Se plantea a cuatro expertos la contradicción de la posible expulsión de Grecia del continente
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El Museo de la Acrópolis exhibe copias de los frisos del Partenón, que reclama Alkis Konstantinidis / lavanguardia.com |
Este no es un cuento de princesas, aunque empieza con una de ellas: Europa.
Según la mitología griega, ésta fue una bella princesa fenicia, hija de
Agénor y Telefasa y hermana de Cadmo, de quien se enamoró ni más ni
menos que el padre de dioses y hombres, Zeus. Para seducirla mutó en
toro blanco, ella se subió a su grupa y el bicho aprovechó el momento
para llevársela al otro lado del mar, a la isla de Creta, esto es, a la
civilización. Creta se contrapone a la barbarie de Asia, de modo que
Europa fue la primera reina del territorio civilizado que era Creta. Así
interpreta la mitología el nacimiento de Europa, de princesa a
continente.
Ahora, Europa (el continente) puede quedarse sin bisabuela: ¿Grecia fuera de Europa? ¿El país (actual) en que se origina
el pensamiento humanista occidental expulsado de Occidente? El acuerdo
pactado en la maratón (atención a la etimología) negociadora de los dos
últimos días puede acabar siendo aceptado por las dos partes, aunque las
últimas semanas están plagadas de acercamientos y alejamientos súbitos.
Todo es posible.
La tensión entre el pequeño país del sur y
sus institutrices del norte provoca la paradoja de que (resumiendo en
tres líneas) el más importante foco de creación cultural que ha tenido
Europa –asumido, ampliado y esquematizado después por Roma, el
Renacimiento, la Ilustración, etc etc, desde luego- pueda quedar por
motivos económicos fuera del club. Ergo: ¿no le debe nada esta Europa a
aquella Grecia? ¿Carece de toda clase de 'deber moral' como motor
inicial de la construcción continental?
La Vanguardia ha
planteado a cuatro expertos en historia y cultura helena una reflexión
sobre esta (al menos aparente) contradicción.
Europa sin Grecia
El
escritor y helenista residente en Atenas Pedro Olalla, que acaba de
publicar en Acantilado el maravilloso Grecia en el aire, subtitulado
Herencias y desafíos de la antigua democracia ateniense, opina que
"Deontológicamente" no es concebible una Europa sin Grecia. "Si
desapareciera de la cultura europea todo lo que ésta tiene de griego,
resultaría absolutamente irreconocible, y mucho más sombría de lo que ha
sido y de lo que es ahora. Para Olalla, "como país actual en una
situación difícil, no tiene futuro dentro de esta Europa, y debe salir
de ella cuanto antes. Grecia sí es concebible sin Europa, sin esta
Europa". Para Francesca Mestre, directora del departamento de Filología
Griega de la Universitat de Barcelona (UB), "sería un poco raro" que
Grecia estuviera fuera. "Tal vez –añade- lo que habría que plantearse es
a qué nos referimos hoy en día cuando decimos "Europa",
independientemente de la etimología o las raíces míticas de su nombre.
Si con Europa queremos significar una unión de estados que se alían para
favorecer económica y políticamente a sus clases dominantes, la
presencia o la ausencia de Grecia no es especialmente significativa,
puesto que como es obvio Grecia no es una potencia económica. Si con
Europa queremos significar todo lo que no es oriental (en realidad esa
era la dicotomía en la antigüedad: por un lado Europa, por otro Asia),
Grecia es entonces una pieza clave, tanto por cultura/religión, como por
sistema de vida, como por situación geográfica, estratégica, etc". La
traductora y escritora María Belmonte, que ha publicado recientemente en
la misma editorial 'Sedientos de belleza', remarca que no todos los
miembros del club lo están en las mismas condiciones: "No todos los
estados europeos pertenecen a la UE y Gran Bretaña, por ejemplo, aunque
es miembro, no comparte su moneda, el euro. De hecho, dos premios Nobel
de Economía, Kurgman y Stiglitz, son partidarios de la salida de Grecia
del sistema Euro para facilitar su recuperación económica. Aunque el 60%
de la población griega, al votar NO en el pasado referéndum, afirmó su
voluntad de seguir dentro de la UE". Desde una perspectiva cultural "no
se puede concebir la ausencia de Grecia del mismo, porque ella es el
"alma mater" de Europa". "En Grecia surgieron los valores y la cultura
que nos confieren nuestra identidad como europeos. Allí nacieron la
poesía, la literatura, el teatro, las leyes, la filosofía, la
experimentación científica y valores tales como la justicia social y la
filantropía. Todo lo que nos hace sentirnos orgullosos como europeos".
