El cineasta recupera en Rey gitano el espíritu ácido y canalla de Airbag
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Juanma Bajo Ulloa, realizador español de Rey gitano./elcultural.es |
Juanma Bajo Ulloa (Vitoria, 1967) ganó la Concha de Oro a los 24 años con su primera película, Alas de mariposa (1991) y desde entonces ha tenido una de las trayectorias más peculiares del cine español jalonadas por enormes éxitos de público como Airbag (1997) y de crítica como La madre muerta (1993). Han pasado 11 años desde que Frágil (2004), un proyecto muy personal del cineasta, no tuviera el éxito esperado y el cineasta regresa con Rey gitano, en la que recupera el espíritu ácido y canalla de Airbag.
En plena crisis, a la pareja de estrambóticos detectives formada por
Karra Elejalde y Manuel Manquiña (rescatados de aquella película) se les
encomienda la misión de tener una muestra de ADN del rey de España por
parte de un gitano convencido de que es hijo suyo. A partir de aquí
comienza una road movie en la que los desastrosos agentes deben
luchar contra la corrupción, ineficacia y caspa de un país sumido en la
desesperación y la pobreza en esta comedia gamberra que sirve como
punto de fuga para reírnos de nosotros mismos.
-¿La urgencia por hacer "cine gamberro" como esta película surge de las
entrañas? Si estás de acuerdo en que es cine gamberro, claro...
-Las definiciones casi siempre llegan de fuera y, por muy reduccionistas que nos parezcan, hay poco que hacer para evitarlas. La de “cine gamberro” no me molesta pues sugiere algo desenfadado, salvaje y popular. Creo que siempre cuento historias desde las entrañas, pero teniendo en cuenta que la última vez con Airbag fue en el 97... más que de una urgencia Rey Gitano se ha tratado de un deseo meditado y muy firme.
-España es una mierda, se dice. ¿Realmente lo crees?
-Ante los acontecimientos, nuestro antihéroe, Primitivo (Manquiña) se
encuentra con “poca presencia de ánimo” y ni siquiera su nacionalismo
radical es suficiente para superar su desánimo patriótico. Él admira a
los americanos, pero eso no le impide decir en otro momento, “América es
una mierda, una mierda pinchada en un palo”. No hablo por boca de mis
personajes, pero sí describen estados de ánimo que se exorcizan con el
cine. El país me provoca sentimientos encontrados; en cierto modo España es como ir en pelotas, mola pero da vergüenza.
-Se ha retratado poco a la elite en España, surgen ecos de La escopeta nacional. ¿Fue un referente?
-No había pensado en esa película, pero sí tengo en mente un cine anterior hecho en los 50 y 60 que admiro, como Atraco a las tres.
Un cine coral, de perdedores, donde los secundarios, los cómicos,
aportaban el brillo y la gracia. Era un cine que casi sin pretenderlo,
plasmaba un país, una época y a sus protagonistas.
-La película arremete contra todo y contra todos, en la catástrofe que vivimos, ¿no se salva nadie?
-En realidad nos salvamos todos, pues la película no pretende juzgar ni
condenar, si no divertir retratando una forma de ser nacional. Es una
simple descripción de hechos y personalidades de ficción. Eso sí,
sustentadas en una idiosincrasia que seguramente nos resultará
familiar... Cuando hay baja autoestima, uno se molesta ante cualquier atisbo de crítica, pero asumir nuestras debilidades y vicios es signo de salud emocional y mental.
-Surgen los eternos problemas de España: la caspa y la chapuza pero lo
que nos ha dejado el boom ha sido un decorado más bonito. ¿Nos pasamos
de listos?
-El problema es que es que, como bien dices, es un decorado. Y además
está sucio, no tienes más que pasear por el país para comprobarlo. El español ve en su propio pueblo una cala preciosa y de inmediato trata de sacar partido al mínimo esfuerzo.
Monta cuatro palos mal pegados con cañas y pescaito barato, y se ahorra
las papeleras. En dos veranos la cala es un vertedero lleno de guiris
beodos. Oportunismo y pan para hoy. Es una filosofía tan válida como
otra cualquiera, pero la cuestión es aceptar las consecuencias, y esas
nos gustan menos que las cañitas.
-Se toman referentes del cine de acción clásico con James Bond en el
punto de mira, ¿hay una voluntad por divertirse con los placeres de ese
cine?
-La acción es un elemento que convierte a la película de carretera en
una aventura, y eso enriquece el ritmo y dimensiona el espectáculo. Y el
cine es en gran parte espectáculo. Pero si los americanos disfrutan
viendo tipos musculosos salvando el planeta, a nosotros nos resulta más verosímil y placentero ver como unos infelices pierden la dignidad o arruinan una recepción oficial.
-Hablas muy libremente de las drogas, tan presentes y tan ocultas. ¿Es
solo una muestra más de la hipocresía que quieres retratar?
-Las drogas nunca son el problema, el problema son las personas.
Y yo hablo libremente de las personas, sus logros y miserias. Cada
droga representa una debilidad, el alcoholismo surge del temor a las
dificultades de la vida, la cocaína del ego desbocado que busca el éxito
vano. No hay razón pues para temerlas y por eso bromeo con ellas.
Evidentemente una sociedad farisea y paternalista necesita
escandalizarse y prohibirlas, pero eso no varía la debilidad del adicto.
-Ha tenido palabras muy duras, dice que el cine español se basa en la
dedocracia y el mamoneo. ¿Tiene intención de volver a pasarse tantos
años como desde Frágil sin hacer películas?
-Una parte importante de nuestro cine no se apoya en la meritocracia si no en una corrompida manera de concebirlo basada en lazos de simpatía,
familia o intereses varios. Los que se benefician de esta situación ven
como una agresión cualquier crítica, y los que se ven perjudicados
callan por temor. En medio todos sufren los efectos de una industria que
puede y no quiere. No tengo planes de rodar más a menudo pero, sobre
todo, soy consciente de que, como en todos los ámbitos donde no existe
una verdadera democracia, decir lo que se piensa trae consecuencias.
-¿En qué punto confluyen el Juanma Bajo Ulloa lírico y poético con el Bajo Ulloa punki?
-La poesía no tiene por qué ser necesariamente hermosa o delicada. Muchas veces el fondo surge de la forma. En Rey Gitano
Josemari (Elejalde), se arrastra angustiado por el infecto suelo de su
tienda tratando de esconderse de su violento casero; en paralelo,
Primitivo (Manquiña), se arrastra sigiloso por el suelo de Vitoria
tratando de hacerse con el descomunal zurullo de un caniche, a cuya
dueña poder multar...