jueves, 9 de julio de 2015

Israel se queda con la memoria de Franz Kafka

Se celebra el natalicio del escritor de Praga Franz Kafka, que después de fallecer dejó encomendado a su mejor amigo: Max Brod la tarea de destruir todos sus manuscritos

Franz Kafka, autor checo de ascendiente judio, traicionado por su amigo, Max Brod, al no quemar sus manuscritos./elpais.com


Cuando el autor de La metamorfosis falleció había dejado encomendado a su mejor amigo que quemara todos sus manuscritos. Gracias a que Max Brod no cumplió su palabra, la obra en alemán del escritor judío de Praga Franz Kafka (1883-1924) pudo dejar su sello en la literatura universal con textos como El proceso o Carta al padre.La justicia israelí parece haber completado la misión de Brod 91 años después al dictaminar que sus manuscritos, en manos hasta ahora de los herederos de la secretaria del amigo y albacea, deben ser entregados a la Biblioteca Nacional de Israel para que puedan ser consultados por los investigadores y el público en general.
El Tribunal del Distrito de Tel Aviv ha ratificado esta semana el fallo de un tribunal inferior en 2012 favorable a la Biblioteca Nacional. Al desestimar el recurso de los titulares privados de los archivos —con duras palabras sobre su “conducta criminal”— la justicia cierra un largo y complejo pleito que hace honor a una de las novelas más conocidas del escritor.
Nacido bajo el Imperio Austro-Húngaro en la capital de la actual República Checa, Kafka apenas publicó un puñado de relatos durante su corta vida, marcada por las tribulaciones familiares y las enfermedades. Su amigo Brod se ocupó de buscarle a su pesar un lugar en la historia de la cultura mundial, pero tuvo que huir de Praga tras la invasión de la Alemania nazi en 1939.
El albacea del escritor judío acabó su peripecia en la Palestina bajo administración británica, adonde llevó consigo todos los manuscritos de Kafka. A su muerte en Israel en 1968, Brod legó todos sus papeles, incluidos los del autor de El castillo a su secretaria personal, Esther Hoffe, con la obligación de que los entregara a un archivo público: “La Universidad Hebrea de Jerusalén, la Biblioteca Municipal de Tel Aviv u otra institución similar en Israel o en el exterior”. Pero Esther y su hermana Ruth empezaron a gestionar entonces el legado provisional de documentos como una colección privada.
Hoffe tampoco cumplió con la voluntad póstuma y se dedicó a subastar manuscritos y documentos al mejor postor para conseguir elevadas sumas, que se cifran en millones de dólares. Muchas de las decenas de miles de páginas que recibió en custodia acabaron en manos del Archivo de Literatura Alemana, situado en la localidad de Marbach. El resto de los documentos se ocultaron de la vista del público en 10 cajas de seguridad situadas en bancos de Tel Aviv y Zúrich, así como en los muros de la casa de la secretaria.
A su muerte en 2007, Esther Hoffe legó los manuscritos y cartas a sus dos hijas. Fue entonces cuando la Biblioteca Nacional, amparada por el Gobierno de Israel, y las herederas hermanas Hoffe, apoyadas por el Archivo de Literatura Alemana iniciaron el complicado pleito que acaba de cerrarse.

Historia vendida al mejor postor en pública subasta

El tribunal de Tel Aviv que ha fallado a favor de la Biblioteca Nacional de Israel en el proceso sobre la propiedad de los archivos de Franz Kafka se ha expresado en términos inusualmente duros contra los hasta ahora poseedores de los documentos. “Causó una indignante injusticia con la forma en que gestionó el legado literario”, se afirma sobre la conducta de Esther Hoffe, la secretaria de Max Brod, albacea del escritor. Ella recibió el encargo de custodiar los documentos en 1968 a la muerte del mejor amigo del autor.
“Kafka no conoció a Hoffe y nunca habló ni se reunió con ella”, precisa la sentencia. “[La secretaria] No era una persona próxima ni con la que él tuviera una relación familiar”. El tribunal de Tel Aviv sostiene que, mientras el escritor había ordenado la destrucción de su obra tras su muerte, la secretaria de Brod, primero, y las hijas de esta, después, “se dedicaron a venderla al mejor postor en pública subasta”.
En otra argumentación algo más forzada, los jueces israelíes consideran que Brod, que tuvo que huir de Praga en 1939 y refugiarse en lo que hoy es territorio de Israel para escapar de los nazis, “difícilmente hubiese aceptado que su legado hubiese acabado en una institución alemana”. Esther Hoffe y sus hijas vendieron parte de los manuscritos de Kafka valorados en varios millones de dólares al Archivo Nacional de Literatura de Alemania.