viernes, 1 de marzo de 2013

Duchamp, aquel grito subversivo

El Barbican de Londres evoca en una exposición la impronta del artista francés

Marcel Duchamp, jugando al ajedrez en Cadaqués, 1964. / Oriol Maspons/elpais.com

Pintura, escultura, objetos de la vida cotidiana reciclados en piezas de museo, y la música y la danza que encarna un cuerpo de bailarines en plena ejecución: todo ello encerrado entre las cuatro paredes de una galería de arte. El inspirador de ese despliegue multidisciplinar es Marcel Duchamp (1887-1968), espíritu provocador y subversivo que rompió convenciones y moldes a principios del pasado siglo, alterando radicalmente la noción de lo que hoy conocemos como arte. A su influencia en toda la extensión de las manifestaciones artísticas, desde la expresión plástica hasta la dramaturgia, la coreografía o las composiciones musicales, dedica el Centro Barbican de Londres su nueva temporada cultural, que tiene como epicentro una exposición sobre la impronta de Duchamp en una generación de autores americanos pioneros en las vanguardias de la posguerra.
Aquel francés inclasificable encarnó un poderoso referente para el compositor John Cage, el coreógrafo Merce Cunningham y los artistas visuales Jasper Johns y Robert Rauschenberg, todos ellos amigos, colaboradores y futuros revolucionarios en sus respectivos campos. Duchamp suele ser considerado el padre del arte conceptual, pero la muestra del Barbican extiende su impacto hacia todo el universo del arte contemporáneo, en gran parte a través de esos cuatro nombres que desde los años cincuenta rescataron su figura semiolvidada a causa de una prematura retirada (1923) en pro de la pasión por el ajedrez.
'La fuente', de 1917, alteró la noción de lo que hoy se conoce como arte
La superposición de cilindros, conos y esferas confiere movimiento a una suerte de cuerpo mecanizado que Duchamp tituló Desnudo bajando una escalera No 2. La galería londinense exhibe esa pintura, gracias a un préstamo del Museo de Arte de Filadelfia, cuando se cumple el centenario del escándalo que provocó su estreno público en Nueva York. Generador imparable de ideas en su constante jugueteo con el absurdo, el humor y la ironía, asociado principalmente al dadaísmo y al surrealismo, aunque nunca quiso alinearse con movimientos o grupos, el artista normando volvió a desafiar al establishment neoyorquino elevando un urinario a la categoría de escultura (La Fuente, 1917, cuya réplica integra la muestra). Fue su más célebre readymade, el arte que se nutre de objetos de producción masiva y que prima el proceso creativo sobre el mérito de la obra final.
Un cierto espíritu neodadaísta impregna la producción del artista experimental Jasper Johns (1930), con sus pinturas de objetos y símbolos tan familiares como la bandera americana, o los famosos combinados de su colega Robert Rauschenberg (1925- 2008), trufados de sillas, espejos, camas y otros elementos mundanos. Ambos conocieron a Duchamp en el despegue de sus carreras y desarrollaron con él una estrecha relación que resultó vital para el desarrollo de sus trabajos, el de Jones rebelado contra el expresionismo abstracto que dominaba la escena de mediados de siglo, y el de Rauschenberg centrado en propuestas híbridas que funden pintura, escultura, ensamblaje y collage.
Una treintena de títulos de ambos autores se despliega en el Barbican junto a la obra de Duchamp, y en un escenario poco convencional que integra un piano y un espacio reservado para la danza. John Cage (1912-1992), un profundo innovador de la música moderna que rompió con las formas harmónicas tradicionales, modificaba con frecuencia sus pianos y rodeaba de objetos sus teclados, en un acto comparable a los readymade de Duchamp. Él mismo subrayó siempre el enorme ascendente que tuvo aquel mentor en sus ideas estéticas, como la incorporación de ruidos del entorno cotidiano en sus composiciones.
Compañeros de trabajo y de vida, tanto Cage como Merce Cunningham (1919-2009), uno de los padres de la danza moderna, veneraban a Duchamp. La escultura de cristal que el francés firmó como La novia desnudada por sus pretendientes, conocida por el sobrenombre de El gran vidrio, fue homenajeada por el bailarín en una coreografía de 1968 (Walkaround time), donde iba cambiando de atuendo en pleno movimiento. Jasper Johns diseñó la escenografía, reproduciendo elementos duchampianos como las cajas de plástico transparente que desplazaban los bailarines en escena.
El lugar estelar que ocupa una réplica de El gran vidrio en esta exposición pretende sintetizar la influencia de Duchamp que cuatro grandes nombres amplificaron en el mundo de las artes. Y bajo un título que probablemente todos ellos avalarían: La novia y los pretendientes: Duchamp con Cage, Cunningham, Rauschenberg y Johns.

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