Para conmemorar el centenario del nacimiento del creador de Sobre héroes y tumbas,
su par triestino le rindió homenaje recordándolo como una voz que supo
expresar con potencia inigualable la pasión de lo humano
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"Libros como Antes del fin o La resistencia están entre las más altas
páginas de dignidad humana", dice Magris de la obra de
Sabato./Martín Lucesole./adncultura.com |
Hace diez años, en Madrid, di una conferencia para
festejar los noventa años de Ernesto Sabato. Para mí fue una fiesta y
una gran emoción encontrar al escritor que hace muchos años había
entrado violenta y fraternalmente en mi vida, con su novela Sobre héroes
y tumbas, una obra maestra del siglo XX. Hay una palabra que se reitera
con pudorosa pasión en sus discursos y que, como le dije en Madrid esa
noche, expresa también para mí un sentido esencial de la existencia,
quizás una de sus posibles y frágiles concesiones felices: el adjetivo
"compartido". Aunque sólo sea un instante, un silencio significativo o
bien una vida entera, compartidos en la amistad o en el amor. Él sonreía
fraterno, intentando mitigar con la ironía la conmoción que la edad
avanzada a veces hace más difícil dominar. Su manera de ser hacía
entender que había sabido y que realmente sabía compartir la existencia:
con Matilde y Jorge Federico, su mujer y su hijo, muertos muchos años
atrás y siempre presentes, vivos y concretamente amados, solicitados
continuamente por la mente y el corazón; con Elvira, su singular y gran
compañera, a su lado durante muchos años y, desde hacía tiempo, su
conexión con el mundo; con la familia de ella, con los amigos, con los
chicos de la calle de Buenos Aires, a los que ayudaba como podía.
Desde
que lo leí por primera vez, y aún más después del encuentro en Madrid y
luego en su casa en Santos Lugares, tuve siempre la intensa sensación
de compartir con él un profundo sentido del mundo, de los afectos, de
las pasiones, de los miedos, de los desafíos. Creo que esto vale para
todos sus lectores y no sólo para quien, como yo, ha tenido el regalo de
su amistad y de una relación estrecha con él. Su muerte me dolió, pero
no afectó para nada esa relación. Lo sigo teniendo presente, lo leo y
discuto con él, imagino e intuyo sus respuestas. El 24 de junio
festejamos el centenario de un hombre vivo, de un amigo y compañero, un
guía, no festejamos una ceremonia fúnebre de adiós. [...]
La
escritura diurna de Sabato, para usar su célebre definición, expresa uno
de los más nobles, altos y generosos rostros de la humanidad y resulta
ser "un buen combate" en defensa de toda la humanidad contra la
opresión, la injusticia, la tiranía, el sufrimiento. En esa escritura
diurna, Sabato ha expresado con excepcional fuerza poética sus
pensamientos, su visión del hombre y del mundo, sus valores, protestas y
esperanzas, las cosas en las que cree y aquellas ante las que se
rebela. Libros como Antes del fin o La resistencia, manual de denuncia
del horror del mundo y, pese a todo, de indómita esperanza, están entre
las más altas, complejas y generosas páginas de dignidad humana y de
amor no ingenuo por el hombre, páginas que ayudan a combatir y a vivir.
Sabato no se limitó, por cierto, a escribir o a firmar solicitadas
contra los asesinos de la junta militar argentina, como muchos
intelectuales y escritores que creen haber pagado su deuda desfilando en
una marcha de protesta. Sabato trabajó concretamente, como presidente
de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, sacrificando
la actividad literaria para reconstruir la existencia, el camino y la
suerte de tantos desaparecidos, para saber cómo y dónde terminaron, en
función de ese sentimiento humano y poético de la irrepetible e
insustituible individualidad de cada uno de aquellos nombres y aquellos
destinos perdidos. Luchó -como reza el título de Nunca más- para que
aquellos horrores no ocurran más, aun sabiendo que los desastres y el
mal no conocen un "nunca más". [...]
