El emblemático local barcelonés, creado en 1924, cierra ahogado por una crisis que ha reducido en casi un cuarenta por ciento sus ventas desde 2009
Dos personas leyendo ayer la nota del cierre de la librería Catalònia colgada en la puerta. /Consuelo Bautista./elpais.com |
Huecos entre libros en anaqueles deshojados y ese imperceptible
desorden que provoca la gente cuando remueve gangas; un cartel naranja
chillón anunciando: “Libros de oferta, restos de edición y
descatalogados, primer piso”; y el definitivo folio en la entrada: “Tras
haber superado una Guerra Civil, un incendio devastador y un conflicto
inmobiliario, la histórica librería Catalònia de Barcelona
cerrará definitivamente sus puertas”. Sí, así lo ha hecho hoy, a los 89
años de su creación en 1924: lo que no logró una dictadura ni las
desgracias ni el mobbing inmobiliario lo ha conseguido la crisis
económica, que da una nueva estocada a uno de los grandes emblemas del
mundo del libro en Cataluña, que se une a los muy recientes de Áncora y
Delfín y la Librería General de Arte Martínez Pérez (ambas el 2012) y de
Ona (2010, Creu de Sant Jordi), entre otras.
“Desde 2009, el descenso de ventas se ha acelerado hasta alcanzar
casi un 40%; es mejor cerrar ahora, de manera ordenada, y haciendo
frente, en la medida de lo posible, a todas las obligaciones”, aseguraba
ayer notablemente afectado el director y accionista Miquel Colomer en
el local de Ronda de Sant Pere, 3. Colomer entiende que a la crisis
económica general se ha añadido una particular del sector librero: “Hay
secciones, como la de viajes y de lecturas universitarias, o la técnica,
así como las de obras de referencia, que eran muy potentes en nuestro
establecimiento y que se han hundido con las nuevas tecnologías y los
tiempos; eso ha afectado mucho a nuestra facturación”.
La situación de los socios tampoco es muy boyante, al ser todos del
gremio. Amén de Colomer, en julio de 2002 entró como accionista de
Catalònia la empresa de la librería Robafaves de Mataró, otra histórica
con problemas: desde el verano pasado está esquivando el cierre. En
enero de 2003, se incorporaron las librerías El Cau Ple de Lletres de
Terrassa (solo se mantienen los tres socios, pues vendieron la tienda a
Random House y ahora es de Planeta), La Gralla de Granollers y La Llar
del Llibre de Sabadell, la que está en mejor situación y que impulsaron
una espectacular y costosa remodelación. “Su capacidad de intervención
hoy es muy limitada, no podemos pedirles según qué inversiones”, apunta
Colomer, que lo ha intentado todo para evitar el cierre. “Tenemos una
gran infraestructura para los tiempos que corren, por eso en octubre ya
despedimos a ocho de los 18 empleados; pero ni así”. También admite
“contactos con otras empresas para que nos compraran” y alguno también
institucional, “pero nuestras cifras y los tiempos no permiten según
qué”.
Fuentes del sector añaden como causas del cierre, además del influjo
de la cercanía de una cadena como la Fnac o de El Corte Inglés, el
excesivo peso que tenían en los ingresos de Catalònia las compras
institucionales. Otros expertos añaden también “una gestión no muy
feliz” ante las grandes posibilidades del establecimiento, de más de 800
metros cuadrados solo de superficie de ventas (amén de otros 290 entre
oficinas y almacén), al lado de la plaza de Catalunya y frente a unos
grandes almacenes que actúan de imán de tránsito. En el cierre ahora no
habría incidido el alquiler que pagaba la librería, talón de Aquiles de
estos establecimientos ubicados en el centro, mobbing urbanístico que sí
sufrió en 2005 la librería, cuando los entonces propietarios quisieron
deshacerse de ella. Ahora, un McDonald’s apunta como nuevo inquilino,
según le consta al mismo Colomer.
“Ese cierre es una nueva señal de alarma para el colectivo”, apunta
Antoni Daura, presidente del Gremio de Libreros de Cataluña. “Llevamos
una media de un 25% de descenso de la facturación en los últimos cuatro
años y eso se ha traducido en una pérdida de unas 30 librerías
agremiadas”. En su opinión, si bien la clave es cultural —“tenemos un
techo de lectores-consumidores demasiado delgado, lo que no nos permite
aguantar ni una crisis prolongada”— el sector sufre sobre todo de
tensiones de tesorería. Por ello, no descarta que en la próxima reunión
ya solicitada con el Departamento de Cultura de la Generalitat
“planteemos que nos ayuden a encontrar la fórmula para tener líneas de
crédito que no sean las del mercado generalista, demasiado caro para
nosotros”.
“Ni se te ocurra abrir otra librería ahora”, comentaba ayer un amigo a
una de las dependientas de la Catalònia, que hoy ya no abrirá al
público pero que hasta finales de mes, tras las persianas, atenderá
encargos pendientes. “No, no, ni especializada”, le insistía.
“¿Especializada en qué?”.
“El món és governat pels llibres”
La carga simbólica de la desaparición de la Llibreria Catalònia se explica por sus hitos, notables:
En pleno centro. El 8 de mayo de 1924, editores e
impresores de postín como Antonio López Llausàs, Josep Maria Cruzet y
Manuel Borrás, con un capital de 100.000 pesetas (22.000 invertidas solo
para la instalación), crean la Llibreria Catalònia. Desde el primer
momento, ideas claras y avanzadas: en la plaza de Catalunya (en el
número 17, hoy Banco de España) como sea y dando preferencia a la
edición en catalán. Con esa filosofía, obligados a dejar el local,
escogen en 1931 el de Ronda de Sant Pere, 3.
Concentración vertical. Amén de vender libros,
pronto empiezan con labores de edición (la Biblioteca literària, de
Editorial Catalana; la Biblioteca Catalònia; las biografías de Quaderns
Blaus; la Biblioteca Univers...); revistas (D’Ací i d’Allà...). En 1932,
el capital Diccionari general de la llengua catalana, de Pompeu Fabra
llevará como pie Llibreria Catalònia. También hará de distribuidora de
Selecta (cuya redacción acogerá desde 1946), de Aedos...
Promoción espectacular. Termómetros gigantes
señalando las ventas de libros en catalán; grandes marquesinas en las
que un Sant Jordi clava su lanza a la palabra analfabetismo; “El món és
governat pels llibres” en una divisa sobre lomos de volúmenes en la
fachada de la tienda en 1932; una primera demostración de impresión bajo
demanda en la década de 2000... Siempre, máxima promoción...
Foco cultural. Presentaciones, firmas y tertulias
con escritores y periodistas como Josep Pla, Just Cabot... En 1951,
acoge el embrión de la Nit de Santa Llúcia promovida por Cruzet con los
premios Joanot Martorell y Ossa Menor... Esa voluntad de difusión de la
cultura catalana explica que Francesc Cambó, Domingo Valls i Taberner y
Claudi Ametlla, entre otros, fueran en algún momento socios de la
librería.
Voluntad de hierro. Cambio de nombre obligado (Casa
del Libro, 1940-1976) tras la Guerra Civil; incendio en 1979; adquirida
por Bertelsmann en 1998; entrada del hasta ahora grupo de accionistas en
2002... La voluntad de supervivencia, la fe en lo que era y
simbolizaba, desde siempre y contra todo. Hasta hoy.