El abogado del crimen es el guión original que escribió Cormac McCarthy para la película de Ridley Scott
MCCARTHY. Escribió diez novelas, entre el gótico, la ciencia ficción y el postapocalíptico./revista Ñ |
¿Alguna vez un guión de cine ha sido publicado simultáneamente con el estreno del filme, como ha pasado ahora con la película El abogado del crimen,
dirigida por Ridley Scott y escrita por Cormac McCarthy? Si existe tal
caso, que el cinéfilo con la información nos escriba a la redacción y le
publicamos la carta. La segunda pregunta que provoca este delgado
volúmen de 133 páginas es si la edición de este texto es meramente una
operación de marketing, o si se sostiene por sí misma,
independientemente de la película. Hay dos respuestas a esta duda. Para
los fanáticos de McCarthy la respuesta es que sí. Es un sueño, una
maravilla, una obra necesaria y urgente. Pero para el lector no converso
que evaluará el texto sobre sus propios méritos, la respuesta no es tan
clara. Los estoicos diálogos rozan peligrosamente el cliché y hay una
escena de sexo meritorio del Bad Sex Award, el premio irónico anual que
The Guardian otorga a la descripción más ridícula (no intencionalmente)
en una obra de ficción. Un hipotético lector que se introduce por
primera vez a la obra de McCarthy por este guión no podría deducir de su
lectura que el autor está al nivel de Herman Melville o William
Faulkner.
El abogado del crimen es el primer libro publicado por McCarthy –de 80 años ya– desde su novela post-apocalíptica La carretera de 2006 (con la cual ganó el Pulitzer). La trama se parece a la de su novela No es país para viejos
(2005) llevada maravillosamente al cine por los hermanos Cohen en
2007. Un abogado sin nombre (El consejero) decide meterse en un negocio
de drogas. Total, es dinero fácil. ¿Qué puede fallar? Rápidamente, como
el lector puede imaginarse, al consejero se le cae el mundo encima. Como
en una obra alegórica medieval, personajes turbios emergen para darle
consejos barrocos, como: “ ... el tiempo no se detendrá, consejero. Es
eterno. Y todo lo que existe desaparecerá antes o después. Para siempre.
Llevándose consigo todas las explicaciones que hayan podido inventarse
al respecto. Desde Newton y Einstein hasta Homero y Shakespeare y Miguel
Angel. Hasta la última imperecedera creación humana. Eso del arte, la
poesía, la ciencia ... es menos consistente que el humo”.
Acá
aprovechamos un comentario sobre la traducción. Es mediocre. No es fiel a
las cadencias y sintaxis de McCarthy. Por eso, al leer esta obra en
castellano, los elementos clichés sobresalen todavía más que en el
original. En inglés, la última frase de la cita previa es: “Your art and your poetry and your science are not even composed of smoke.” O sea: “Tu arte y tu poesía y tu ciencia ni siquiera están escritos en humo”.
Un clásico feroz
Malo o bueno, El abogado del crimen es un clásico texto McCarthy, con episodios de extrema violencia interrumpidos por soliloquios metafísicos que ponen en la balanza el nihilismo puro contra una posible visión redentora del hombre. Las descripciones de las escenas, fuera del diálogo, son maravillosamente detalladas. En particular, una que describe cómo un malevo arma un piolín en una carretera para decapitar a un motociclista.
Según
una nota en The Wall Street Journal del 13 de octubre de este año, en
enero de 2012 Amanda Urban, la agente literaria de McCarthy, recibió un
sobre en el correo de su enigmático autor. Inesperadamente, era el
guión. Aparentemente, Cormac McCarthy estaba trabajando en dos novelas
simultáneamente; y a modo de descanso se tomó cinco semanas para
escribir El abogado del crimen. Sabiendo esto, se le puede
perdonar sus falencias. Es un divertimento. Un capricho. Un interludio
bienvenido en una de las obras más ferozmente bellas de las letras
estadounidenses contemporáneas.