En la escritura nocturna no
se pueden proclamar explícitamente creencias o valores, defender a los
débiles o atestiguar los afectos; sólo se puede enfrentar al fantasma
que surge de la oscuridad, encontrarse cara a cara con la Medusa, con el
rostro aterrador de la vida salvajemente ignara del bien, del mal, de
la justicia y de la piedad. Quizás incluso la ciencia, que Sabato
practicó como profesión, contribuyó paradójicamente a esta confrontación
con el caos. Tentacular, como los oscuros laberintos en que se adentra,
la escritura nocturna atraviesa esos infiernos sin censurarlos ni
embellecerlos. La escritura nocturna, de la que Sabato es maestro, es el
encuentro enajenado y creativo con un sosias, con una parte desconocida
y hasta desagradable de uno mismo. "¿De quién es esta voz horrible?",
grita en un cuento de Hoffmann un poeta tras haber leído un angustiante
poema propio.
Cuando escucha esa "otra voz", un verdadero escritor
la deja hablar, aun cuando preferiría que dijera otras cosas. Esa
escritura puede resultar difícil de soportar para su autor, quien
querría que la vida fuera distinta, más humana y menos cruel, así como
querría que el sol, a diferencia de lo que el Evangelio constata
despiadadamente, no resplandeciera de la misma manera para los justos y
los malvados, para los niños asesinados y para sus asesinos, indiferente
al bien y al mal; querría que diferenciara entre los niños
desaparecidos y sus abyectos verdugos.
Frente a estas verdades
perturbadoras, Sabato no dora la píldora, sino que representa la
negatividad en su cerrada y devastante violencia. Su pluma testimonia la
carga de esa violencia. El amor, la piedad, la humanísima y dolorosa
dignidad de la persona brillan aún más en las tinieblas, porque Sabato
no halla ninguna compensación para el mal y el dolor y por eso expresa y
transmite, con potencia difícilmente igualable, la pasión de lo humano.
[...]Sobre
héroes y tumbas, obra maestra donde hay de todo, ternura y crueldad,
memoria épica y feroz laceración, recelo amoroso, sacrificio, locura
devastante, presencia coral de la historia y soledad. Abbadón el
exterminador, que retoma y desarrolla los dos anteriores, sin alcanzar
esa altura. Haber escrito sólo tres novelas en una vida tan larga revela
cómo Sabato -libre de la ansiedad de estar siempre presentes que
persigue a tantos escritores, obligándolos a componer novelas
continuamente- escribió y publicó sólo cuando sintió la absoluta
necesidad de hacerlo. Es la mejor garantía del arte más acabado. Basta
haber escrito un libro necesario para sí y para todos para signar
indeleblemente la literatura de una época y, por lo tanto, la vida de
tantas personas. Sabato, con Sobre héroes y tumbas, lo escribió, le ha
dado al mundo una obra fundamental y de largo alcance en el tiempo.
Cuando
vuelve a subir del subsuelo nocturno y toma la pluma para decir su
visión del mundo, Sabato responde al curso insolente y malvado del sol
y, quijotescamente, llama junto a sí a los hombres con el fin de
corregirlo. Nunca fue un profeta de la negación. Una vez le dije,
bromeando, que por qué, cuando desciende a esa oscuridad donde dos más
dos pueden ser cinco, no aprovecha, al reemerger, para engañar a los
otros y no pagarles lo que se les debe. Me siento feliz de haber
conocido a ese hombre, que no sólo es el autor de obras literarias
geniales, sino también el que luchó contra la opresión y la explotación,
que afirmó conmoverse ante cada rostro desconocido, que en los momentos
de desesperación se prohibió a sí mismo el suicidio porque estaba
persuadido de que es ilícito producir dolor a los otros, incluso a un
perro.
Un hombre lleno de respeto por los demás y de pietas, ajeno
al resentimiento. No olvidaré nunca, por ejemplo, el tono de respetuoso
dolor con que me hablaba, sin ninguna presunción ideológica, de su
ruptura con Borges como consecuencia del apoyo inicial que este último
dio a la dictadura militar. Cuando nos conocimos era ya muy viejo, pero
la intensidad de sus palabras y la melancólica y afectuosa profundidad
de su comportamiento son dos grandes regalos que me dio la vida. Su
grafía, en los faxes o en las cartas que intercambiamos gracias a la
amistad extraordinaria de Elvira, se hacía cada vez más incierta, pero
no logro pensarlo o hablar de él en pasado, porque la suya es una
presencia imborrable. Uno de sus últimos libros se titula, con evidente
alusión a la muerte que se avecina, Antes del fin, pero en ese caso
Ernesto se equivocaba: su muerte duele a quien lo ama y le es cercano,
pero, en lo que a él concierne, no existe ningún fin...