La amarga y sangrienta realidad colombiana de la reciente historia sigue siendo explorada con visos de novela negra
Portada de Casi nunca es tarde, de Juan David Correa./Laguna libros. |
Juan David Correa, es un escritor que he seguido desde su Todo pasa pronto, ópera prima que recuerdo
vivamente una frase de esa novela, se
resuelve una condición muy paisa, que se pone en situación de vida o muerte
toda lógica de convivencia.
Ahora nos llega con su segunda novela Casi nunca es tarde, donde
logra entregarnos una versión muy
panorámica del endémico conflicto armado colombiano, valiéndose del
asesinato enigmático del rector de un liceo, recurso viejo del esquema
policiaco. En un tono casi seco y
conciso nos cuenta las minucias de Juan, y su padre Samuel, un activo
sindicalista desaparecido, por causas ideológicas. Mientras su madre, Amanda Rey descree del
país, Colombia; odia a Bogotá, su suciedad, su gente. Se sienten pinceladas muy
poéticas de sus calles, y los lugares donde transitan los personajes. En esto
el autor le da un viso casi sociológico a esa condición de los colombianos que
reniegan y creen que es mejor vivir en un país extraño que en el propio; y se
enfrenta desolada y árida al obligado autoexilio francés pero regresa al acontecer
de la realidad más brutal de las bombas
del narcoterrorismo de Pablo Escobar en los aciagos días de 1989.
Y Correa se adentra con rigor y vigoroso en los personajes
que son llenos de vida, con profundas contradicciones existenciales y morales. Amanda
que tiene su mente en París, y el orden y la limpieza francesas, enfrentada al
subdesarrollo ramplón y chambón de los colombianos; y al descubrimiento de su nueva
condición sexual con una amiga. Juan, el joven que es acusado pero que se le siente en profundidad la culpa y el
dolor con el recuerdo perenne de su padre desaparecido. Los detectives, Henry Lizarazo, Olimpo
Piedrahíta; para mí, el mejor personaje
de la novela, por su humanidad, y no sé si se deba a su origen campesino, y Luis Carlos López. El autor nos da vistazos
de esas vidas cruzadas de sangre y convividores de las violencias más crueles,
que tienen la ternura a flor de piel frente a sus propios hijos y por los
animales. Aunque el autor se resuelve por contarnos desde el omnisciente dios
todopoderoso de la tercera persona. En
un ritmo ágil y ameno va desatando el nudo gordiano de las andanzas sangrientas e intringulis
de todos los actores armados del conflicto que seguimos padeciendo desde hace
cincuenta años, donde el pasado no perdona…
Casi nunca es tarde
Juan David Correa
Laguna Libros
249 páginas