El profesor agregado de Historia Antigua de la UB Ignasi Garcés remarca
la paradoja de que puede ser expulsada "en términos acuñados por la
Antigua Grecia. Fueron los griegos los que dijeron que la pólis (la
comunidad, el estado) son los hombres que la forman, no sus edificios.
Por tanto, no son el Monte Olimpo ni el Partenón los referentes, sino la
voluntad de formación de una comunidad que se autodefina como europea.
Primero deberíamos preguntarnos qué es ser europeos y qué significa
formar parte de esa nueva gran pólis común. Por ahora solo se ha
insistido en establecer unas obligaciones económicas recíprocas, ¿puede
eso llamarse Europa con o sin el Estado heleno?"
¿Se debe algo?
Las negociaciones entre griegos y troika son meramente económicas, y es
obvio que nada del legado cultural griego está en la agenda. Tampoco
del riquísimo pasado arqueológico e histórico, que ennoblece –eso sí-
museos de toda Europa. "La herencia cultural no es tenida en cuenta para
nada ya que se trata solo de economía. Por desgracia el mundo
occidental va desculturizándose cada vez más, al menos en lo que a un
determinado significado de cultura se refiere, ya que todo el poder se
ha cedido a bancos y entidades financieras que, como es lógico según su
manera de pensar, no tienen por qué proteger otros intereses que no sean
los económicos", dice Mestre.
"Desengañémonos", abunda Olalla.
"Europa, como proyecto político y social solidario y progresista, no
existe: existe sólo el euro, unas instituciones opacas para gestionarlo,
y un costosísimo Parlamento que es la hoja de parra de esta grotesca y
peligrosa construcción al servicio de intereses particulares". "Los
negociadores europeos son, en general, defensores de la ortodoxia
neoliberal y conciben la cultura (toda la cultura, no solo la griega) en
términos de rentabilidad económica inmediata, justo lo que no puede
proporcionar la cultura de verdad", opina Garcés. "El deber moral que
tenemos con Grecia –añade Olalla- es el que, como seres humanos, nos
debemos a nosotros mismos. Porque eso es lo que ha hecho siempre Grecia,
enseñarnos a comprender ese deber: el respeto del hombre por el hombre,
y el esfuerzo por defender y cultivar esa actitud en contra de la
ignorancia, del egoísmo y de los más bajos instintos". Mestre cree que
es difícil decir si el legado cultural puede ser de algún modo tenido en
cuenta: "Que Grecia es la cuna cultural de Europa es indiscutible, pero
ni Europa da voz a estas cuestiones cuando se trata de economía, ni la
Grecia de hoy es la de Sófocles o Platón. Quizás con algo tan obvio se
quiere decir que los griegos de hoy no merecen el suficiente respeto
como para considerarlos dignos descendientes de aquellos". Belmonte
recuerda que "En 1821 el poeta inglés Shelley puso en pie a Europa para
acudir en ayuda de Grecia — levantada en armas contra los turcos — al
escribir en el prólogo de su drama lírico Hellas (Grecia): "Todos somos
griegos—nuestras leyes, nuestra literatura, nuestro arte tienen sus
raíces en Grecia". En nuestra época no hay poetas que apelen, como hizo
Shelley, al deber moral de Europa para con Grecia. Pero debemos apelar a
la solidaridad europea, a la solidaridad humana para ayudar a los
griegos a salir de la tremenda situación de quebranto en la que se
encuentran. Situación provocada por unas políticas de corrupción y
clientelismo que se han ido sucediendo en Grecia desde que desapareció
la Dictadura de los Coroneles en 1974 y por las medidas de atroz
austeridad impuestas durante los últimos cinco años a Grecia por la
Troika y que han resultado no sólo ineficaces, sino que han aumentado el
sufrimiento de la población". Garcés insiste en "entender de dónde
venimos. El Egeo, al salir de la prehistoria, podría haber seguido el
camino de las ya por entonces veteranas civilizaciones del Próximo
Oriente, pero sólo tomó determinados elementos y creó una concepción
nueva. Zeus arrancó a Europa de las playas de Fenicia y la dejó en
Creta, donde comenzó algo nuevo, ¿no es un magnífico resumen que nos
debería hacer pensar?"
