En los padres es recurrente la preocupación de cómo despertar la curiosidad de sus hijos por los libros. Aquí algunos consejos
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Los niños deben poder leer cuando les plazca. Por eso es recomendable que haya una biblioteca a su alcance. / Creative Commons./semana.com |
La poeta Emily Dickinson eternizó una frase que resume el placer
inherente de los libros: “Para viajar lejos no hay mejor nave que la
lectura”. Así le puso pies y cabeza a la famosa idea de que leer es una
de las mejores estrategias para lanzarse a los brazos de una travesía.
El hábito lector, sin embargo, no suele ser muy popular entre los más
jóvenes. Muchos lo consideran una actividad aburrida y sin sentido. Como
una obligación que les quita tiempo para sus juegos favoritos.
¿Cuáles deben ser los pasos para despertar la curiosidad de los niños
por los libros? ¿Cómo lograr que se enamoren de ellos? Estos consejos
pueden funcionar.
Nada enseña más que el ejemplo:
Esta máxima aplica para cualquier aprendizaje en la vida. Si un padre
quiere que su hijo sea responsable, él mismo debe demostrar que lo es.
Su comportamiento es la mayor enseñanza. Lo mismo sucede con la lectura.
El niño se motiva a adquirir el hábito cuando lo ve reflejado en sus
papás, va a querer imitarlos. Además, el amor por los libros no se
impone. Se demuestra.
Acompañar y compartir:
No basta con darle un libro al niño y esperar que se convierta
mágicamente en un asiduo lector. Esto es un proceso y la Asociación
Española de Pedriatría de Atención Primaria considera que el apoyo de la
familia, sobre todo cuando se está aprendiendo a leer, es
indispensable. Estar atento a las preguntas, ayudarle con las
dificultades y explicarle pacientemente lo que no entienda es una buena
manera de fomentar este hábito. Leer junto a los niños ayuda a que este
amor se contagie. Puede transformarse en una actividad familiar, como
sentarse a ver una película o un partido de fútbol.
Sin imposiciones:
Entre guiar y obligar hay una gran distancia. La lectura no debe
convertirse en una tarea que “toca” cumplir. De hecho, debe evitarse a
toda costa que los libros sean sinónimos de tedio. Cuando el hábito se
impone, los niños no lo van a disfrutar. Esto pasa por la elección de
los libros y el momento del día en que se van a sentar a leerlos. Lo
importante es que a ellos les guste. Está muy bien guiar la escogencia
de los textos, proponer aquellos afines con sus gustos e intereses y
establecer un tiempo de lectura diaria. Siempre llegando a acuerdos que
permitan la constancia y la rutina. No hay que ceder del todo pero
tampoco forzar.
Leerles en voz alta y dramatizar:
Cuando el Ministerio de Cultura lanzó la campaña ‘Apégate a la lectura
en voz alta’, en mayo pasado, explicó que “leer en voz alta a los niños
es la manera más efectiva de prepararlos para aprender y convertirse en
lectores”. Además si se dedican al menos 15 minutos diarios a esta
actividad se mejoran las habilidades del lenguaje y el desempeño
escolar. Sin contar el estímulo constante a la creatividad. También es
una buena estrategia dramatizar las historias para fortalecer la
curiosidad en los niños. Puede ser algo construido entre el padre y el
hijo o se le puede pedir a este último que represente su parte favorita
del libro cuando lo termine de leer. La variedad puede ser la mejor
aliada para conocer muchos libros.
El papel no es la única opción:
Si bien se debe buscar que los niños se interesen en el formato
tradicional del libro, esto puede estar conectado con otras formas de
comunicación como películas, canciones, juegos y videos. Si hay una
versión de la historia en cine o cómics esto puede complementar el
hábito lector. Volverlo cada vez más sorprendente. Si un niño ama las
películas de Harry Potter, ¿por qué no intentar con los libros?
Un glosario mágico:
La curiosidad también pasa por las palabras que les son desconocidas a
los niños. Ayudarlos para que escriban los nuevos términos y busquen su
significado puede convertirse en un juego. Destinar algunas paredes de
la casa, como sucede en la película ‘La ladrona de libros’, o usar
fichas de colores y cuadernos especiales son solo algunas opciones. La
idea es que los padres acompañen a sus hijos en el proceso de aprender
vocabulario.
Libros al alcance:
Los niños siempre deben poder leer cuando les plazca. Por eso es
recomendable que en casa haya una biblioteca a su alcance o que los
libros que más les llaman la atención estén cerca de los lugares donde
pasan más tiempo. Así acercarse a ellos y darles un vistazo rápido para
después engancharse será un proceso natural.
Autores cercanos:
Cuando los niños empiezan a crecer, una buena opción para fortalecer su
relación con los libros es recomendarles autores que sean cercanos y con
los que se puedan relacionar. “El catalizador para amar la literatura
llegó cuando me encontré con un escritor que sentía muy cercano a mí.
Los dos éramos del mismo lugar y los personajes de sus libros hablaban y
pensaban como yo. Fue importante darme cuenta que los escritores no son
de un lugar muy muy lejano y no todos los libros giran en torno a
personajes fantásticos”, le dijo el profesor Alan Gillespie, de la
escuela Fernhill en Reino Unido al portal Huffington Post.
Leer es un deporte
Explicarles a los niños que la lectura es muy parecida a entrenar un
deporte o practicar algún instrumento puede ser una táctica para
motivarlos. Además, aprenderán que leer requiere esfuerzo y
concentración. No es solo sentarse y esperar: tienen que poner de su
parte.
¡Libertad!
Todos los niños deben tener el derecho de no terminar un libro, de leer
hasta donde el interés les llegue. Claro, cuando es una actividad
voluntaria que no está asociada a sus deberes escolares. El objetivo es
que ellos aprendan a encontrar la libertad que se esconde detrás de cada
línea y personaje. Detrás de cada cubierta. Que cuando un libro les
llegue a las manos no puedan aguantarse las ganas de empezar a leerlo,
como sucede cuando les dan un dulce.