miércoles, 7 de enero de 2015

Seis valientes apuestas de pequeñas editoriales

Aviso a navegantes, como siempre: todo basado en mi gusto personal y en lo que he leído. Lean y disfruten


Seis editoriales que arriesgaron en novela negra y están vivas./elpais.com
Si al final de año dedicábamos un post a esas novedades editoriales potentes que no pueden pasar desapercibidas para cualquier amante del género negro, esta semana vamos a por las osadas y a veces deliciosamente locas aventuras de algunas editoriales pequeñas.

Pero, ¿quién mató a Harry?, Jack Trevor Story (Alba, traducción de Concha Cardeñoso). Lees esta novela, que es breve y buena, y te quedas pasmado. Qué humor tan negro, tan extraño, tan triste a veces. Y pobre muerto, tan odioso, tan odiado. Una apuesta distinta. La peli de Hitchcock le hace justicia. Un pack perfecto para una tarde negra.
Los escupitajos de las cucarachas, Andreu Martín (#CientoCuarenta). “Los maestros han vuelto a demostrar por qué lo son” dice Alexis Ravelo de la vuelta de Martín y Juan Madrid. Aquí se mete de lleno en lo que más le gusta y mejor se le da: poner la lupa sobre la miseria de la sociedad en la que vivimos, sobre su juego sucio, su corrupción intrínseca. No es tan completa como otras del autor pero la actualidad y unos diálogos a veces impagables hacen que merezca la pena.
American Noir, VV. AA.  (Navona, traducción de Enrique de Hériz). Un acontecimiento dentro del género. La recopilación de cuentos que Navona se ha lanzado a publicar, en versión reducida respecto al original pero con tapa dura y una traducción de un maestro, es uno de los mejores libros del año. La edición está dirigida por James Ellroy y Otto Plenzer y entre los autores están David Goodies, Jim Thompson, el propio Ellroy, Joyce Carol Oates. Denis Lehane, Patricia Highsmith... Una joya de la que ya hablamos aquí.
No hay cuervos, John Hart (Pamies, traducción de Cristina Alegría). La colección de Pamies tiene la virtud de elegir autores americanos consagrados aunque ajenos al gran público. Ya sorprendieron a muchos con El pirómano, de Bruce de Silva, que ya comentamos en Elemental. Ahora atacan con una historia que ganó el Edgar de novela negra. Por algo será. Les cuento que para mí es una historia que me recuerda al mejor Daniel Woodrell, a la América profunda, uno de los libros del año. Ya hemos escrito de ella en Elemental.
El regreso de El Lobo, Fernando Rueda (Roca Editorial). No es una novela, aunque a veces lo parezca. Es un ejercicio extraño (hubiera preferido no ficción pura y dura) pero tiene una gran ventaja: Mikel Lejarza, El Lobo, un personaje que me fascinó cuando empecé a leer compulsivamente sobre espías, un tipo esencial para comprender algunos hechos esenciales de la historia reciente de España. Ahora, décadas después de su auge vuelve de la mano de Fernando Rueda, un sabio de la materia, que construye un relato entretenido y perfecto para flipados como quien esto escribe.
Manos sucias, Carlos Quílez (Alrevés). Hay poca gente que pueda hablar más y mejor de la corrupción que Quílez . Ha sido y es periodista de investigación y ha visto de cerca la miseria que asola España porque de 2009 a 2014 fue director de análisis de la Oficina Antifraude y contra la Corrupción de Catalunya. Lo que cuenta demuestra que la ficción se está quedando sola como terreno para determinados desmanes. Tremendo.
Pero, ¿quién mató a Harry?, Jack Trevor Story (Alba, traducción de Concha Cardeñoso). Lees esta novela, que es breve y buena, y te quedas pasmado. Qué humor tan negro, tan extraño, tan triste a veces. Y pobre muerto, tan odioso, tan odiado. Una apuesta distinta. La peli de Hitchcock le hace justicia. Un pack perfecto para una tarde negra.
Los escupitajos de las cucarachas, Andreu Martín (#CientoCuarenta). “Los maestros han vuelto a demostrar por qué lo son” dice Alexis Ravelo de la vuelta de Martín y Juan Madrid. Aquí se mete de lleno en lo que más le gusta y mejor se le da: poner la lupa sobre la miseria de la sociedad en la que vivimos, sobre su juego sucio, su corrupción intrínseca. No es tan completa como otras del autor pero la actualidad y unos diálogos a veces impagables hacen que merezca la pena.
American Noir, VV. AA.  (Navona, traducción de Enrique de Hériz). Un acontecimiento dentro del género. La recopilación de cuentos que Navona se ha lanzado a publicar, en versión reducida respecto al original pero con tapa dura y una traducción de un maestro, es uno de los mejores libros del año. La edición está dirigida por James Ellroy y Otto Plenzer y entre los autores están David Goodies, Jim Thompson, el propio Ellroy, Joyce Carol Oates. Denis Lehane, Patricia Highsmith... Una joya de la que ya hablamos aquí.
No hay cuervos, John Hart (Pamies, traducción de Cristina Alegría). La colección de Pamies tiene la virtud de elegir autores americanos consagrados aunque ajenos al gran público. Ya sorprendieron a muchos con El pirómano, de Bruce de Silva, que ya comentamos en Elemental. Ahora atacan con una historia que ganó el Edgar de novela negra. Por algo será. Les cuento que para mí es una historia que me recuerda al mejor Daniel Woodrell, a la América profunda, uno de los libros del año. Ya hemos escrito de ella en Elemental.
El regreso de El Lobo, Fernando Rueda (Roca Editorial). No es una novela, aunque a veces lo parezca. Es un ejercicio extraño (hubiera preferido no ficción pura y dura) pero tiene una gran ventaja: Mikel Lejarza, El Lobo, un personaje que me fascinó cuando empecé a leer compulsivamente sobre espías, un tipo esencial para comprender algunos hechos esenciales de la historia reciente de España. Ahora, décadas después de su auge vuelve de la mano de Fernando Rueda, un sabio de la materia, que construye un relato entretenido y perfecto para flipados como quien esto escribe.
Manos sucias, Carlos Quílez (Alrevés). Hay poca gente que pueda hablar más y mejor de la corrupción que Quílez . Ha sido y es periodista de investigación y ha visto de cerca la miseria que asola España porque de 2009 a 2014 fue director de análisis de la Oficina Antifraude y contra la Corrupción de Catalunya. Lo que cuenta demuestra que la ficción se está quedando sola como terreno para determinados desmanes. Tremendo.