sábado, 5 de octubre de 2013

Minicuentos 72




De  animales prodigiosos    y otros seres imaginarios  II                                          
Carreras de caballos
Sun Pin

En la corte del príncipe de Tchi eran muy apreciados los concursos hípicos. Cada apostador competía con tres caballos de categorías distintas contra tres de su contrincante, en tres carreras. Resultaba ganador quien ganaba más carreras.
Cierto día el príncipe apostó mil piezas de oro contra los caballos de Tien Chi, pero éste dudó aceptarla, hasta que su asesor, Sun Pin, lo convenció de participar asegurándole que lo haría ganar y salvar su honor.
El día de las carreras Sun Pin dispuso el orden en que debían salir los caballos de Tien Chi. La primera carrera fue ganada por el príncipe, pero las otras dos por Tien Chi.
Tien Chi, contento, por su triunfo le preguntó a Sun Pin cómo lo había logrado, y éste respondió: “Fue muy difícil. Mientras que en la primera carrera, como es la costumbre, el príncipe puso a su mejor caballo, yo pude al peor de los tuyos. En la siguiente carrera, como es costumbre, el príncipe puso su caballo de segunda categoría; y yo al de primera. Y en la última él puso al de tercera categoría; y yo al de segunda. Eso es todo”.

Ebrias
Jesús Ortega
Las mariposas al volar lo hacen muy erráticamente debido al néctar que beben en las flores. El néctar las mantiene embriagadas de manera permanente. Las personas de aguda capacidad auditiva refieren que en el silencio es posible escuchar el leve sonido de su hipo a cada desviación en la trayectoria de su vuelo.

El náufrago y el caracol
Alfredo García Valdez
Náufrago en una isla desierta, cercado por la desesperación como por un mar de aguas trastornadas, el hombre tomó el enjoyado caracol de sobre la arena. En su primer crepúsculo de abandono, se lo llevó a la oreja y escuchó: sirenas de barcos que podrían salvarlo, chillidos de gaviotas, la canción de una dulce ballena, el eco de sus gritos de ese día, angustia de náufragos en islotes semejantes al suyo, rumor de orquesta en cruceros transoceánicos, el sonido de un delfín llamando a su cría, blasfemias de marinos borrachos, loros repitiendo versículos de la Biblia, canciones de mar en español antiguo, choque de escudos normandos, comerciantes fenicios recitando a gritos el alfabeto a los peces, pruebas nucleares en atolones de coral, guerras de barcos chinos fabricados con papel, el silbato del capitán Graff von Spee, el romance enigmático que hechizara al conde Arnaldos, y el canto de las sirenas que la armonía del mar modulaba, dejándolo en una escala más soportable. Extenuado, bajó el hermoso aparato y lo tendió sobre la arena. Sólo en el espacio numeroso y el trafago de los siglos, consumido en el centro de los sucesos fáusticos, el hombre se preparó a morir. Rechazaba el rescate, después de haber rescatado él mismo al mar en la urna fatigada del caracol.

                         

Los cangrejos
Luis A. Chávez Fócil

Los cangrejos se desplazan lateralmente, despacio, salen de su hoyito en la arena y mueven sus ojos-periscopios de un lado a otro para percibir al enemigo. Son sumamente tímidos y ante cualquier ruido extraño vuelven a meterse al hoyo. Testigos del mar y sus cabriolas, cabalgan en las noches sobre las espumosas crestas oceánicas y saben como nadie de los amoríos secretos de las delicadas gaviotas. Los cangrejos forman parte imprescindible de todo lo marino que, irremediable, es fuerte y es romántico (profundo y misterioso diría también un poeta), pero los cierto es que los cangrejos son deliciosos en chilpachole, o así nomás sancochados.

Miedo
José Antonio Medina Islas

De un salto el gato le cortó el paso y le suspendió la vida (poniéndosela en un hilito) al ratón. Lo natural, lo normal, lo lógico, hubiera sido que el ratón, dando marcha atrás, o sacándole la vuelta, huyera. Pero no, ahí se quedó, inmóvil, como buscando la muerte.
El gato levantó la zarpa de afiladas garras; un solo segundo bastaría para segar la vida del infeliz  roedor. No vio miedo, ni pavor, no vio nada… sólo un ratón que no reaccionaba como los demás. —Pinche loco, (pensó el gato), dándose la vuelta.

Ojo por ojo
José Luis Velarde

“…Tu y yo coincidimos en la noche terrible meditación temática deshojada en jardines…”
“Prisma” Manuel Maples Arce

Despierto en un alarido. Tras unos segundos me incorporo a la realidad. En la pesadilla, el vecino disparaba contra un gato lleno de gargantas y afuera se siguen escuchando los maullidos. Sin pensarlo dos veces salgo en su busca, dispuesto a investigar.
El gato está al fondo del jardín, semioculto por las ramas de los claveles. Ante mi aparición, maúlla temeroso. Para que se confíe, imito su maullido. Él contesta muy quedo. Sin dejar de mirarlo, me acerco. Cuando quedamos frente a frente; me impulso con fuerza, lo atrapo del cuello y no sin grandes dificultades, lo mato. Ante su cadáver, gritó una y otra vez en el festejo de mi triunfo.
Me interrumpo un disparo. Al sentirme herido, recuerdo al otro protagonista de mi sueño: quien ahora mismo, desde la azotea de la casa contigua, maldice a los fantasmas que inquietan sus noches y dispara su rifle cargado con balas de plata.
Ni siquiera hay escapatoria. Sé que voy a morir y me estremezco antes de recibir el último balazo.
Despierto en un maullido.