Se fue Mutis, dejándonos a Maqroll el Gaviero...
Con su partida se cierra un capítulo fundamental en la literatura colombiana
Álvaro Mutis en 1989./ Sophie Bassouls./semana.com |
Desde que se anunció
la muerte de Álvaro Mutis, el domingo 22 de septiembre en la noche,
comenzó una verdadera avalancha de mensajes de admiración y cariño que
no se detuvo en varios días. Estas expresiones son un testimonio no solo
de su relevancia como escritor sino de su enorme carisma. A sus 90 años
recién cumplidos Mutis dejó una obra literaria prodigiosa y un grupo
enorme de amigos y admiradores repartidos alrededor del mundo.
El escritor colombiano murió en Ciudad de México, donde pasó más de la
mitad de su vida. En su casa, ubicada en el sur de la capital mexicana,
se refugiaba en su enorme biblioteca, acompañado por sus autores
favoritos: Conrad, Cervantes, Machado, Shakespeare, Perse y Whitman,
entre muchos otros. Pero también estaba rodeado de miles de recuerdos de
sus viajes: fotos, discos, objetos extraños y herramientas de
navegación. En su jardín, en el que pasaba largas horas, sembró árboles
que le recordaban su infancia en la finca familiar de Coello, Tolima. El
lugar donde, contó varias veces, fue más feliz.
Se ha documentado hasta el cansancio cómo ese lugar tropical marcó
para siempre la vida de Mutis y cómo su escritura fue una manera de
inmortalizar los días que pasó en ese paraíso perdido. Llegó allí
después de vivir los primeros años de su vida en Bruselas, donde su
padre, Santiago Mutis Dávila, era ministro consejero de la embajada de
Colombia. Mutis Dávila murió a los 33 años y su esposa, Carolina
Jaramillo, decidió regresar al país con sus hijos.
Después de vivir un tiempo en Coello, Mutis pasó por el Colegio
Mayor del Rosario, pero fue un pésimo estudiante, sobre todo porque le
dedicaba la mayor parte de su tiempo a sus dos grandes aficiones: el
billar y la lectura. Aprendió esta última de su más querido maestro: el
poeta Eduardo Carranza. En 1940, sin graduarse de bachiller, abandonó
para siempre los estudios formales.
Gracias a su voz y gracia empezó a trabajar en la Radiodifusora
Nacional como locutor, un oficio con el que se ganaría la vida por
muchos años. Luego pasó a ser director de emisoras, vendedor de
publicidad, narrador de series de televisión, relacionista público y
gerente de distribuidoras de cine.
Mutis escribía en sus ratos libres, y cuando viajaba por su trabajo
lo hacía en hoteles, aeropuertos y barcos. Cuando se jubiló, en 1986,
dijo que nunca había vivido de la literatura. Desde los 16 años, poco a
poco, había ido dibujando la personalidad de quien sería su gran
compañero, álter ego literario y protagonista de casi toda su obra:
Maqroll el Gaviero.
Este personaje también era su confidente. Durante un homenaje en la
Feria del Libro de Guadalajara en 2007, dijo: “Solo me queda contarle
una día a Maqroll toda la tarde magnífica que he pasado con ustedes”.
Mutis nunca descartó la idea de escribir otra novela con Maqroll y dijo,
en una entrevista en la revista Gatopardo con la periodista colombiana
Sophia Rodríguez Pouget, “la saga concluirá conmigo”.
Ese mismo homenaje en Guadalajara, en el que fue ovacionado por
miles de personas, terminó con un “Cuánto te queremos, Álvaro”, dicho
por su otro gran amigo –este sí real– Gabriel García Márquez.
La amistad entre los dos es una de las más fuertes y fructíferas de
la literatura colombiana. Mutis y García Márquez fueron amigos desde su
juventud, compañeros de fiestas interminables y cómplices literarios.
Varias veces García Márquez ha contado que Mutis era el primer lector de
sus novelas y que incluso lo ayudó a escribir el célebre discurso de
agradecimiento cuando recibió el premio Nobel.
También es bien conocida la anécdota sobre la novela de Bolívar. En
algún momento de su vida Mutis escribió un libro sobre el Libertador
pero no quedó satisfecho con el resultado y decidió quemarlo. Solo
conservó un capítulo y una extensa documentación que le regaló a Gabo.
De ahí nació El general en su laberinto.
Mutis siempre será recordado por ser un sibarita. Era un espléndido
anfitrión y en sus legendarias tertulias y cenas nunca podía faltar su
cóctel predilecto, el Dry Martini. Alguna vez organizó un banquete
idéntico al que dio en el siglo XVIII un noble francés. Para la ocasión
Mutis mandó traer todos los ingredientes desde Europa. También son
inolvidables sus modales y su elegancia: solo vestía ropa hecha a la
medida por los mejores sastres.
Por ese estilo de vida derrochador y excéntrico en 1959 fue acusado
de malversar los fondos de la Esso, empresa de la que era director de
Relaciones Públicas, y por esa causa pasó 16 meses en la cárcel de
Lecumberri en México. La experiencia fue definitiva para él aunque, con
su acostumbrado buen humor, decía que había sido una de las épocas más
felices de su vida. Su tiempo en prisión se vería reflejado en su obra
posterior que quedó marcada por una cierta melancolía y visión oscura
del mundo.
Durante su tiempo tras las rejas Mutis recibió el apoyo de los
intelectuales mexicanos más destacados como Octavio Paz, Carlos Fuentes
y, en particular, de Elena Poniatowska. La gran narradora mexicana
empezó a visitar a Mutis en su celda, con la intención de escribir un
reportaje.
Ahí se hicieron muy amigos y algunos creen que su relación fue más
allá. Los dos tuvieron un largo intercambio de cartas en las que
Poniatowska escribió sobre Mutis: “Sus carcajadas levantan cualquier
reunión como las burbujas de champaña (…) y nada le gusta tanto a una
mujer como sentirse espuma”.
Por su extensa obra poética y narrativa (ver recuadro) Mutis
recibió los tres premios literarios más importantes del mundo de habla
hispana: el Príncipe de Asturias, el Cervantes y el Reina Sofía de
Poesía. “En Mutis, poesía y prosa van de la mano (hay poemas que
prefiguran novelas o personajes de estas): no hay frontera entre los
géneros, pues no pasa de una forma a otra sino la una contiene a otra”,
le dijo a la revista Arcadia la crítica y escritora Luz Mary Giraldo.
Mutis fue un escritor clásico, que se interesaba más por la poesía y
por la historia que por el periodismo o la política (la cual decía
detestar): “La voz narrativa de Mutis, proveniente de la poesía y
alejada de todo periodismo, se impuso como escritura vital, a la vez
cuidada como composición pero abierta a lo improvisto.
Sus novelas, en cuyas venas late la poesía, hicieron a la vez que
sus poemas fueran leídos como parte de un mismo universo de rigor y
pasión, una poética única en nuestro tiempo”, le dijo al diario El País
de Madrid el escritor Alberto Ruy Sánchez. Sin duda, la partida de
Álvaro Mutis cierra un capítulo definitivo en la historia de la
literatura colombiana y su pasión, talento y carisma dejarán una marca
inolvidable.