La Cultura es como la medicina o la educación, no puede abandonarse al mecenazgo privado, a los bancos y grandes empresas, ha asegurado el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, que defiende la participación del Estado en la Cultura "no para dirigirla, sino para propiciar la libertad"
Sergio Ramírez cree que la Cultura es como la medicina y no puede dejarse a lo privad./lainformacion.com |
Ramírez, autor y exvicepresidente de Nicaragua durante el primer
Gobierno sandinista (1979-1990), sostiene que "en una crisis, la primera
víctima es siempre la Cultura porque para la política la Cultura no es
esencial, se puede sobrevivir sin ella".
Un "mal endémico" en América Latina
donde cada vez que hay una crisis, "se suprime la Cultura como
actividad patrocinada por el Estado", una política que se ha extendido
por la crisis económica y que es errónea para este escritor, que ha
presentado hoy en Madrid su libro de cuentos "Flores oscuras", editado
por Alfaguara.
Una recopilación de doce cuentos recientes,
escritos entre 2007 y 2012 y la mayoría de ellos ambientados en
Nicaragua, en los que dibuja a partir de historias cotidianas las
sombras del poder, la corrupción, la muerte y la violencia pero en las
que también se hace eco del amor, la soledad, la nostalgia y la familia.
"El
gran alimento del cuento son las historias contemporáneas de la vida,
lo que se lee en los periódicos, la crónica roja (los sucesos sobre
criminalidad), los que protagonizan pequeños seres porque los grandes
salen muy poco en esas historias", explica Ramírez, que insiste en que
estas personas "son gente anónima que sale del anonimato sólo por una
tragedia".
Tragedias para las que utiliza a veces la forma de
crónica periodística ya que los hechos puros son suficientes para
retratar la tragedia, como ocurre con "Abbot y Costello", nombre con el
que bautiza a dos perros rottweiler que en 2005 mataron a mordiscos en Costa Rica a un inmigrante nicaragüense.
La
misma técnica usa en "Las alas de la gloria" al relatar la muerte a
manos de un menor de José Trinidad Calero, un guerrillero del Frente de
Liberación Nacional que fue rozado una vez por esas alas que a veces,
dice el autor, tocan por casualidad "los hombros de los anónimos y de
los humildes", para caer otra vez en el abismo del olvido.
Un anonimato del que se libra en "La puerta falsa" un boxeador de poca monta a costa de la desgracia.
Mientras
que en "Adán y Eva", el primer cuento del libro, relata una historia de
la corrupción causada por el narcotráfico en la que un juez "tocado por
la codicia" dialoga con su conciencia.
"El narcotráfico es una
mano negra que se extiende y yo quería contar la historia de un juez
tocado por la codicia, una historia muy común, pero desde otro ángulo.
Para ello, da visibilidad a la conciencia y la convierte en una
atractiva mujer cincuentona que dialoga con el magistrado en un bar.
La
corrupción es muy fácil en su país porque, dice Ramírez, "un juez tiene
un sueldo de 500 ó 600 dólares (de 382 a 458 euros) y un sobre del
narcotráfico puede tener 10.000 dólares" (7.600 euros). Como nadie
acepta cometer un hecho ilícito, la verdad se adorna y se camufla, hay
que convencer a la propia conciencia".
Para el escritor, la
solución pasa por una legalización de la droga ya que el problema surge
porque "el tráfico ilícito que crea mafias y alienta el crimen".
La certeza de la muerte inspira otro de los cuentos, titulado "El autobús amarillo".
Sobre
este señala: "creemos que estamos blindados frente a la desgracia y nos
coge de pronto por sorpresa: una mujer sentada en el río viendo como su
marido que se está bañando desaparece, primero parece un juego y luego
la idea de la tragedia comienza a incubarse", explica Ramírez, que
dibuja así "el proceso que lleva a lo trágico, como va acercándose el
dolor de la muerte".
De esta forma, el escritor quiere retratar
"cómo vivimos la rutina hasta que nos toca lo extraordinario, ese
pinchazo en la membrana de la realidad".
"También es una reflexión
sobre la soledad del dolor porque lo más terrible es ver cómo la vida
sigue y, especialmente, ver la impasibilidad de la naturaleza; nos
creemos los reyes de la creación y, sin embargo, para la naturaleza no
existimos", explica.
Pero para el escritor el cuento más cercano
es "No me vayan a haber dejado solo", donde el propio Ramírez entra en
una fotografía de su familia y recuerda cómo se realizó dibujando la
nostalgia "de un mundo que ya no existe".