Poco conocidos pero con gran proyección: doce escritores elegidos por la revista Granta, reúne a escritores de cuatro décadas. Incluye textos inéditos de los elegidos y de otros otros escritores internacionales
Tomás González no le debe nada al realismo mágico garciamarquiano. foto:archivo. fuente:elpais.com |
Andrés Felipe Solano, autor de Sálvame, Joe Luis. Según Santiago Gamboa, este escritor nos dará en el 2038, otro premio Nobel.foto:archivo |
Viñeta El viaje de Paula Gaviria. foto.fuente:elpais.com |
Las categorías literarias están para revelarse
inoperantes y entre generaciones, manifiestos y bums, la idea del
parricidio ha sido recurrente en la narrativa, incluida la colombiana.
No han faltado ‑ni faltan‑ autores con varias horas pendientes en el
diván, pero la más reciente edición de la revista Granta en español
muestra que desde los contemporáneos de García Márquez hasta los
nacidos en los 70 hay un buen número de escritores sin complejos que no
necesitaron renegar del paternal realismo mágico. En el Olimpo están los
semidioses y en la tierra todos los mortales ya conocieron el hielo.
Colombia. Sus armas ocultas es el nombre de la Granta número 12,
dedicada a brindar un panorama complejo de la ficción que se está
escribiendo en Colombia: desde Nicolas Suescún (nacido en 1937) hasta
Paola Gaviria y Andrés Felipe Solano (de 1977).
Nicolás Suescún, Fanny Buitrago, Ricardo Cano
Gaviria, Jaime Manrique, Tomás González, Nayla Chehade, Eduardo García
Aguilar, Louis de Bernières, Evelio Rosero, Carolina Sanín, Juan David
Correa, Andrés Felipe Solano y Paola Gaviria son los elegidos
Aunque la intención del número es establecer un
diálogo antes que una antología, la elección de doce nombres colombianos
que representan cuatro décadas muy distintas no puede pasar por debajo
de la mesa y deja en el aire la cuestión de las ausencias. Fueron seis
meses de lecturas, recomendaciones y consejos para llegar a estas armas
ocultas, que en efecto comparten espacio con siete escritores
internacionales: Louis de Bernières, Lydia Davis, Aleksandar Hemon,
Alice Munro, Julie Otsuka, Majo Ramírez y el difunto corresponsal de The New York Times
Anthony Shadid. Los editores de la revista, Valerie Miles y Aurelio
Major, tomaron el título del poema “Batallas hubo” de Álvaro Mutis: “el
tiempo, en fin, con sus armas ocultas. / Nada nuevo.”, idea que define
el carácter soterrado de la lectura que proponen.
Entre los doce elegidos no hay ascensiones al cielo ni
narcotráfico y es ahí donde la propuesta transversal de Major y Miles
merece un aparte: los relatos podrán gustar más o menos, pero todos
configuran una narrativa de proyección internacional que ojalá convoque
curiosidad entre otros editores, como ya ocurrió con la selección de los 22 autores jóvenes latinoamericanos y españoles, de hace año y medio, hecha por la misma revista.
Tomás González (1950) y Evelio Rosero (1958) pueden considerarse los de mayor prospección. El primero acaba de publicar en España La luz difícil, (Alfaguara), si bien había tenido una tímida presencia iberoamericana
con Norma. Sus grandes momentos narrativos están hechos de supresión de
elementos y ese carácter silencioso se refleja en los cuentos inéditos
de Granta: “El lejano amor de los extraños” y “Nostalgia por el mar ya visto”.
Del otro lado, Rosero ganó en 2007 el II Premio Tusquets de Novela con Los ejércitos,
título que puede dialogar en igualdad de condiciones con cualquier
clásico contemporáneo de la literatura iberoamericana. Este año publicó La carroza de Bolívar (Tusquets),
y aunque el cuento “Como nunca en la vida” es de 1991, muestra la
vigente habilidad del colombiano para relatar las tensiones tácitas en
todas las relaciones que establecen hombres y mujeres. Dos escritores
parcos en persona; comedidos y precisos en su obra.
Entre los doce elegidos no hay ascensiones al cielo ni narcotráfico y
es ahí donde la propuesta transversal merece un aparte: los relatos
podrán gustar más o menos, pero todos configuran una narrativa de
proyección internacional que ojalá convoque curiosidad entre otros
editores
Nicolás Suescún es el más cercano a la generación del boom
en términos de edad y en “El predominio de la sensatez” habla de los
tormentos de un político que trata de escribir sus memorias. Leerlo es
asistir a una especie de monólogo indirecto, con una primera persona
algo penosa similar a la de Fanny Buitrago (1945) en “Festejos en tu
honor”, sobre la fama desgastada.
Aunque distintas formas de exilio están compartidas por los doce, Ricardo Cano Gaviria
(1946), Jaime Manrique (1949), Eduardo García Aguilar (1953) y Nayla
Chehade (1953) tienen la particularidad de haber vivido fuera del país
tanto o más tiempo que adentro, por lo que incluso para los colombianos
pueden parecer notas al margen de la literatura nacional. “Un león en la
playa”, de Cano Gaviria, es el único sin nexos geográficos con
Colombia, mientras que “Ifigenia colombiana”, de García Aguilar, es un
buen ejemplo de cuánto cambia la rememoración de la infancia y la
juventud cuando se hace desde otro lugar. Es el recuerdo de un episodio
simbólico que reconstruye lo que somos, lejos del lugar donde estuvimos,
como ocurre también en “Volver”, de Jaime Manrique, breve relato
autobiográfico de su larga relación amorosa con un artista plástico.
El caso de Chehade merece un punto aparte, pues no ha
publicado libro alguno en su país, pero “Ardiente es el paraíso”
adelanta una novela y cuenta un episodio de la inmigración
sirio-libanesa a la costa atlántica colombiana, el proceso de
intercambio cultural más intenso que tuvo Colombia durante el siglo XX.
Aunque nacida en Quito, Paola Gaviria ‑nombre código:
PowerPaola‑ es colombiana a casi todos los efectos y su “Km. 11” es la
primera historia gráfica que publica Granta en español. Como
ella, Carolina Sanín (1973), Juan David Correa (1976) y Andrés Felipe
Solano, hacen parte de una generación nacida en los 70 que recientemente
se ha abocado a escribir sobre su experiencia ante la violencia
colombiana de los 80 y los 90, si bien entre los tres solo el relato de
Correa, “Los cuerpos”, se mueve en ese contexto. En “Apocatástasis”
Sanín hace un ejercicio metaliterario, bellatiniano, y en “Los hermanos Cuervo” Solano brinda otro adelanto de su segunda novela, muy esperada tras su inclusión en la Granta de los jóvenes narradores latinoamericanos.
Cuatro décadas de un país que no se compone solo de
realismo mágico, doce escritores que se reconocen en esta lectura
colectiva. Ni incesto, ni parricidio: las armas ocultas de Colombia
están hechas de literatura.