Un pensamiento heredado de Grecia
"Lo que nos diferencia de la India, de China o del Islam son,
básicamente, los fundamentos ideológicos que hemos heredado de Grecia",
declara Olalla. "La Grecia de la antigüedad –añade Mestre- pasa por
muchas etapas, desde la época arcaica hasta el final de la antigüedad,
son al menos 12 siglos. Lo más importante que nos ha aportado
intelectualmente Grecia es la capacidad de aportar ideas, de
discutirlas, de argumentarlas: la capacidad de relativizar y descartar
toda verdad absoluta. Los griegos deliberaban y decidían: a veces con
acierto y otras no, pero lo importante era el camino que se recorría en
esta deliberación, puesto que así se desarrollaba el pensamiento. La
historia de la antigua Grecia está llena de logros pero también de
fracasos, pero lo que la convierte en clásica y paradigmática es su
capacidad de análisis y de dinamizar la reflexión, la crítica. "Se puede
afirmar –reflexiona Belmonte- que el origen de nuestra cultura actual y
de todos los aspectos que sentaron las bases del modelo de ciudadano de
la civilización occidental proviene de la antigua Grecia, concretamente
del periodo que denominamos "clásico", durante los siglos V y IV antes
de Cristo. Fue durante esa época cuando se forjaron los cimientos de la
política participativa que hoy consideramos como la mejor forma de
gobierno y de convivencia entre seres humanos: la democracia. Allí se
produjo la génesis del sistema científico que abarcaba las ciencias
naturales, sociales y humanas. Surgió la filosofía como método para
entender el mundo que nos rodea. Surgieron los valores del humanismo
cívico y ético que aún hoy constituyen las bases de nuestra cultura, los
principios del derecho y de la justicia equitativa, los géneros
literarios, desde la historiografía al teatro. Se establecieron los
cánones de la estética, las bases del pensamiento lógico y racional, la
ética social para la resolución de conflictos…" En sentido parecido
interviene Garcés: "Los griegos, temiendo caer bajo un gobierno personal
establecieron pactos, más tarde, y en el caso del Estado de Atenas,
ampliados al conjunto de hombres libres. Esta deriva llevó a la
dialéctica y al descubrimiento del pensamiento racional, que impregnó
todos los aspectos de sus vidas y su cultura. Solo por eso ya son una
base no sólo europea sino universal. Pero hay más, en Atenas también
inventaron un sistema político, la democracia, que se traducía en la
implicación de los ciudadanos en el gobierno y no solo en la simple
elección de sus dirigentes. Es cierto que era imperfecta, pues era
vetada a los extranjeros, que ellos llamaban metecos, a los esclavos, y
en general a todas las mujeres; no obstante, este sistema se mantuvo
entre 509 y 322 a.C., y el mundo no reparó en hacerlo suyo y mejorarlo
hasta hace tan solo unas pocas generaciones".
Humanismo VS capitalismo
Si Grecia está en el origen de nuestro ideario y de nuestra mentalidad,
¿hasta qué punto están vinculados capitalismo y humanismo? Es decir, la
Grecia de hoy con la Grecia de entonces: "En la forma en que hoy lo
conocemos y lo padecemos, este capitalismo parasitario y fagocitador del
Estado y de lo público es, fundamentalmente, una creación anglosajona,
autoritaria e imperialista, diametralmente opuesta a la vocación
humanista de la cultura griega", dice Olalla.
"El capitalismo
como tal se fue gestando a partir del siglo XVI en las austeras y
laboriosas naciones protestantes del norte de Europa, en las que la
acumulación de excedentes económicos y su reinversión para generar mayor
crecimiento, propició la industrialización de las regiones del Norte.
Son esas mismas laboriosas naciones protestantes las que ahora tienen
atenazadas con sus medidas de austeridad a las despilfarradoras naciones
católicas del Sur", incide Belmonte. "A pesar de la gran actividad
mercantil de la Grecia clásica, ninguna ciudad-estado alcanzó la
categoría de potencia comercial. Atenas, la ciudad más desarrollada
económicamente, tenía un sistema financiero rudimentario e inadecuado.
No había planificación económica y se vivía al día. En Atenas, lo más
parecido a un fondo de reserva eran los tesoros de Atenea y de la Liga
Ático-Délica, guardados en la Acrópolis, de los que se tomaban préstamos
en situaciones límite, como guerras, que luego se devolvían con
intereses".
