El escritor rescata la figura del gran filólogo colombiano Rufino José Cuervo en su libro El cuervo blanco, una biografía que traspasa los límites del género mientras expresó nuevas opiniones sobre la idiosincrasia colombiana
Fernando Vallejo, autor de El desbarrancadero, se muestra muy pesimista con la evolución del idioma español.foto.fuente:Revista Ñ |
Polémico y genial, el escritor Fernando Vallejo rescata la figura del gran filólogo colombiano Rufino José Cuervo en su libro El cuervo blanco,
una biografía que traspasa los límites del género y en la que el autor
demuestra su amor por la lengua española, un idioma que "hoy es un
desastre".
"Este idioma démoslo ya por muerto y pongámonos a
hablar inglés. Pero eso sí, en un inglés libre de contaminaciones
hispánicas y latinismos, como escupiendo, en puro anglosajón", afirma
Vallejo (Medellín, 1942) en una entrevista, en la que dedica duras
palabras a su país de origen, Colombia, y a España:
"La
colombianidad es la podredumbre del alma. Pero España es peor: un país
de hidalgos prepotentes, soberbios, gritones, altaneros, groseros", son
algunos de los dardos que lanza este escritor apasionado, radical y
lúcido, considerado uno de los mejores escritores en lengua castellana,
como se le reconoció en 2011 con el Premio FIL de Literatura en lenguas
romances.
Residente en México desde 1971, Vallejo canoniza en su
libro a Cuervo (Bogotá, 1844 - París, 1911), el filólogo que trató de
apresar el genio del idioma en su monumental "Diccionario de
construcción y régimen de la lengua castellana", pero ese genio es
"rebelde, cambiante, caprichoso, se sale de donde lo quieren meter y no
lo agarra ni el loquero", dice el autor en su libro, publicado por
Alfaguara.
La labor que hizo Cuervo fue de tal magnitud que puede
considerarse "una locura". Y es que "él era de alma española. O sea
loco. Como don Quijote, metido a arreglar lo inarreglable", subraya
Vallejo en el correo electrónico con que responde.
Fruto de una
investigación exhaustiva, el libro rinde homenaje a este filólogo en el
centenario de su muerte, y le da pie al autor a reflexionar sobre la
historia de Colombia desde la segunda mitad del siglo XIX y, también, a
criticar a la Iglesia, a los políticos, la hipocresía, la falsa
moralidad y la burocracia.
Entre los materiales que ha
consultado, figuran las mil seiscientas cartas que Cuervo "recibió de
unos doscientos corresponsales de países de Europa y de América, y se
las dejó de herencia, junto con sus papeles y sus libros, a la
Biblioteca Nacional de Colombia".
También ha manejado las mil
cartas que el propio Cuervo escribió y que el Instituto Caro y Cuervo ha
logrado reunir. "He dispuesto de una documentación inmensa", asegura.
Desde
niño, cuando Vallejo leía las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje
bogotano, quiso saber más y más de Cuervo. "Nunca imaginé que un día, ya
al final de mi vida, habría de llegar a saber tanto de la suya", dice
el autor de La Virgen de los sicarios, que no ahorra elogios hacia la
figura de Cuervo.
"Fue un hombre modesto, bondadoso, puro, que no
conoció la soberbia, ni la envidia, ni la traición. Ni la lujuria, ¡y
mire quién se lo dice!"
Y continúa: "¡Qué diferencia con esta
partida de tartufos que ha canonizado la Iglesia y que con los miles que
recientemente el papa Wojtyla (la alimaña polaca canonizadora) les sumó
han hinchado el santoral hasta el punto de casi reventarlo!".
El
autor de El desbarrancadero se muestra muy pesimista con la evolución
del español y no cree que este idioma tenga salvación. Y le echa la
culpa de muchos de los fallos que se cometen -o "fallas", como se dice
en América- a los españoles, a los que "antaño fueron la metrópoli y hoy
no son más que una provincia anómala del idioma. Y en plena quiebra por
lo demás, de vuelta otra vez a los chiqueros del siglo dorado de Carlos
V", afirma.
Y tampoco le parece que en Colombia el español sea mejor que en otros países de habla hispana, como mucha gente opina:
"El
español de Colombia es más desastroso que el país. Es un idioma en
ruinas para un país en ruinas. Por lo menos en esto somos consecuentes y
estamos de acuerdo con nosotros mismos", indica Vallejo, con esa pésima
opinión que suele tener de su país de origen, que aflora en otros
momentos de la entrevista:
"¿Qué se puede desear de un país de
atracadores, de extorsionadores, de secuestradores, de asesinos, de
poetas, de políticos, de curas, sino que se acabe? Somos el ocaso que no
tuvo amanecer", dice Vallejo con esa sinceridad suya tan desgarradora.
Lo
que no pierde nunca es el sentido del humor. Cuando se le pregunta si
la dureza con que habla de Colombia se la aplicaría a México, responde:
"¡Dios libre y guarde! Me echan de aquí, y entonces ¿qué hago? ¿Me esfumo en el aire?"