Cuatro décadas después del nacimiento literario de Pepe Carvalho, con el que Manuel Vázquez Montalbán marcó la senda de la novela negra en España, sus intrigas detectivescas, trufadas de una ácida visión de la transformación política y social, siguen siendo protagonistas en las librerías
El detective Carvalho de Vázquez Montalbán vuelve con su ácida crónica social./lainformacion.com |
Las novelas "Tatuaje", "La soledad del mánager", "Los
mares del sur" y "El balneario" se publican ahora en el volumen titulado
"Huidas", cuarto de la serie de ocho con la que la editorial Plantea
homenajea a Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Bangkok, 2003).
Cuatro
novelas con cuatro asesinatos y un trasfondo común, el de la huida,
protagonizadas por este detective excomunista, sentimental a ratos,
ácido y desencantado la mayoría de ocasiones, que aparecía ya en "Yo
maté a Kennndy", pero que en "Tatuaje" nace "como personaje", escribe en
el prólogo del volumen el librero Paco Camarasa.
El prólogo
recoge las razones del escritor catalán para abordar un género que
muchos críticos no entendieron entonces, en manos de un intelectual
comprometido como él: "La novela policíaca me ofrece la posibilidad de
evocar la realidad de una manera realista. Pero selecciono sólo los
elementos poéticos que me interesan en el marco de un proyecto concreto
de crónica de la transición".
Y así, al "Bromuro" que advierte del
atontamiento general de la gente desde su privilegiada atalaya de
limpiabotas en las Ramblas, Montalbán añade en "La soledad del mánager"
el personaje de Biscuter, su fiel ayudante y cocinero, ejecutor de la
pasión gastronómica del jefe, acostumbrado a seleccionar los mejores
manjares en el mercado de la Boquería de Barcelona, ciudad que toma en
sus novelas cada vez mayor relevancia, como un personaje más.
"Los mares del sur" ganó el Prix International de Littérature Policière
en 1981, iniciando una amplia lista de premios, "siempre en el
extranjero", recuerda Camarasa, para quien Montalbán era uno de los
pocos escritores que "pueden ser terriblemente locales y, sin embargo,
profundamente universales. Jean Claude Izzo, su amigo, Camilleri,
Mankell, Markaris y siempre Manuel Vázquez Montalbán".
El autor
dejó escrito que Carvalho trabaja impulsado por "una actitud moral: el
crimen merece ser castigado", aunque recordaba que muchos autores de
novela negra contemporánea proponen "la ambigüedad del mal y del bien
como perversa unidad de contrarios", de forma que "una vez desnuda la
verdad no aparece la policía, ni el señor juez para imponer el peso de
la ley".
Y situaba a su detective en esa disyuntiva ética y moral
que hoy día se nos hace tan familiar: "Emparedado por la doble verdad,
la doble moral, la doble contabilidad de la política delincuente o del
delito politizable".