Es posible escribir la verdad durante una guerra si la
información o análisis en un conflicto bélico se carga de subjetividad
adicional cuando quien la difunde es alguien comprometido con una causa?
El tema de la verdad, de la subjetividad, es uno de los afluentes del
relato histórico Hotel Florida. Verdad, amor y muerte en la Guerra Civil
de la estadounidense Amanda Vaill, una experta en el conflicto armado
en España en los 30 y su libro, uno de los primeros bestsllers en
EE.UU. el año pasado.
Hotel Florida no es una historia de
la Guerra Civil, es una narración, no un estudio académico pero menos,
una ficción. Es una reconstrucción de aquel drama del levantamiento
faccioso de la derecha contra un gobierno constitucional de izquierdas,
basada en “cartas, diarios y memorias personales –publicadas o inéditas–
además de documentos oficiales, bobinas de películas recuperadas,
biografías fidedignas, historias y noticias de la época”.
Vaill
reconstruye la vida en esos tiempos claves de España de tres parejas de
famosos pasajeros del Florida: los periodistas estadounidenses Ernest
Hemingway y Martha Gellhorn; los famosos fotógrafos europeos Robert Capa
y Gerda Taro; y quiso darle también un rol a un español y eligió al
censor republicano de los corresponsales extranjeros, Arturo Barea y su
pareja, la austríaca Ilsa Kulcsar. Además cobran vida y dramatismo
personajes como John Rodrigo Dos Passos , el soviético Ilya Ehrenburg
con su compatriota Mijail Koltsov corresponsal de Pravda y de la
inteligencia con llegada a José Stalin y su víctima, al finalizar la
guerra. La presencia de famosos escritores como André Malraux o George
Orwell, poetas como Pablo Neruda o Nicolás Guillén pasan por esta
historia junto a María Teresa León con su marido Rafael Alberti; a
veces, viajeros ocasionales como el entonces famoso actor Errol Flyn.
Cuando
se produjo el alzamiento de Francisco Franco el 18 de julio de 1936, el
gobierno legal recurrió a Francia gobernada por el Frente Popular y al
Reino Unido, pero la respuesta fue, al igual que la de EE.UU., la no
intervención, pese a la descarada presencia de tropas de armamento de
todo tipo y asesores militares de la Alemania nazi y la Italia fascista.
En réplica la Komintern organizó las Brigadas Internacionales que
convocaron a alrededor de 50 mil personas con y sin preparación militar:
quedaron con vida poco más de 8 mil al finalizar el conflicto en 1939.
La URSS envió material de guerra que permitió al Ejército republicano
enfrentar el levantamiento faccioso. Stalin cobró los envíos con el
traslado de las reservas de oro a Moscú.
Si positiva fue la ayuda
militar soviética como señala la autora, la de sus servicios secretos a
la caza de trotskistas o supuestos izquierdistas resquebrajó la
confianza en la República en intelectuales como Dos Passos, muy amigo de
su traductor José Robles Pazos reprimido por los comunistas. El autor
de Manhattan Transfer viró hacia posiciones derechistas enfrentándose a Hemingway. Este lo acusó de haberse vendido a los fascistas.
El
Hotel Florida fue bombardeado como todo Madrid, condicionando la vida
de sus huéspedes. En 1960 un pariente de Franco lo hizo demoler para
construir la Galería Preciados. Pero también albergó a los
corresponsales extranjeros, el Majestic en Barcelona. De allí partían
los periodistas hacia diversos frentes como el de Teruel, una verdadera
carnicería, pero las notas de Hemingway fueron rechazadas por la agencia
NANA para la que trabajaba, porque eran iguales a las del corresponsal
del New York Times , Herbert Matthews. Ese año, más tarde,
entrevistará a Fidel Castro en la Sierra Maestra popularizando a la
guerrilla dentro de EE.UU. El enfoque de la autora es de una
antifascista que no se guarda hechos críticos ocurridos en las fuerzas
republicanas o en contar historias que no dejan bien parados a mitos del
periodismo como Hemingway, Malraux o Gellhorn. Estos nombres y otros
fueron a España para apoyar a la República. De hecho fueron “periodistas
militantes”, porque creyeron que sus crónicas (o Robert Capa con sus
fotos como “Muerte de un miliciano” que dio vuelta al mundo) debían ser
la palabra del frente de lucha contra el fascismo ascendente. Lo mismo
le ocurrió al holandés J. Ivens con su documental España en llamas
, en el cual colaboraron Hemingway, Dos Passos y Capa, que conmovió al
público estadounidense pero no doblegó a la Casa Blanca de F. D.
Roosevelt.
Vaill es meticulosa y describe el horror de la guerra,
los bombardeos sobre ciudades indefensas a través de cómo viven la
guerra y trabajan sus protagonistas. Es particularmente destacable el
relato sobre Capa y su mujer Gerda quien muere cubriendo combates
mientras que el fotógrafo húngaro morirá más tarde en Vietnam al pisar
una mina personal.
Se pregunta la autora: ¿Por qué lo hicieron? ¿Por convicciones, por gloria, por dinero? Dirá en un momento el autor de Por quién doblan las campanas
: “Es muy peligroso escribir la verdad durante una guerra y llegar a
averiguar la verdad es mucho más peligroso aún”. Vaill ayuda a
encontrarla.