martes, 7 de mayo de 2013

Guelfenbein: "Para ser escritor habría que estudiarlo todo"

La escritora chilena habló del amplio imaginario que le dieron su formación en ciencia y diseño antes de dedicarse a la escritura. Y también de su novela más reciente, Nadar desnudas, que retrata el triángulo amoroso entre dos amigas y el padre de una de ellas

La escritora chilena Carla Guelfenbein./ Revista Ñ
En la mitad de nuestra entrevista con Carla Guelfenbein –este viernes pasado en las oficinas de su editorial en Buenos Aires– nos atrevimos a hacerle una pregunta bastante cholula y no relacionada directamente ni con la literatura ni con la novela que presenta en esta edición de la Feria del Libro, Nadar desnudas. Es que en la contratapa de este libro, que retrata un triángulo amoroso entre dos amigas y el padre de una de ellas, en el marco de los dos 11 de septiembre (el chileno de 1973 y el estadounidense de 2001), hay una recomendación de nada menos que J.M. Coetzee. Dice, escuetamente, nada más que: "Sutil, lúcida y compasiva…".

"Ahem… disculpas. Pero te queremos preguntar sobre la contratapa…" Interrumpimos la escritora chilena que, junto a su familia –y cerca del fin de su adolescencia– se tuvo que exiliar de Chile por el golpe militar. Nos explicó que lo había conocido a Coetzee en un festival literario en Reykjavik y que, simplemente, él le preguntó si algunas de sus novelas estaban traducidas al inglés. En ese momento no lo estaban. Pero el sudafricano, Premio Nobel, le dijo que le gustaría leer una cuando así fuera. Y así fue…

Cholulismo aparte, podemos reportar que la nueva novela de Guelfenbein nos interesó y agradó mucho. La mayoría de la novela transcurre durante el brevísimo gobierno de Salvador Allende (incluyendo los meses después del golpe de Pinochet). Diego es un apuesto politólogo de 45 años que, tras estudiar en París (y casarse allí y tener una hija) vuelve a Santiago para participar directamente con Allende. Trae a su hija, Sophie, que es una hermosa chica de 18 años, introvertida, sensible y artística, con un episodio de depresión en su pasado (usa muñequeras grandes para ocultar su intento de suicidio). Vive con su padre, a quien le dice "Diego" directamente, en una torre moderna con vista al Cerro San Cristóbal. Unos pisos más arriba que ellos vive una bella mujer de 22 años llamado Morgana. Hija de diplomáticos, es más frontal y sensual que Sophie, con quien se hace, inmediatamente muy buen amiga. Pero… siempre hay un pero, se enamora de Diego.
Este redactor encontró ciertas semejanzas de esta novela con la bella y melancólica película Los soñadores de Bernardo Bertolucci. Porque es una historia de amor prohibido en el contexto de un país totalmente desenvuelto por una explosiva y violenta crisis política.

Esta es la cuarta novela de Carla Guelfenben, que publicó su primera novela a los 40 años. Antes estudió biología en Essex y diseño gráfico en el St. Martins School of Art. Trabajó en varias ocupaciones, entre otras como directora de arte y editora de la revista de moda Elle. No es un mal modelo de vida para ser novelista. Uno llega al oficio con una comprensión más equilibrada de la existencia que en la primera juventud. Es más difícil ser engañado tanto por el fracaso como por el éxito.

-La primera pregunta es un poco zonza. ¿A cuál de los dos personajes principales se parece más: a Sophie o a Morgana?
-Creo que me parezco un poco a las dos. Es increíble esa gran, gran frase de Flaubert que dice "Madame Bovary se moi". Bueno, la verdad es que es así. Uno es todos los personajes, incluso los masculinos muchas veces hay aspectos de uno.

-En Sophie, hay esa necesidad de vivir en su mundo, de creación, un poco despegada de la realidad. Y con una depresión en el fondo de su ser, oculto de los demás…
-Claro, pero esa parte justamente no. Esa es la parte que yo no tengo. Y allí está la cosa, porque por un lado tengo una lucha constante para proteger mi mundo interior –no me interesa tanto el mundo exterior, no soy muy tecnológica, no estoy al tanto de la prensa… Porque necesito resguardar ese espacio de donde yo sé que surge mi creatividad… Llevo una vida bastante solitaria y en ese sentido me parezco mucho a Sophie. Pero por otro lado, no tengo la depresión de Sophie. Soy una gran gozadora de la vida, de la sensualidad de la vida, de la comida… Siempre pienso que mi gran regalo, que quizás me dieron mis padres, es que siempre tengo una posición súper-positiva frente a la vida. Creo, creo en mí, creo en la gente que me rodea, y soy capaz de vivir bastante feliz. Y en ese sentido no me parezco a Sophie… Morgana tiene más sensualidad, es más abierta a la vida…

-Pero eso le termina complicando, ¿No?
-Claro. Pero tiene una valentía. Yo creo que tengo esa valentía. De dar saltos, de construir mi propia vida –a veces sin medir las consecuencias..

