnizada
de literatura y habla en “argot”; en fin, porque no es una mujer en toda
la acepción de la palabra, ya que el público le resulta algo más
preciosos que el amor.
(…)
Porque todos los verdaderos literatos sienten horror por la
literatura en determinados momentos, por eso, yo no admito para ellos
-almas libres y orgullosas, espíritus fatigados que siempre necesitan
reposar al séptimo día-, más que dos clases posibles de mujeres: las
bobas o las mujerzuelas, la olla casera o el amor.
-Hermanos, ¿hay necesidad de exponer las razones?
15 de abril de 1846