lunes, 13 de julio de 2015

Los peligros de la verdad

Ensayo. El madrileño Hotel Florida hospedó a personalidades –Capa, entre ellos– como cronistas de la Guerra Civil. Un libro analiza esa experiencia

Hotel Florida de Amanda Veill portada original en inglés.
Desde el frente. Hemingway, 1938 (derecha.). Fue uno de los extranjeros que narró el conflicto español./revista Ñ.
Amanda Veill, escritora y editora estadounidense de Hotel Florida. Verdad, amor y muerte en la Guerra Civil.
Es posible escribir la verdad durante una guerra si la información o análisis en un conflicto bélico se carga de subjetividad adicional cuando quien la difunde es alguien comprometido con una causa? El tema de la verdad, de la subjetividad, es uno de los afluentes del relato histórico Hotel Florida. Verdad, amor y muerte en la Guerra Civil de la estadounidense Amanda Vaill, una experta en el conflicto armado en España en los 30 y su libro, uno de los primeros bestsllers en EE.UU. el año pasado.
Hotel Florida no es una historia de la Guerra Civil, es una narración, no un estudio académico pero menos, una ficción. Es una reconstrucción de aquel drama del levantamiento faccioso de la derecha contra un gobierno constitucional de izquierdas, basada en “cartas, diarios y memorias personales –publicadas o inéditas– además de documentos oficiales, bobinas de películas recuperadas, biografías fidedignas, historias y noticias de la época”.
Vaill reconstruye la vida en esos tiempos claves de España de tres parejas de famosos pasajeros del Florida: los periodistas estadounidenses Ernest Hemingway y Martha Gellhorn; los famosos fotógrafos europeos Robert Capa y Gerda Taro; y quiso darle también un rol a un español y eligió al censor republicano de los corresponsales extranjeros, Arturo Barea y su pareja, la austríaca Ilsa Kulcsar. Además cobran vida y dramatismo personajes como John Rodrigo Dos Passos , el soviético Ilya Ehrenburg con su compatriota Mijail Koltsov corresponsal de Pravda y de la inteligencia con llegada a José Stalin y su víctima, al finalizar la guerra. La presencia de famosos escritores como André Malraux o George Orwell, poetas como Pablo Neruda o Nicolás Guillén pasan por esta historia junto a María Teresa León con su marido Rafael Alberti; a veces, viajeros ocasionales como el entonces famoso actor Errol Flyn.
Cuando se produjo el alzamiento de Francisco Franco el 18 de julio de 1936, el gobierno legal recurrió a Francia gobernada por el Frente Popular y al Reino Unido, pero la respuesta fue, al igual que la de EE.UU., la no intervención, pese a la descarada presencia de tropas de armamento de todo tipo y asesores militares de la Alemania nazi y la Italia fascista. En réplica la Komintern organizó las Brigadas Internacionales que convocaron a alrededor de 50 mil personas con y sin preparación militar: quedaron con vida poco más de 8 mil al finalizar el conflicto en 1939. La URSS envió material de guerra que permitió al Ejército republicano enfrentar el levantamiento faccioso. Stalin cobró los envíos con el traslado de las reservas de oro a Moscú.
Si positiva fue la ayuda militar soviética como señala la autora, la de sus servicios secretos a la caza de trotskistas o supuestos izquierdistas resquebrajó la confianza en la República en intelectuales como Dos Passos, muy amigo de su traductor José Robles Pazos reprimido por los comunistas. El autor de Manhattan Transfer viró hacia posiciones derechistas enfrentándose a Hemingway. Este lo acusó de haberse vendido a los fascistas.
El Hotel Florida fue bombardeado como todo Madrid, condicionando la vida de sus huéspedes. En 1960 un pariente de Franco lo hizo demoler para construir la Galería Preciados. Pero también albergó a los corresponsales extranjeros, el Majestic en Barcelona. De allí partían los periodistas hacia diversos frentes como el de Teruel, una verdadera carnicería, pero las notas de Hemingway fueron rechazadas por la agencia NANA para la que trabajaba, porque eran iguales a las del corresponsal del New York Times , Herbert Matthews. Ese año, más tarde, entrevistará a Fidel Castro en la Sierra Maestra popularizando a la guerrilla dentro de EE.UU. El enfoque de la autora es de una antifascista que no se guarda hechos críticos ocurridos en las fuerzas republicanas o en contar historias que no dejan bien parados a mitos del periodismo como Hemingway, Malraux o Gellhorn. Estos nombres y otros fueron a España para apoyar a la República. De hecho fueron “periodistas militantes”, porque creyeron que sus crónicas (o Robert Capa con sus fotos como “Muerte de un miliciano” que dio vuelta al mundo) debían ser la palabra del frente de lucha contra el fascismo ascendente. Lo mismo le ocurrió al holandés J. Ivens con su documental España en llamas , en el cual colaboraron Hemingway, Dos Passos y Capa, que conmovió al público estadounidense pero no doblegó a la Casa Blanca de F. D. Roosevelt.
Vaill es meticulosa y describe el horror de la guerra, los bombardeos sobre ciudades indefensas a través de cómo viven la guerra y trabajan sus protagonistas. Es particularmente destacable el relato sobre Capa y su mujer Gerda quien muere cubriendo combates mientras que el fotógrafo húngaro morirá más tarde en Vietnam al pisar una mina personal.
Se pregunta la autora: ¿Por qué lo hicieron? ¿Por convicciones, por gloria, por dinero? Dirá en un momento el autor de Por quién doblan las campanas : “Es muy peligroso escribir la verdad durante una guerra y llegar a averiguar la verdad es mucho más peligroso aún”. Vaill ayuda a encontrarla.