-Antes de encender el grabador me contó que escribe sin saber hacía donde va. He leído autores que hacen esto decir que para ellos saber lo todo lo que escribir les parecería muy aburrido…
-Pero por supuesto. ¡Exactamente! Si yo no soy capaz de sorprenderme, si la historia no es capaz de sorprenderme a mí… A ver, en el fondo yo considero que si tu tienes la historia trazada de antemano, de alguna manera estás reproduciendo algo que tu sabías de antemano. Y el punto es ir sabiendo mientras que tu vas construyendo la historia.

Por otro lado, hay un símil con la vida. Porque la vida uno va haciéndola, va construyéndola. No puedes predecir nada, ni el más mínimo gesto que tu hagas en la vida puedes predecir cuales van a ser sus consecuencias. Y eso le da, siento yo, a la literatura, a lo que uno esta escribiendo, un parecido con la vida. Esa imprevisibilidad en cual las consecuencias no son lógicas. Si tu construyes una historia, básicamente la construyes con la mente, con la racionalidad. Y en esta forma, un poco, casi biológica, en el sentido de que se va produciendo de acuerdo con lo que va ocurriendo…

-¿Hay mucha ficción contemporánea en Chile sobre el golpe y los años de la dictadura? ¿Es un género?
-Yo no diría que es un género. Se han escrito muchas novelas, pero estoy segura que se van a seguir escribiendo muchas más… Fue un momento histórico del país que va ser revisitado una y otra y otra y otra vez... El golpe militar en Chile separó a Chile de una tradición democrática; desde que se creó la república hasta el año 73 era una democracia bien sólida. Y lo que produjo, el descalabro, todo lo que fue, el caos, la barbarie…

-Y el contexto latinoamericano, que estaba pasando lo mismo en muchos de nuestros países…
-Claro. Cuando yo me exilié con mi familia, estaba lleno de argentinos, de uruguayos, de brasileños… Era un momento histórico en que muchos países estaban construyendo algo y no resultó. Entonces, son momentos históricos que se van a revisitar por generaciones. Las que vengan también.

-El personaje de Diego es un personaje muy interesante en la novela, tanto por quien es, pero también por cómo funciona dentro de la estructura de la novela. Se presenta a través de las miradas de los otros no más, pero por otro lado, une los personajes…
-El es el pivote. Pero estaba la opción –y son opciones literarias que se toman– de entrar en su conciencia. De hecho, mis otras novelas están contadas desde dos o tres puntos de vista. Entonces, perfectamente podría haber entrado en la conciencia de Diego. De hecho, una de mis novelas está cotada a través de un hombre. Pero en este caso no quise entrar en la conciencia de Diego. Para mí no era importante lo que él pensara en esta historia, sino lo que era importante era el cruce de estas dos chicas y este hombre como pivote de este conflicto…

-Hay una macabra ironía en la novela de que el miedo de Darío es "desaparecer" pero antes que ese término tuviera el peso que después tuvo…
-Eso surgió antes… Al principio yo tenía la idea de que ocurriera en esa época. Tenía la idea de que quería que fuera la amistad de dos amigas. Y de que una se enamorara del padre de otra. Y tenía otra imagen que era muy importante. Mi suegro era el hombre más buscado de Chile para el golpe. Después de Allende era él –que era Carlos Altamirano; Santiago estaba lleno de carteles que decía "Se busca..." de hecho. El estuvo tres meses clandestino yendo de casa en casa, incluso dormía en tarros de basura, porque entraban a allanar las poblaciones donde estaba alojado y tenía que esconderse de cualquiera manera… Y sale de Chile tres meses después en un auto de la embajada de Alemania del Este; atraviesa la cordillera hasta Argentina. Y esa historia que él me la ha contado con detalles que son muy particulares, yo quería que fuera parte de la novela. Por lo tanto, mi objetivo era salvar a Diego. Pero no se salvó. Y eso no es algo que yo haya decidido.

-Y por fin… Una vez que comenzó a publicar, a los 40 años de edad ¿No se arrepintió de no haber empezado antes?
-No, nunca. Ni un milímetro. Ni un milímetro.

-¿No siente que perdió tiempo?
-No. ¿Y qué? ¿Tendría tres novelas más, y ya? Eso sería todo. Y, sin embargo, lo que yo viví, mi formación científica me sirve muchísimo. Pero también es como que tengo adentro de la cabeza un imaginario muy amplio. No es que yo me acuerde exactamente cómo se produce la mitosis y la meiosis, por ejemplo, pero sí tengo una noción del mundo que es muy amplia. Estudié diseño también, entonces tengo una manera de observar, por mi formación, que va más allá de lo narrativo. Creo que eso me permite usar distintos elementos en la narración. Mientras más instrumentos tengas, mientras más amplio que seas, mejor. Yo creo que para ser escritor habría que estudiarlo todo. Mientras más conocimiento tengas y más mundo conozcas, de la naturaleza humana, científico, de todo, mejor va ser tu trabajo de escritor.