Llega
a librerías una antología de obras del antipoeta, publicada por
editorial Lom. El autor y Premio Cervantes cumplirá 101 años en
septiembre y esta edición sale en una tirada de 10 mil ejemplares
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El centenario poeta, Nicanor Parra, reúne obras de 1937 a 2001 en su nueva antología/latercera.com |
Cuando en 2014 el centenario del nacimiento de Nicanor Parra
llevó a los límites de sus posibilidades (y del hastío) el uso del
prefijo “anti”, la transformación de “para” en “parra” o los juegos de
palabras con todas las familias fonéticas de su apellido, el poeta ya
hacía tiempo había adoptado la última de sus personificaciones: un
elusivo anciano de aspecto desaliñado y coqueto mutismo que sólo rompe,
al menos de manera pública, para dejar caer sus cápsulas de humor verbal
que algunos consideran sabiduría.
En los libros publicados en los 60 años anteriores había encarnado
diversas “máscaras”: el profesor, el amante desventurado, el ecologista,
el matemático, el traductor de Shakespeare, un predicador (el Cristo de
Elqui, inspirado en uno real, Domingo Zárate). Eran, claro, personajes
más vívidos que actuados, máscaras que diferían damasiado poco de su
propio rostro, pues sus íntimas tragedias personales eran el objeto
preferente de su crueldad sarcástica. Humorada y drama conformaban los
ladrillos de su edificio; emoción y distanciamiento, sus métodos de
construcción.
En una entrevista (hecha por Cecilia García-Huidobro) cuando apareció
el primer tomo de las suyas, Parra decía de Obras completas: “Son el
funeral del poeta. Por lo general, son para ponerlas en los anaqueles.
Lo que cuenta es el lomo. Es una actividad social. Las obras completas
son el ‘Manual de Carreño’ de la Literatura”. De lo cual tal vez podría
deducirse que él prefiere a la etiqueta protocolar y la ambición
recopilatoria de una obra completa, la sencillez y cercanía, lo
manejable, de una antología. Sea como fuere, antes y durante la
publicación de los dos tomos de sus Obras completas & y algo +
(Galaxia Gutenberg, 2006 y 2011), constituyeron publicaciones de
importancia, sobre todo, la antología preparada por Julio Ortega, Poemas
para combatir la calvicie (FCE, 1993) porque, entre otras cosas, ponía a
disposición del lector textos antes difíciles de encontrar y, con
posterioridad y menos repercusión, la antología Parranda larga, a cargo
de Elvio Gandolfo (Alfaguara, 2010).
Un puñado de cenizas, con prólogo y selección de Naín Nómez,
es un antología que cubre desde el primer libro del antipoeta,
Cancionero sin nombre (1937), hasta algún escrito de 2001. El
antologador entrega una breve información biográfica, que incluye una
aproximación a la tradición que alimenta a Parra así como a algunos de
sus coetáneos. El recuento considera sus esposas e hijos, así como el
célebre té en la Casa Blanca con la esposa de Nixon y que le costó sus
buenas relaciones con la izquierda hacia 1970. También, por supuesto, se
señala el carácter “desacralizador” de la poesía de Parra y se habla
del vínculo de la antipoesía —en realidad tan misterioso que ni el
propio Parra parece capaz de justificarlo más allá de la enunciación—
con la física y la matemática. Se insiste en la imagen del antipoeta, su
construcción más efectista aunque no necesariamente efectiva, como
alguien caústico y escéptico ante la política, lejano al dogmatismo,
siempre díscolo.
Si Parra procura huir constantemente de la grandilocuencia, Nómez no
siempre logra escabullirla: “Al descreer de los metarrelatos de la
modernidad, el sujeto se instala en sus residuos (el anonimato, la
soledad, la marginalidad y la pérdida de la identidad) para
pa(rra)frasear las formas discursivas tradicionales y emblemáticas del
proceso cultural occidental”.
Con el centro en el libro Poemas y antipoemas (1954)
en la antología figuran las voces que eran de esperar: allí está el
profesor de un liceo obscuro que ha perdido la voz haciendo clases
(Autorretrato) y también el sermoneador Cristo de Elqui, más allá
aparece El hombre imaginario. Incluso hay una muestra reducida de tres
de los artefactos (Artefactos, 1972), esos textos breves que incluyen
imágenes fragmentarias.
Bajo el rubro Inéditos están cuatro poemas bastante conocidos.
Epitafio, no aquel de Poemas y antipoemas que comienza “De estatura
mediana, / con una voz ni delgada ni gruesa”, sino otro de mismo título
cuya primera estrofa es: “Yo soy Lucila Alcayaga / alias Gabriela
Mistral / primero me gané el Nobel / y después el Nacional”; así como
los tres retantes Cristo de Elqui dispara sobre el pianista, Quédate con
tu Borges y Se ruega no fumarx, han sido publicados. El prólogo de
Nómez desinfla a algunos poemas “relativamente inéditos”, algo tan
difícil de concebir como una mujer “relativamente virgen”.
El libro, en todo caso, no prometía inéditos, sino lo mejor. Ahí
estan algunos de los grandes poemas de Parra. Y sirve de recordatorio
del amplio rango del poeta, de sus contradicciones, de que a veces,
cuando no está desacralizando nada ni haciendo chistes, alcanza sus
momentos más altos:”Dulce vecina de la verde selva / huésped eterno del
abril florido / grande enemiga de la zarzamora / Violeta Parra”.
Un puñado de cenizas, además, por su formato de bolsillo y su número de ejemplares, aspira a la circulación masiva.
¿Hay alguna razón especial para la antología? Silvia Aguilera,
directora editorial de LOM, responde: “Sí, la razón es los Siento un
Parra (sic)... Hubo mucho revuelo con los 100 años del poeta, este año
cumple uno más y no queremos dejar de celebrar. Se inscribe en los 25
años de LOM (los que cumplimos este año y lo celebraremos en octubre).
Inicialmente habíamos pensado publicarla el año pasado, pero el alboroto
de los 100 no iba a hacer posible darle visibilidad a esta pequeña gran
selección”.
Son 10 mil ejemplares. ¿Es un tiraje inusual, no?
Es inusual, verdad, pero también lo es tener un poeta vivo y vigente
con ciento un años. Y como para allá vamos, quisimos hacer una apuesta
donde hubiera poesía Parra todos.