"El capitalismo –apunta Garcés- nace en el
Atlántico a finales de la Edad Moderna, en ese momento Grecia era una
provincia del Imperio otomano. Pero podemos hablar de precedentes, ya
Thales de Mileto, allá por el siglo VI a.C., previendo una excepcional
cosecha de olivas en Jonia se anticipó a sus vecinos y alquiló todos los
molinos, obteniendo un sustancioso beneficio. La banca privada, al
margen del templo, es un invento griego que nace en época clásica con
los banqueros de El Pireo (por cierto, metecos); y después de Alejandro
Magno el período helenístico conoció un considerable flujo de
inversiones monetarias y mercancías, práctica que hizo suya el Imperio
romano. Pero ello no era central, para un griego antiguo sus deberes
sociales y el acceso al ocio eran mucho más importantes".
Foco de civilización, cola del continente
Dos mil años después, Grecia está a la cola, en lo económico, del
continente que tanto contribuyó a engendrar. ¿Por qué una civilización
que fue puntera es hoy la cola del continente, al menos en términos
económicos? "Si queremos seguir siendo "civilización" –entendida como
concepto opuesto a "barbarie"–, esos "valores" de los "dominantes" deben
ser profundamente cuestionados y, en muchos casos, abolidos por los
"dominados". Y deberíamos también cambiar radicalmente los
"estándares"", ataca Olalla. "Debemos comprender de una vez qué es la
Europa del euro y sus instituciones, preguntarnos seriamente si es
compatible con la democracia y con el Estado de derecho, y responder
sinceramente si eso es lo que queremos para nosotros y para nuestros
hijos". "El pueblo griego –recuerda Garcés- superó la Dictadura de los
coroneles y tiene un sistema democrático dónde han ganado, se han
respetado y se respetan posturas tan diferentes como: Nueva Democracia,
Pasok o Syriza. Por tanto, tiene un gran potencial intrínseco y la
aportación cultural que Grecia puede hacer en el futuro solo tendrá la
limitación derivada de una comunidad humana pequeña (once millones de
habitantes) en un mundo muy grande, nada más. El resto de stándares son
económicos, en eso ha habido graves fallos de sus dirigentes recientes,
que han sacado partido de las inercias comentadas, pero si se da una
oportunidad al pueblo griego será superable, pues, como ya decía la
poetisa griega Safo, todo hay que afrontar, incluso la pobreza. "Grecia
–considera Belmonte- fue foco de la civilización europea hace dos mil
quinientos años. Luego fue absorbida por el Imperio Romano y su fuego se
apagó, al menos simbólicamente, con el cierre de la Academia de Atenas
por Justiniano en el 529 d.C. cuando se prohibió la enseñanza de la
filosofía clásica y el "paganismo". Desde su creación como estado
moderno, siempre ha sido un país económicamente débil, en el que no hubo
'revolución industrial' y su riqueza se ha seguido basando, como en la
antigüedad, en la exportación de productos agrícolas. Ahora el turismo
es su principal fuente de riqueza. Además de la desesperada situación
económica actual, hay que señalar que se está produciendo una nueva
emigración, como la que sucedió en el siglo XIX, y la gran mayoría de
jóvenes preparados han abandonado el país o piensan hacerlo. El destino
de Grecia no podría ser más incierto en estos momentos". "A lo largo de
la historia moderna de Europa –explora Mestre- ha existido siempre esta
ambivalencia: por un lado considerarla su extremo más oriental, algo
propio, pero también lejano. Europa ha dejado muchas veces Grecia a su
suerte, ha sido invadida, saqueada, por los turcos sin que Europa
hiciera nada, pero también por los propios europeos. Pero esta es una
cuestión que tiene que ver con la historia moderna de Grecia, y no con
la Grecia de la antigüedad. Es curioso, sin embargo, que los mismos
países europeos que la invadieron y la despreciaron quisieron ser ellos
los depositarios de la antigüedad griega: ahí siguen los frisos del
Partenón en el Museo Británico, por mucho que, cuando Grecia ya era
miembro de la UE, los reclamó alguien tan prestigioso como Melina
Mercouri cuando fue ministra de cultura. Sin ningún éxito. Y los frisos
del Partenón son solo un pequeño ejemplo; en todos los importantes
museos, bibliotecas, centros culturales, etc. está la prueba del
expolio".