La argentina Selva Almada escribe sobre el feminicidio en América Latina
La escritora argentina Selva Almada. / Saúl Ruiz./elpais.com |
El último libro de Selva Almada, Chicas muertas (Random
House), trata de tres feminicidios ocurridos en los ochenta en zonas de
provincia de Argentina. Primero se interesó por uno que ocurrió en la
suya, Entre Ríos, donde una adolescente fue apuñalada en el corazón en
su casa mientras dormía —con sus padres descansando en la habitación de
al lado—. “El caso nunca se resolvió porque la policía trabajó muy
desprolijamente. El piso estaba lleno de huellas de sangre y de barro
por la cantidad de gente que entraba y salía. Era una noche de tormenta.
Cuando se llevaron el cuerpo, la familia pidió permiso para limpiar y
la policía le dijo: ‘Claro, por supuesto’, destruyéndose todas las
evidencias del crimen”.
Almada considera que la violencia contra las mujeres, por desgracia,
“es uno de los temas que de alguna manera unifican a América Latina”. Y
advierte de que los tópicos llevan a la idea errónea de que Argentina
no está dentro de las corrientes de violencia latinas. “Hay una mirada
del extranjero sobre Argentina que en realidad es una mirada sobre la
Buenos Aires moderna, liberal. Pero en el interior del país hay una
sociedad patriarcal machista, quizá no tan evidente como en México, o
como lo que a su vez nosotros suponemos de México: el prejuicio de que
son remachistas, o qué sé yo, pero Argentina está atravesada por el
machismo, y como cada 30 horas muere una mujer asesinada”.
La autora empezó a escribir a los 20 años y publicó un libro de poemas, Mal de muñecas
(2003). Cuando tenía 27 se fue a vivir a Buenos Aires. En la capital
comenzó a hacer relatos con un enfoque “muy urbano”. No le interesaba
escribir de su tierra de origen. “Sentía que me llevaría a la literatura
folclórica, regional, pintoresca, y me resistía a hacer eso”. Sin
embargo, al cabo de un tiempo en Buenos Aires se puso a trabajar en
cuentos autobiográficos y —“sin querer”, dice— esos relatos la
conectaron con su infancia y por ese canal vino el reflujo de la
provincia: las imágenes, las voces, los personajes, las ideas. “Lo
regional entró medio inconscientemente”. Su ciudad, Paraná, capital de
Entre Ríos, está en el norte de Argentina, a unos 600 kilómetros de la
ciudad con la que tantos identifican lo argentino como un absoluto.
Paraná es diferente: “Muy verde, con mucha vegetación, muy exuberante,
de clima cálido”, describe Almada, una mujer de piel clara y melena
negra.
Los tópicos llevan a la idea errónea de que Argentina no está dentro de las corrientes de violencia latinas
“A los porteños [naturales de Buenos Aires] los vemos mal, como en
todo el interior de Argentina. Tenemos una mirada desconfiada sobre
ellos, también influida por el mito del porteño egocéntrico, fanfarrón,
versero”, dice. Versero: que habla y habla, que se adorna y se adorna.
—No todos los argentinos son verseros.
—No, no. Son solo los porteños, bromea la escritora.
La autora de Ladrilleros (Mardulce) ha definido su voz en
ese espacio relacional entre la provincia y la capital, conduciendo la
escritura sobre las zonas periféricas a una dimensión de provincia pero
no provinciana. Se inspiró en antiguos autores de Entre Ríos, como
Ricardo Zelarayán y Juan L. Ortiz, y aprendió a despegarse de los
relatos anclados en el prototipo del gaucho montado a caballo. “Con esos
escritores me di cuenta de que se podía hablar del paisaje sin ser
folclórico, de manera universal, de que se podía hacer literatura
regional sin caer en el cliché”, concluye.